Otras miradas

Queremos vivir sabroso

Anita Botwin

Queremos vivir sabroso
Manifestantes del movimiento 15M frente al Congreso.- Eduardo Parra / Europa Press

El mantra solo sé que no sé nada resuena cada vez más en mi interior. No entiendo que no importe el cambio climático, que no se reúnan de urgencia los principales liderazgos políticos y tomen medidas para parar esta catástrofe que estamos viviendo. Nuestro país arde, los bomberos hacen turnos de tres días seguidos en Zamora, quemados y abandonados por sus gobernantes haciendo frente a la tragedia con un operativo claramente insuficiente con una gestión lamentable del PP y Vox. Ahora hay 30.000 hectáreas menos, que se traducirá en una mayor precariedad en la zona, pero también en una deforestación que tendrá consecuencias directas para nuestra salud. La España vaciada se convierte en la España calcinada porque el operativo de incendios todo el año era "absurdo y un despilfarro".

Mientras sobrevivía a la ola de calor con un ventilador de tres al cuarto pensaba en todas esas personas de clase alta que encienden el aire acondicionado a cualquier hora porque no les importa lo que les cuesta la factura de la luz. Eso dijo miss Ana Botín cuando aseguró que había bajado la calefacción en su casa a 17 grados para ayudar a Ucrania. Tal es su desconocimiento sobre la vida y las tareas cotidianas, que no sabe ni a qué temperatura vive. Tampoco necesita saber de sabidurías mundanas.

La mayor parte de nosotros, de clase baja o media baja, no puede costearse algo que a día de hoy es un servicio básico. Hay personas que no podemos hacer una vida normal (si eso existe) sin aire acondicionado, las altas temperaturas nos asfixian y minan nuestra salud y calidad de vida. Pero parece no importar, y yo sigo sin entender nada, querido Sócrates.

Agito el abanico de manera mecánica, sin conseguir mitigar el sofoco ni un ápice, y escucho que "la enorme cantidad de gases de efecto invernadero que ha emitido el ser humano ya permanecerá durante décadas en la atmósfera, con lo que el calentamiento no cederá de momento". Me contraigo del susto. Así que no hay nada que hacer, solo mitigar los efectos, solo hacer que duela menos el golpe. Me pregunto si será tan difícil poner un jardín en los tejados. Según dicen los expertos eso es beneficioso porque retienen CO₂, impiden que dé el sol, retienen el agua y bajan la temperatura.

No entiendo que no se haga nada, que la Puerta del Sol de Madrid vaya a ser una solana donde nadie podrá parar quieto, que igual también es lo que se busca, por otra parte. Producir y consumir, ese binomio tan bien elaborado del neoliberalismo patrio, pero también global. Ahora escucho que cierran 20 de las 37 urgencias de atención primaria de la Comunidad de Madrid y presiento una nueva mayoría absoluta del PP. No importa, se seguirá aplaudiendo a las 20.00 a las sanitarias por su excelente trabajo, a hipocresía no nos gana nadie.

No comprendo que ahora lo subversivo sea votar a la extrema derecha, un voto caprichoso, de reproche, de enfado ¿a qué? Dicen que a la teoría queer y a el elles y al socialcomunismo. Los medios se han encargado de hacer esa contra pedagogía, las fake news han hecho lo propio, y han corrido como la pólvora para desprestigiar al Gobierno, o a una parte de él, pero sobre todo para atacarnos a quienes creemos que otro mundo es posible, una sociedad que prime la justicia social y ambiental, los derechos de las personas LGTBI+, que quiera vivir sabroso y con dignidad como Francia en Colombia.

Si desde arriba no se construyen estas alternativas de vida saludable y sostenible, quizá debamos ser nosotros y nosotras, la sociedad organizada, que desde abajo dé respuestas y alternativas a la vida poco vivible que estamos viviendo. Necesitamos una organización desde abajo ilusionada para que los líderes de arriba perduren y no sean solo pan para hoy, hambre para mañana. Me apetece eso de vivir sabroso, de vivir sin miedo, de recuperar la sanidad pública, proteger nuestros bosques y luchar por la dignidad para todas nosotras. ¿Se apuntan?

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