Otras miradas

Cuando Pedro Sánchez quería pilotar el Enterprise

Guillermo Zapata

Guionista. Ex concejal en el Ayuntamiento de Madrid

Cuando Pedro Sánchez quería pilotar el Enterprise
Foto: Star Trek/ NBC

El Kobayasi Maru es una prueba que realiza la "Flota Estelar" como parte del entrenamiento para formar parte de la tripulación de alguna de las naves de la Federación. La prueba tiene por objetivo afrontar una situación de imposible resolución cuyas dos únicas salidas son la muerte o el fracaso de la misión. El capitán Kirk ha pasado con éxito la prueba del Kobayasi Maru. Una noche antes de su tercer examen se cuela en la sala y hackea el ordenador que tiene que llevar a cabo la simulación, rompiendo con ello la dualidad fracaso o muerte. Hay quién dice que eso es hacer trampas, hay quién dice que eso es lo que lo convierte en el piloto que el "USS Enterprise" merece.

Durante un tiempo, Pedro Sánchez parecía estar dispuesto a pilotar el Enterprise. La realidad le iba a poniendo pruebas y él las iba hackeando, una tras otra. Esos hackeos demostraban una voluntad de poder, un deseo de victoria. A veces hackeaba a su partido y se iba en coche a recuperar a unas bases desencantadas, a veces hackeaba el lenguaje político nacido del 15M y sintetizado institucionalmente en Podemos recuperando una parte enorme del electorado que había perdido el PSOE en favor de la fuerza morada. Su último hackeo es al orden político del 78 construyendo un gobierno de coalición con Unidas Podemos y una mayoría parlamentaria con distintas fuerzas independentistas, que viene a ser como pactar la paz con los Klingons (cosa que, por cierto, también sucede en Star Trek VI: Aquel País Desconocido, que cuenta precisamente el proceso de paz entre los Klingons y la Federación)

La forma en la que el Gobierno abordó la crisis de la covid tiene, con sus matices, mucho de propuesta "a la Star Trek". Se constituyó un mando que daba información cumplida semana a semana de manera absolutamente transparente, se constituyó una suerte de federación autonómica que daba voz a los territorios en términos de igualdad para consensuar -dónde se pudo- o avanzar de forma mayoritaria las medidas, se rompió el consenso austeritario de la década anterior y se construyó de nuevo un lazo europeo basado en la inversión y no en los recortes. Se apostó por la salud pública y, sobre todo, se construyó (o se intentó) una idea común de sociedad.

Habría mucho que discutir y criticar sobre este periodo, pero no estoy hablando de las medidas concretas, o de algunas de sus contrapartidas o puntos oscuros que, evidentemente, existen, sino del tipo de proyecto político e imaginario social que se fue creando. La forma en la que la política estaba navegando el presente.

La idea de comunidad civil basada en los servicios públicos tenía adversarios cuya única defensa era la conspiranoia, las fake news y una suerte de simulacro constante de desestabilización que, a la postre, era un fracaso tras otro y un alejamiento de la idea de país que recogía el sentido común del gobierno de coalición. En ese contexto tan duro se han producido avances legislativos importantes y una idea de Estado como "cuidador", un Estado responsable, que se preocupa.

Y entonces Sánchez decidió prescindir de su tripulación de cabina y sustituirla con la intención de reforzar a su partido, ese al que había hackeado años atrás para evitar la trampa "derrota o muerte". Y poco tiempo después estalló la guerra en Ucrania, la crisis del espionaje, la de Marruecos y en estas últimas semanas como en una cascada de malas noticias: los resultados de Andalucía, la salvaje actuación en la frontera sur con decenas de personas asesinada mientras intentaban llegar a nuestro país, la inflación cada vez mayor y la cumbre de la OTAN.

En ninguno de estos acontecimientos hemos visto al Enterprise por ningún lado, ni su sombra. Más bien se han gestionado con las categorías políticas (y las narrativas asociadas a ellas) propias del periodo anterior. El problema no es ya que dichas respuestas dibujen salidas injustas a las diferentes crisis (con la frontera otra vez como el lugar donde se condensan todas las violencias) sino hasta qué punto son formas de entender el mundo que se ha desintegrado casi totalmente y garantizan la derrota.

Hace unos días en este mismo periódico se preguntaba Jorge Tamames si se puede seguir defendiendo una alianza con EEUU vía OTAN cuando EEUU está en un proceso interno iliberal, el republicanismo post-trump está en alza y su Corte Suprema es una máquina de triturar derechos. En esa trampa estratégica está también la relación con Marruecos y la forma de entender la frontera. La idea de que es en las instituciones internacionales donde ganamos la confianza de la ciudadanía es una idea vieja. Gastada por el tiempo. De un PSOE de los años noventa.

La recuperación del eje izquierda-derecha y la idea de construir la campaña Andaluza en torno a la posibilidad de entrada de Vox en el Gobierno ha consolidado a un Partido Popular fuerte y, sobre todo, le ha dicho a decenas de miles de votantes andaluces que no se molestaran, que no había intención de ganar, sólo de construir una narrativa útil de cara a las generales. En consecuencia, se han quedado en casa. En vez de despreciar ese gesto como "falta de interés" habría que empezar a leer una parte de la abstención como una "pulsión popular" que le está diciendo a los partidos  progresistas, que dejen de contar con cierto voto de manera incondicional.

Por último, y probablemente más importante, la inflación es un covid económico. Todo lo que no sea enfrentarla con la misma contundencia y agilidad con la que se afrontó el covid es garantía de volver a la trampa del Kobayasi Maru: Muerte o Derrota. Explicar que "pasa en todo el mundo" es tan útil como decir que el covid pasa en todo el mundo. La mejor política de comunicación fueron las vacunas y la situación ahora no es muy distinta. La confianza en las instituciones se construye cuando las instituciones proveen, sino proveen manda el mercado y el sálvese quién pueda. Si para proveer tienen que enfrentarse al oligopolio de la energía hay que hacerlo con la misma contundencia y celeridad con la que se afronta la vacuna, los ERTES o el confinamiento. No son medidas radicales si el mundo es nuevo. No hay radicalidad ninguna en hacer que la gente llegue a fin de mes, la alternativa es que no llegue.

Existe sin embargo el riesgo de confundir Star Trek con la prueba del Kobayasi Maru, o de entender que toda acción política se basa en hackear lo existente de forma indefinida. Sea con votaciones parlamentarias rompiendo la mayoría de la investidura, sea con crédito extra de 1000 millones de euros para Defensa en los presupuestos, pero no es por su habilidad para el hackeo por lo que se quiere al capitán Kirk y a la tripulación del Enterprise.

Star Trek sigue significando algo en el mundo de hoy porque habla de progreso, de cuidado, de una sociedad regida por la ciencia, la experimentación, el respeto al diferente, pacífica y cuya máxima es mejorar el mundo, hacerlo mejor. Ese es el legado de Star Trek, eso significa llevar el Enterprise. Para todo lo demás ya tenemos a Feijoo.

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