Este texto es la continuación de Marta y el apocalipsis (I), el relato por entregas del escritor y guionista Guillermo Zapata. Puede leer la primera parte aquí , y la segunda, aquí, o puedes leer este resumen: Isabel Díaz Ayuso anuncia la llegada de Zooooooort y el inicio del Apocalipsis para el mes de septiembre. Marta es contratada por la Dirección General de Eventos Cósmicos No Deseados como "Elegida Para Salvar a las Humanidad". No sabe por qué. Marta tiene como únicas ayudas – vamos a llamarlas así – a Woke, su perro parlante con problemas de masculinidad, a Sero, su dispositivo móvil inteligente, y a Julia, su compañera de piso, una descendiente de las vestales romanas que hace profecías un tanto incomprensibles entre festival de música y festival de música. La investigación sobre Zooooort les lleva a un polígono industrial dónde encuentran a otras seis personas "Elegidas para Salvar la Humanidad", pero – aparentemente – ese es trabajo para una sola persona y esa persona se llama Tres, una chica bastante fuerte que ha decidido resolver el asunto a golpes.
Los acontecimientos de los últimos días le vienen a Marta como flashes de una cámara antigua. Estallan en su cara cegándola como la instantánea de un momento preciso en blanco y negro: Tras gritando "defiéndete" a Marta con gesto de desafío. Marta corriendo como alma que lleva el diablo. Marta volviendo a recoger a Woke. Woke pidiendo que se le deje morir en combate. La madre de Marta llamando a Marta en medio de la huída. Marta escapando contra todo pronóstico (nunca imaginó que el terror pudiera impulsar tanto unas piernas) Marta tumbada en casa intentando procesar lo sucedido. Marta mirando reels de Intagram con entrevistas de Chris Evans. Marta comiendo cantidades indecentes de helado y fuet. Marta entrando en la habitación de Juls para entender qué demonios quería decir la profecía que le había dicho. Marta otra vez en el sofá después de recordar que Juls estaba en su propia gira por todos los festivales de verano de la península. Marta viendo series con una mantita. Woke pidiendo que se le sacrifique tras la humillación sufrida en el combate.
Eso resumía las últimas 72 horas. Eso y un enorme dolor de cabeza fruto del estrés, porque golpes no había recibido ni uno (de nuevo, sorprendente la agilidad que puede poner en marcha el terror). Bueno, eso y muchas preguntas. ¿Entonces había más de un "elegido"? ¿Los "elegidos" se elegían a golpes en una nave industrial de un polígono? ¿Qué había pasado con el resto? ¿Por qué su dispositivo informático súper inteligente no le ayudaba en nada en absoluto? ¿Lo de Zooooooooort era real o era sólo una de esas cosas que decía Isabel Díaz Ayuso, para mantener entretenido a Madrid en una relación toxiquísima de amor y odio?
Como respuesta a la última pregunta... Llamaron a la puerta.
Marta no quería abrir la puerta. No quería hacer nada, en realidad. Su intención era pasar un verano tranquilo sin darle muchas vueltas a la cabeza y especialmente al asunto: "cómo iba su vida". Pero claro, cuando intentas no pensar en algo – como pasaba con Zoooooooort, terminabas pensando en eso, y los pensamientos te asaltaban a navajazos en un callejón oscuro.
