La pandemia, como el niño protagonista de El traje nuevo del emperador, nos ha mostrado nuestras miserias. La ausencia de políticas públicas en los 26 últimos años de gobiernos populares, acompañadas de una tupida red de corrupción institucional, han desnudado un Madrid intensamente dependiente del sector servicios.
Somos la región más rica de España, pero también la más hostil y desigual. La riqueza generada, a pesar de lo que venden algunos foros mimetizados con el poder regional, no tiene nada que ver con las decisiones políticas de las últimas décadas.
La fórmula ‘administración ausente e impuestos que solo benefician a un ínfimo porcentaje de población’ no ha contribuido en nada a que nuestra región se sitúe en lo alto del PIB de nuestro país. Sí lo han hecho, sin embargo, nuestras infraestructuras, pagadas con los impuestos de todos los españoles, nuestra privilegiada posición geopolítica que conecta varios continentes y el hecho de ser la sede de todos los ministerios y albergar la mayor parte de las grandes empresas de nuestro país -ya en 2002 el 90% de las empresas en bolsa tenía su sede en Madrid-.
El modelo del PP de Madrid se ha quedado obsoleto y viejo, haciéndose profundamente miope. Algo de lo que los populares son plenamente conscientes y por eso, en lugar de ponerse unas gafas que ayuden a ver de lejos y mirar a un futuro en que ya no están presentes, se instalan en la crispación permanente, huyendo de los debates de fondo forzándonos a la dictadura de lo inmediato.
Hablemos de industria. Sabemos que países con industrias fuertes han sufrido menos durante la pandemia. Sabemos que la industria va a ser imprescindible si queremos abordar el futuro desde la clave de los grandes retos de nuestra época: el cambio climático y el empleo de calidad. Pero en Madrid, mientras, nuestra industria ha ido menguando frente a un modelo que favorece la especulación constructora. La única ley aprobada en dos años por el PP ha sido una nueva desregulación del suelo.
Hablemos de impuestos. En Madrid se paga un poco menos IRPF que en otras comunidades, sin embargo, a cambio se paga más por los servicios. En educación, las familias de Madrid pagan un 57% más que la media española. En sanidad, Madrid cuenta con uno de cada cuatro seguros privados del país, un 66% más que la media de España. Lo que no pagamos entre todos, se lo paga cada uno. Por eso, la Comunidad de Madrid tiene los índices de segregación infantil más altos de los países OCDE.
La suma de mala financiación, con una deuda que aumenta día a día, una concepción anarcoliberal de la intervención pública y un entendimiento mamandúrrico de las relaciones entre la política y la sociedad, han venido lastrando una región que, a estas alturas, debería ser un referente europeo y no una capital provinciana. Porque el debate real no es la libertad, de que la ya disfrutamos, y que además ahora solo amenaza la ultraderecha, sino la oportunidad y quiénes pueden acceder a ella. Los derechos, cuando están mediados por el dinero, no son derechos, sino privilegios.
Desde Más Madrid tenemos una propuesta que acompaña la ola verde que recorre Europa, una propuesta progresista, que mira al futuro sabiendo que existen espacios donde la economía, la sociedad y la sostenibilidad son capaces de encontrarse. Donde la colaboración publico privada, en lugar de parasitar el espacio público, se consolida en un círculo virtuoso que prima los recursos públicos al servicio de toda la ciudadanía y no al interés privado.
Una ola que trae oportunidades, estabilidad, sostenibilidad y prosperidad para todas y todos, y no solamente para algunos pocos que ya disfrutan de ella. Tanto la exclusión social, como la amenaza que muchos sienten de perder pie en la prosperidad de la que han disfrutado hasta ahora, son fenómenos profundamente antieconómicos y la verdadera amenaza de nuestra democracia.
Comentarios
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