"Yo estoy muy capacitado para no hacer nada, yo no soy una persona de esas de las que se dice: necesitan estar trabajando porque si no, no se realizan; si yo hubiera sido heredero, habría estado perfectamente sin hacer nada".
Estas palabras del genio Fernando Fernán Gómez, curiosas en alguien que no paró de trabajar como actor, director, novelista e incluso miembro de la Real Academia española, son más necesarias que nunca en estos tiempos de actividad frenética dentro y fuera del trabajo.
La herencia recibida para podernos permitir el lujo de no hacer nada de los que no somos ricos o no tenemos sangre azul se llama "vacaciones pagadas" y no ha sido fácil conseguirla, proviene de muchos años de lucha obrera, y apenas cuenta con un siglo de vida.
En España adivinad quien instauró las vacaciones pagadas, sí, la "peligrosísima" para la democracia Segunda República fue la que aprobó en 1931 la ley del Contrato del Trabajo que ya regulaba las vacaciones remuneradas de siete días para todos los trabajadores.
Unos años después en Francia en 1936, ¡Oh sorpresa! fue un gobierno de izquierdas, el del Frente Popular de comunistas y socialistas el que firmó un acuerdo con los sindicatos tras sus "huelgas alegres", con música y baile en las fábricas, para acabar instaurando las tan necesarias y deseadas "congés payés", vacaciones pagadas.
Si tantos durante tanto tiempo lucharon para conquistar nuestro tiempo libre, seamos agradecidos y toquémonos el higo, o los huevos, cada uno lo que esté en sus manos.
Hagamos un elogio de la ociosidad, como el título del libro de Bertrand Russell que abogaba por desmentir el mito de que el trabajo es una virtud. No deberíamos olvidar nunca esa frase popular que dice que si el trabajo fuera tan maravilloso, los ricos ya lo habrían acaparado.
Porque ya están apareciendo voces pidiendo compatibilizar el ocio y el negocio, el descanso y el trabajo, y vienen, como no, de la mano del ultraliberalismo.
Incluso se ha llegado a crear el neologismo Trabacaciones, tan horroroso en el fondo como en la forma, que proviene del término workation, la combinación de work (trabajo) y vacation (vacaciones), para vendernos este nuevo mantra de ser productivos incluso en nuestro tiempo libre.
Dicen cosas como que "las vacaciones entendidas como una desconexión absoluta ya son cosa del pasado", insisten en que "la separación total de la vida laboral y personal ha desaparecido" o abogan para que "los empleados dediquen parte de su tiempo libre a resolver pequeños asuntos que han quedado pendientes".
Cada una de esas expresiones es una puñalada a nuestros derechos adquiridos, una puñalada ilegal, por otra parte, ya que según el Estatuto de los Trabajadores tenemos derecho a un periodo vacacional anual nunca inferior a 30 días naturales.
Y sí, "resolver pequeños asuntos" es trabajo.
Si tenemos que usar extranjerismos para definir nuestra forma de gestionar nuestro tiempo libre fijémonos más en países de nuestro entorno mediterráneo y adoptemos esa expresión maravillosa del idioma italiano para definir la filosofía de vida que refleja lo dulce que es no hacer nada: Il dolce far niente, que llegó a dar título a una canción de la añorada Raffaella Carrà.
El descanso es necesario para nuestra salud, física y también mental, como hemos podido comprobar este mismo año en el mundo del deporte con los casos de deportistas como la tenista Naomi Osaka, la gimnasta Simone Biles o antes que ellas el nadador Michael Phelp. La presión continua en ámbitos tan competitivos como el trabajo o una competición pueden dar lugar a que "la mente duela" como tan bien lo define López Iturriaga.
No somos deportistas de élite, pero muchas veces nuestras vidas se están convirtiendo en una competición con nosotros mismos y con los demás, en una cadena de montaje de actividades, una vorágine de eventos estresantes, un horror vacui que nos provocan tener un ritmo de vida agotador.
Hasta en la publicidad se nos machaca la idea de que hay que luchar contra el aburrimiento, vivir con intensidad cada momento e incluso nos venden el slogan: "no pares nunca".
Sí, paremos ya, por lo menos durante nuestras vacaciones. Desconectemos, porque todos los que hemos visto The IT Crowd sabemos que lo primero que hay que hacer cuando tenemos un problema es probar a apagar y volver a encender.
Pero por ahora no llenemos nuestras vacaciones de actividades; dejemos la vida pasar, tumbados a la sombra, sentados en una terraza, dándonos un baño en el mar o la piscina, o leyendo un libro, y para esto último tengo la recomendación perfecta sobre el tema de este artículo: "Cómo no hacer nada", resistirse a la economía de la atención de Jenny Odell. Disfrutadlo.
Y recordad: la única presión buena en verano es la de las cañas.
Comentarios
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