Otras miradas

No es necesario esperar a 2023 para acabar con el biodiésel de palma

Rosalía Soley

Ecologistas en Acción

Plantación de soja.
Plantación de soja.

Hay diversas opiniones sobre la emergencia climática: románticas, catastróficas, positivistas o simplemente indiferentes. Los medios de comunicación reflejan esta emergencia climática desde diferentes perspectivas. La comunidad científica y el ecologismo nos dicen que no hay vuelta atrás y que las soluciones pintadas de verde no solo no han dado resultado, sino que han profundizado los impactos socioambientales y acrecentado aún más las desigualdades.

La juventud, en su mayor parte, pide verdad, acción y democracia real. Mientras, entre quienes toman las decisiones en España todavía se mantiene un mantra: "Gobernaremos desde la transición ecológica".

¿Tiene sentido este mantra? Si miramos a las cifras en el terreno del transporte, éstas nos devuelven como mínimo cierto escepticismo y nos muestran una realidad diferente. De acuerdo a los datos de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), durante el año 2018 el 55% del biodiésel consumido en el país fue a base de aceite de palma, el 34% de soja y el 8% de colza. En  el caso del hidrobiodiésel, que es aceite vegetal de palma tratado con hidrógeno (HVO), el 98% procede de aceite de palma.

El 86% de la producción de biodiésel en la Unión Europea se produce a partir de aceite de palma, materia prima que recientemente ha sido catalogada por la Comisión Europea (CE) como insostenible. España es el principal productor de la UE de biodiésel de aceite de palma con un 43%.

El problema no acaba ahí. Existe el riesgo de que la soja sea la nueva palma. Desde el periodo de 2017 a 2018 el consumo de soja ha aumentado el doble, y en su mayor parte se importa desde Argentina. De acuerdo con un informe de Cerulogy, más del 7% de la expansión mundial de la soja ha estado directamente relacionada con la deforestación durante el período 2012-2015, principalmente en Brasil y Argentina. Todo esto sucede en medio de las negociaciones para un tratado comercial entre Mercosur-UE que, con toda seguridad, acentuará aún más este problema.

Me gustaría preguntarle al presidente en funciones Pedro Sánchez y a la ministra Teresa Ribera si el pilar de la transición energética tiene en cuenta los impactos asociados de las producciones de palma y soja en países como Indonesia, Brasil, Colombia o Argentina. Si las piedras angulares de la transición energética son los derechos humanos y los derechos del territorio, no se están respetando al usar estas materias primas.

El sistema económico se ha basado en la desconexión con la naturaleza, pero sigue siendo un disparate continuar carbonizando en los depósitos de los coches materias vegetales que provienen de los pulmones de la tierra. Estos cultivos energéticos han contribuido a la deforestación del 0,4% del mundo y más del 45% las plantaciones de palma han causado este gran problema. De acuerdo a la Lista Roja de la UICN, 193 especies están amenazadas y otras podrían verse en peligro si la soja se consolida como sustituta de la palma.

Es necesario actuar ya

Existe una hoja de ruta para la descarbonización del transporte, que en el caso del biodiésel de aceite de palma comienza a contar a partir del 2023, para eliminarse totalmente en 2030. Pero la pregunta es: ¿adónde se va a destinar este stock? ¿Se acaba en 2030?

Lo anterior no tiene en cuenta que el acto delegado, la pieza legal de la Unión Europea que exige la eliminación del biodiésel de palma, deja exenciones. Una de ellas es que se puede importar aceite de pequeños productores, de aquellos que tengan un certificado de sostenibilidad. En este punto cabe preguntarse si se cumplirán los criterios, porque las valoraciones y la realidad en los países productores es otra.

2023, el año en que se eliminará el biodiésel de palma, nos queda muy lejos. Además, los datos de los que partirá la cuenta para ir suprimiéndolo hasta ese año son los de 2019. ¿Pero se está haciendo algo al respecto? ¿Qué pasa con la soja? El Plan Nacional de Energía y Cambio Climático (PNIEC) y el anteproyecto de ley de cambio climático lo esbozan con una mención marginal y poco clara.

Por su parte, los políticos de los distintos partidos deben entender que no basta con afirmar en un discurso de campaña que apoyan la lucha frente a la emergencia climática. Esto no es suficiente ni efectivo: vivimos una crisis civilizatoria mundial y lo que hacemos en el Estado español tiene repercusión en las poblaciones del Sur global.

Es necesario actuar ya: las políticas deben traducirse en acciones medibles, como el acceso a la información, la rendición de cuentas y la creación de partidas presupuestarias que apuesten por una descarbonización real del transporte.

Las personas representantes de los distintos partidos políticos tienen en su mano materializar una transición energética, y conseguir que en 2021 España sea uno de los países europeos que mejor ha llevado a cabo la tarea de eliminar progresivamente el aceite de palma. En mi barrio a eso le llaman voluntad política.

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