Había estudiado algo relacionado con la comunicación. No le había ido mal en la carrera. En algún momento había querido dibujar y no se le daba mal, pero no tan bien como para que aquello fuera una salida profesional. Había tenido seis trabajos y dos novios en los últimos 10 años. A los 22 años tuvo su primer empleo y se dijo que era bueno para ir entrando en el mundillo. Estuvo cinco años, que ya no sabía si era mucho o poco, porque los siguientes cinco trabajos se consumieron en los siguientes cinco años. Todos vagamente relacionados con lo mismo, pero con un perfil tecnológico un poco más acusado que al principio. A veces se decía que tenía el mismo trabajo, pero iban cambiando las funcionalidades del teléfono. Los trabajos como sustento para ir haciendo mientras se dedicaba a "lo que me gusta" habían ida comiéndose "lo que me gusta" hasta el punto de que ya no sabía exactamente que era aquello que tanto le gustaba que no era trabajar. Con los tíos había pasado algo parecido. Rompió con su novio de la facultad cuando parecía que ya no había más posibilidad que casarse. Aquello sonaba horrible y prematuro, y durante un tiempo fueron amigos y estuvo bien, pero ahora ya no. Hacía ya tiempo que no. El segundo novio era un idiota tóxico del que no quería hablar, que le gorroneaba el piso, la pasta y la vida en general, desde entonces había habido una especie de contactos esporádicos y la sensación de que los tíos se habían vuelto cada vez más imbéciles, menos interesantes y más despistados. Pero también tenía la sensación de que la planta carnívora emocional llamada "trabajo" le había dejado las funciones sociales atrofiadas. Hacía memes en una cuenta de IG que tenía un poco de atención, pero no tanta como para ser un trabajo. Todo a su alrededor estaba "bien, pero no tanto". Y se sentía exhausta y aterrorizada con respecto al futuro desde que un día comiendo con sus padres a su padre se le olvidó una cosa tonta e hicieron un chiste sobre que tenía Alzhaimer. ¿Y si era cierto? ¿Cómo iba ella a afrontar aquello?
Navajazos, navajazos, navajazos, navajazos....
– Si no existiera el ministerio de igualdad me habrías dejado morir en singular combate – Le dijo Woke mientras señalaba con la cabeza el cuenco dónde le ponía la comida.
– Y ahora estarías muerto.
– Mejor muerto que deconstruido.
Pensó seriamente en darle una patada, pero optó por ponerle la comida para que se callara.
La puerta seguía sonando. Asumió que tendría que abrirla en algún momento. La mirilla le devolvió la imagen de un joven en la veintena, de buen pelo, ojos grandes y con una sonrisa que no se correspondía a nadie que hubiera estado un buen rato llamando a un telefonillo para que le abrieran una puerta.
– Vengo a hablarle de Zoooooort – dijo el chico. El tono de su voz estaba en las antípodas del apocalipsis. Parecía más bien alguien que saluda desde una playa paradisíaca.
Marta sospechó de inmediato, pero decidió abrir la puerta porque... Bueno, no estaba segura de si aún era "la Elegida" (o al menos una de las varias que parecía haber), pero nadie le había notificado lo contrario y quería seguir recopilando información sobre Zoooooort. También es posible que entre el cansancio, el calor, la confusión y las puñaladas traperas de su propia mente abriera la puerta por pura inercia (una vez más).
– Muchísimas gracias por abrir la puerta y no arrojarme nada – Había sido una mañana difícil para el muchacho.¿Puedo pasar?, me encantaría poder hablar de "Zooooort, el profundo" nuestro señor de la paz infinita.
Marta le hizo un gesto con la cabeza y avanzó hacia el interior del salón.
– Perdona el desorden – le dijo – ¿Quieres algo de beber?
– Agua estaría bien.
El chico se sentó en una silla junto a la mesa del salón. Marta fue a la cocina. Woke se acercó hasta allí.
– ¿Quién es el pimpollo?
– No lo sé aún. Quiere hablar de Zoooort.
Woke se persiguió el rabo con alegría.
– Uh, uh, podemos... Uh.... Podemos atarle, ¿no? Y le muerdo hasta que lo cuente todo.
– Quiere contarlo voluntariamente.
Woke se paró, miro a Marta con sus ojos negros enormes durante unos segundos y luego dijo: "Si no me vas a matar, al menos déjame escapar y que me atropelle un SUV. Quiero morir contra el parabrisas de un SUV, Marta. Concédeme eso".
– Si es necesario te dejaré que le muerdas – dijo Marta, sin la más mínima intención de hacerlo y preguntándose si, en realidad, eso no la alejaba bastante de la posibilidad de salvar el mundo. Salvar cosas y una cantidad inusitada de violencia solían ser dos caras de la misma moneda.
