Hace unos días una buena amiga y compañera me hablaba de una disputa más entre feministas en Twitter. No soy yo la que venga aquí a defender la sororidad mal interpretada, mencionada muchas veces al final como una estrategia de evitar el debate, los disensos, los diferentes enfoques y promover el silencio.
Las dos nos referíamos a conversaciones sobre temas personales o privados que, al final, se hacían públicos, en tuits abiertos y donde hay una pugna por ver quién es más protagonista o escribe el tuit más que cuestionable.
El caso es que mi amiga admitía no reconocer en Twitter el feminismo que había al comienzo y el que hay ahora, y mostraba su preocupación.
"Lejos de las peleas de egos, esto es como un coche, donde todas las piezas son importantes para que funcione. Algunas serán el volante, otra las bujías y otras el asiento, pero todas no podemos salir en la foto", me decía, reflexionando también sobre las disputas de protagonismo interno en el movimiento.
Yo he de reconocer que también me angustiaba hasta que descubrí que el feminismo fuera de las redes dista mucho de la burbuja que, al fin y al cabo, es Twitter. ¿Está bien? Por supuesto, nos ayuda a compartir noticias o articular campañas, pero con el tiempo (para mí) ha sido primordial establecer una red sana, aunque sea más pequeña, y donde los pocos desencuentros o diferencias más personales las hablo cara a cara con mis compañeras.
Hace tiempo me desligué bastante del feminismo en Twitter. Me salí de los grupos donde veía dinámicas tóxicas y me centré en lo que me interesaba. Y es aquí cuando le dije a mi amiga el contraste que me producen esos protagonismos en Twitter frente a la realidad de cientos de mujeres feministas que quizás no están en la red y que trabajan en las casas de acogida, en los centros de recuperación o en las asociaciones feministas.
Y yo me pongo la primera. Cuando estoy con ellas, en esos centros, viendo trabajar a las psicólogas, viendo trabajar con los menores o buscando un empleo para que ellas vuelvan a la "vida" fuera de aquellas paredes, siento que todo lo que hago en las redes o lo que hago en mi trabajo como periodista no tiene ningún valor o, si lo tuviera, es muy pequeño. Ese feminismo y alianza de mujeres que sin protagonismo trabaja para salvar a las que han sido maltratadas es una bofetada de realidad y me emociona y me devuelve la confianza en que sirve.
Cuando a veces tengo la tentación de dejarme llevar por conversaciones en Twitter, donde sé que me voy a buscar un enfado, paro, pienso en ellas, en si esa "pelea" soluciona algo de los problemas de las maltratadas y eso me pone los pies en el suelo. Porque yo, al menos, después de todo este tiempo, he aprendido que en Twitter no se solucionan problemas sino en espacios más pequeños. O será que me pasa solo a mí. En esas casas y pisos, donde las escucho a ellas y a los menores, me quedo en silencio con una cantidad de lecciones impresionantes y sobrecogida por ver los efectos tan profundos de los agresores machistas en esas mujeres y por la capacidad de supervivencia que ellas demuestran.
Quizás me equivoque con todo lo que digo. No quiero con esto desmerecer la actividad en Twitter pero cada vez me siento más lejos de este espacio para construir. O, quizás, es producto también de los linchamientos personales que recibí por aquí y he buscado mis espacios seguros porque me negaba a pensar que el feminismo era esto.
Yo creo que esas asociaciones tan linchadas por partidos y tan menospreciadas por otros hacen un trabajo en primera línea que está muy lejos de este artículo o del tuit que luego escriba. Son esas mujeres, al margen del protagonismo en Twitter o de las redes, las que abren las puertas de las que llegan pidiendo ayuda, las que las reciben rotas, las que escuchan sus angustias y las que las transforman poco a poco para recuperar su seguridad y confianza. Son las que transforman el dolor en una nueva felicidad y una nueva oportunidad de vida.
Aunque sus mensajes no tengan en Twitter cientos de RTs hacen más feminismo que nadie. Al menos es la lección que ellas me han dado. Y yo les doy gracias por sacarme de esta pequeña burbuja y hacerme ver y creer y demostrarme que el feminismo sigue salvando.
Comentarios
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