Imagina el silencio de la sabana, interrumpido por las llamadas del águila africana o el marramao de los hipopótamos, acompañado las notas coloridas de los martines pescadores. Los perros salvajes están al acecho entre las altas hojas de hierba y cientos de elefantes caminan por el agua.
Esta abundancia de vida florece en el corazón del desierto del Kalahari, conocido como la región salvaje del Okavango. Con una extensión de 2,5 millones de kilómetros cuadrados y abarcando tres países -Angola, Botsuana y Namibia-, la región salvaje del Okavango, que incluye el delta del Okavango, es un punto caliente de biodiversidad en África y en el mundo. Es uno de los últimos lugares verdaderamente salvajes que quedan.
Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, el delta alberga una gran diversidad de aves y plantas, la mayor población de elefantes africanos que queda en el planeta y especies en peligro de extinción como guepardos, rinocerontes blancos y negros y perros salvajes. La región es también la tierra ancestral y uno de los últimos lugares de refugio para los san y otros grupos indígenas del sur de África, mientras que más de un millón de personas dependen del río Okavango para su seguridad hídrica.
Estos ricos sistemas de vida corren grave peligro de sufrir daños irreparables por las actividades de perforación petrolífera de la empresa canadiense Reconnaissance Energy Africa (ReconAfrica). En enero de 2021, ReconAfrica inició las perforaciones exploratorias en busca de petróleo en el primero de los tres pozos de la cuenca del Kavango, aguas arriba del delta del Okavango.
La zona autorizada abarca 35.000 kilómetros cuadrados, una superficie mayor que la de Bélgica, y se solapa con el mayor parque de conservación transfronterizo del continente, el Área de Conservación Transfronteriza de Kavango Zambezi (KAZA, por sus siglas en inglés). Los ecologistas de Namibia, Botsuana y el resto del mundo temen que el proyecto destruya los esfuerzos por limitar el aumento de la temperatura media mundial a 1,5 grados centígrados, utilizando una sexta parte del presupuesto mundial de carbono. Mientras tanto, ReconAfrica se beneficia del 90% de los beneficios, y Namibia sólo recibe el 10% a cambio de la destrucción de su fauna.
Ya en la primera fase de exploración, las prácticas de ReconAfrica están suscitando numerosas preocupaciones entre las comunidades indígenas y locales. La empresa no ha respondido a sus preguntas: por ejemplo, ¿cuál es el plan para las aguas residuales producidas por la exploración y cuáles son las condiciones para unas verdaderas consultas, incluyendo la traducción?
Mientras tanto, en Norteamérica (en el original, "closer to home", pero no me convence "más cerca de casa"), ReconAfrica se enfrenta a acusaciones de fraude en su intento de conseguir financiación de los inversores en bolsa. Según una reciente investigación de National Geographic, una denuncia presentada ante la Comisión de Valores de Estados Unidos (SEC) cita más de 150 casos de declaraciones engañosas por parte de ReconAfrica. La denuncia alega que la empresa recaudó millones de dólares de forma fraudulenta, aludiendo a las afirmaciones de que varios altos ejecutivos vendieron sus acciones mientras ReconAfrica promocionaba las acciones. ¿Cómo podemos esperar más responsabilidad de ReconAfrica si ya está actuando de forma tan imprudente, tanto en su país como en el extranjero?
Como dijo el internacionalmente aclamado científico sudafricano del clima y escritor para la IPCC, el profesor Bob Scholes, tristemente fallecido el 28 de abril de 2021:
"Se van a oír todo tipo de grandes promesas por parte de gente como ReconAfrica, que trata de vender algo, por supuesto... cuando se corre la voz de que hay un desarrollo de un yacimiento de gas, la gente llega a raudales de todas partes y en un desarrollo moderno sólo estamos hablando de (crear) un par de cientos de puestos de trabajo. Los puestos de trabajo altamente cualificados serán ocupados por gente de fuera... pero la gente no lo sabe, se desarrollan poblados de chabolas y cuándo un buen día desaparecen, la burbuja estalla y a la comunidad no le quedan recursos para mantenerse".
La situación de la cuenca del Kavango es una más entre demasiados ejemplos. No solo pone de manifiesto la urgencia de aumentar la responsabilidad de las empresas canadienses en el extranjero, sino que muestra también la falta de medidas para que las empresas rindan cuentas de forma efectiva. Ni siquiera el Defensor del Pueblo Canadiense para Empresas Responsables (CORE por sus siglas en inglés) tiene competencias para investigar los abusos, lo que deja a las comunidades afectadas sin la estructura adecuada para atenderlas.
Como firmante de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, Canadá debería garantizar la protección de los derechos de los pueblos indígenas y de Kavango frente a la exploración y extracción de petróleo y gas en el lugar que consideran su hogar desde tiempos inmemoriales. Sin embargo, su oposición al proyecto sigue siendo ignorada, y sus derechos violados.
Ina-Maria Shikongo, coordinadora de Fridays For Future Namibia y defensora en primera línea contra los proyectos extractivisas, se pregunta:
"Nuestras vidas como pueblo de Namibia no significan nada para poderes corporativos codiciosos como ReconAfrica. ¿Cómo es posible que en el mundo actual una empresa extranjera tenga más derechos sobre nuestras tierras que nosotros, su gente? ¿Qué significa ser ciudadano cuando mis derechos como tal son despojados por una empresa sin ley como ReconAfrica?".
Impulsada por su afán de lucro, la actividad de exploración petrolífera de ReconAfrica en la cuenca del Kavango es un ejemplo más de una nueva amenaza con una larga historia: el neocolonialismo. En lugar del anterior control militar y político, directo o indirecto, por parte de gobiernos extranjeros, las empresas multinacionales se han convertido en las últimas potencias coloniales, que se reparten trozos de África y trabajan para socavar el control democrático de los africanos sobre sus tierras y recursos hídricos.
En el emplazamiento del primer pozo, la bandera de Canadá ondea incluso por encima de la de Namibia, violando la constitución nacional del país que estipula que la bandera nacional debe ondear en un mástil separada de otras banderas internacionales o nacionales.
Mientras se lleva a cabo la perforación del segundo pozo, la Agencia Internacional de la Energía publicó una hoja de ruta para alcanzar la neutralidad de emisiones en 2050. No deja lugar a dudas sobre la imposibilidad de realizar inversiones en nuevos proyectos de suministro de combustibles fósiles y la necesidad de una eliminación inmediata de los proyectos actuales.
Las promesas de Canadá de una regulación climática ambiciosa no serán creíbles si empresas canadienses como ReconAfrica realizan excavaciones para nuevos proyectos de combustibles fósiles. Las comunidades tienen derecho a decir no. Es hora de permanecer unidos para detener la continua explotación de la gente y los recursos naturales de África.
No podemos quedarnos de brazos cruzados, debemos responder a las múltiples llamadas a la acción dirigidas por los pueblos indígenas, las comunidades locales y los grupos de la sociedad civil. Puedes marcar la diferencia para ayudar a #SalvarelDeltaOkavango, luchar por el #MundoQueQueremos y #ElegirLaVida realizando las siguientes acciones:
Firma y comparte esta petición.
Pide a tus organizaciones de la sociedad civil locales que firmen esta carta abierta a los funcionarios del gobierno canadiense antes del 3 de junio.
*Amy Giliam es la directora de la rama africana de Climate Reality Project, André-Yanne Parent es la directora ejecutiva de Climate Reality Project Canadá, Nicolás Eliades Vesga pertenece al Climate Reality Project en España y dirige la agencia de comunicación internacional enfocada en el cambio climático, TheClima.es
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