Volvió al salón.
– Pues cuénteme.
– Pues muchas gracias – El entusiasmo de aquel chico era agotador – En primer lugar, ¿sabe usted de la llegada de Zoooooort a nuestro país?. Será a principios de septiembre, pero ya hay habilitado un espacio para sacrificios en su nombre en la sede de la Comunidad de Madrid. ¿A usted le gustaría ser una de esas personas?
– En absoluto.
– ¿No? Quizás es porque no conoce las ventajas de sacrificarse a Zoooooort.
– ¿Tú te vas a sacrificar a Zoooort?
– ¡Por supuesto!
Marta se le quedó mirando, estupefacta.
– ¿Por qué? – le dijo.
– Para acabar con este sufrimiento – La sonrisa era más grande que su propia boca.
– ¿Que sufrimiento? – insistió Marta.
– Pues... Todo esto. Las decisiones, las... las frustraciones, cuando quieres que algo salga bien pero luego no sale bien, la, la, la.... ¡El futuro! Para evitar el futuro, por ejemplo. Si te sacrificas el futuro ya no puede alcanzarte ni hacerte daño. ¿No es genial? Y además está Zooooort. Zoooort es paz.
La paz era una palabra que a Marta le ponía especialmente nerviosa. A ver. Estaba a favor de la paz en un sentido bélico. Paz, ausencia de guerra, todo perfecto, pero paz en un sentido filosófico... Eso le era desconocido y tampoco muy deseable. Había sentido momentos de paz y habían estado bien, pero los había llamado simplemente "calma". ¡Y eran momentos! Eran chulos por ser momentos. Pausitas. Pero la paz en un sentido... En fin, eterno, le ponía los pelos de punta.
– Pero ¿cómo lo sabes? – dijo Marta.
– Viene en el folleto – Le entrego un papel satinado precioso con un dibujo de Zoooort en la portada. Era la modalidad de Zooooort de múltiples tentáculos, pero dibujado de una manera que lo hacía parecer.... Cuqui. Marta se fijó en un detalle del mismo, en la esquina inferior derecha.
– ¿Qué es esto? – preguntó.
– Es el símbolo de Sero Coorp – dijo el muchacho – ¿no?
Al escuchar su nombre, Sero zumbó y saludó con su voz de programa nocturno.
– Dime Marta, ¿qué necesitas?
– Que te apagues – dijo Marta.
Y entonces me miró con gesto de furia.
– ¡Tú! – me dijo.
– ¿Yo? – dijo el muchacho un poco inquieto ante la perspectiva de que le volvieran a tirar algún objeto.
– No, tú no. ¡Tú! – Insistió mirando a la nada, pero dirigiéndose claramente a mí – ¡Habla!
Ehm... Esto no es lo normal.
– ¡Que hables te digo, cobarde! – insistió Marta.
– Por favor, no me pegues – dijo el chico. Woke entró en el salón ante la posibilidad de cierta batalla, aunque fuera con aquel alfeñique feliz pero, en fin, es lo que había. Los tercios no iban a volver a estas alturas de la historia de España.
– ¡Deja de hacer eso! – dijo Marta – Deja de esconderte y da la cara.
Me rendí a la evidencia.
– ¿Me dices a mí? – le dije.
Sonrisa ancha de Marta ante la confirmación de una sorpresa. Gesto de sorpresa de Woke que lo devolvió bien asustado a la cocina. El muchacho se puso de rodillas con las manos en posición de rezo sobre la cabeza.
– Si. A ti – me dijo – Ya entiendo lo que está pasando.
Bueno, eso es más o menos normal, vamos por el capítulo 3, quedan 3. Debería haber algún tipo de... En fin, de evolución en la acción. Aun así, esta interpelación era altamente irregular.
– Pero... ¿Qué quieres? – dije.
– Que cambies la historia – dijo Marta.
[Continuará]
Comentarios
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