Otras miradas

La uberización o el retorno a la esclavitud

Agustín Moreno

Diputado de Unidas Podemos en la Asamblea de Madrid

La uberización o el retorno a la esclavitud
Varios repartidores en Barcelona- REUTERS

Elvira Lindo acaba de publicar una columna que arranca con una evidencia tan grande que ¡oh sorpresa! coincide con el título de un artículo que estaba escribiendo sobre la esencia de la uberización sobre el sector del taxi. La libertad que te convierte en esclavo.

Hagamos un poco de historia. Eric Hobsbawm explicaba que, durante la revolución industrial en el siglo XIX, si algo definía la condición obrera era la profunda inseguridad que tenían como clase: no sabían lo que iban a cobrar, cuánto les iba durar el trabajo, no tenían protección alguna en caso de despido, paro o vejez.

Fue la lucha de los trabajadores la que organizó los sindicatos y partidos obreros, conquistó una serie de derechos y normas protectoras del trabajador. El gran salto para proteger a los trabajadores de la explotación y la arbitrariedad fue el Derecho del Trabajo. Un cuerpo de leyes que regulaba el contrato y las condiciones de trabajo, el salario, la jornada, la protección social y el derecho de huelga. Además de asegurar derechos laborales y un equilibrio entre capital y trabajo, significaba el paso de la condición de súbditos a la de ciudadanos.

La regulación y el Derecho del Trabajo tiene un carácter tuitivo, concepto jurídico que indica que hay que amparar, defender y proteger un derecho y a la parte más débil de la relación laboral. Cuando no se regulan las cosas, se queda al albur de la relación de fuerzas. Eso es lo que ahora está pasando cuando se intenta presentar como algo moderno cuando volver a un pasado donde los trabajadores estaban a la intemperie.

Que una aplicación, un algoritmo decidido por las empresas regule las condiciones laborales, rompe por completo el mismo concepto de trabajo. Podría parecer que esto solo les sucede a los trabajadores que están en los márgenes como, por ejemplo, los riders de Glovo, convertidos en falsos y explotados autónomos. Pero va más allá, la llamada Uber economy crece de forma continua. Un tipo de empresas que conectan al cliente directamente con el prestador de servicios que utiliza plataformas virtuales con efectos demoledores en los derechos laborales. Es todo un universo de trabajos mínimos, precarios y diversos. Minitrabajos que no dan para vivir y que aumentan sin parar la legión de trabajadores pobres. Por no hablar de servicios inquietantes como los que ofrece Uber Health.

En el modelo ultraliberal todo está relacionado. El trabajo precario de usar y tirar a conveniencia del empresario busca mantener a los trabajadores sin relación laboral, en unos niveles de subsistencia y negar los derechos y el Estado de Bienestar. Es la manera de disciplinar a trabajadores convertidos en autónomos, empeñados en llegar a fin de mes como único proyecto urgente. Cuando se tiene que aceptar el chantaje empresarial, aunque suponga una escandalosa explotación, cuando los salarios no te sacan de pobre, los trabajadores no pueden plantearse la mejora de sus condiciones de trabajo y un proyecto de vida alejado de una peligrosa inseguridad. Les lleva a resignarse a vivir entre los dientes de los tiburones.

Un retroceso de tal calibre en los derechos tiene que contar con la complicidad de los gobiernos y con la pasividad de los afectados. La derecha no tiene dudas. En el sector del taxi de Madrid se ha puesto una alfombra roja a las multinacionales de los VTC. Estas, recurren a todo tipo de ilegalidades, incumplimientos de la legislación laboral, sobornos, elusión fiscal y presiones múltiples sobre el poder político para que legisle a su favor. O lo que es lo mismo, para que supriman toda legislación reguladora e impere la ley de la selva. Algunas, como Uber, reconocen obscenamente que son "jodidamente ilegales".

El Gobierno Ayuso aprobó una ley Uber a favor de la desregulación con el apoyo de la ultraderecha en el mes de junio. Ahora intenta aprobar un reglamento del taxi que supone una auténtica barbaridad para justificar la barra libre a la invasión de los VTC por las calles de Madrid. Plantea ampliar los horarios del taxi a 24 horas, suprimir los periodos de libranza, desregular las tarifas a la baja, aumentar las licencias de 3 a 50. Ello va en contra de los trabajadores y autónomos del taxi, pero también perjudica claramente a los usuarios. Es una lógica perversa que en vez de regular las VTC se desregule un servicio esencial como es el taxi. Se suprime el Derecho del Trabajo y la regulación de los servicios públicos para retornar a formas de explotación rayanas a la esclavitud en nombre de la libertad.

Pero el sector del taxi está reaccionando ante tamaño disparate sin dejarse llevar por el desánimo, la resignación o el miedo. De entrada, se ha presentado recurso de inconstitucionalidad ante el TC contra la ley Uber de Ayuso a través de la izquierda parlamentaria. Las asociaciones más representativas (Federación Profesional del Taxi con al apoyo de Élite Taxi y de Taxi Project) han organizado un referéndum democrático con todas las garantías y control notarial para dar la palabra a todo el sector (titulares de licencia, autónomos y asalariados). Los datos de participación y los resultados no dejan lugar a dudas sobre cuál es su opinión. Hay 15.339 licencias en activo, ha habido casi 9.000 participantes y el 96% ha rechazado la desregulación.

El Gobierno de Ayuso no puede hacer otra cosa que aceptar los resultados y sentarse a negociar. Porque la democracia es mucho más que depositar una papeleta en una urna. Ganar las elecciones no da patente de corso para desmantelar la regulación que protege a trabajadores y a usuarios o para liquidar los servicios públicos o el Estado de Bienestar. Si la derecha sigue empeñada en gobernar para cuatro poderosos y dejar tiradas a 25.000 familias del taxi, ello acabará teniendo consecuencias.

Es tan brutal el ataque a los derechos de los taxistas que algo está cambiando en ellos y en su conciencia política. Si su malestar y cabreo se convierte en determinación en todos los frentes y los taxistas demuestran que son capaces de defender también sus derechos en las urnas, las cosas pueden cambiar en Madrid. Solo hace falta un poco de unidad en la oposición para que el electorado tenga claro que la izquierda lucha para defender los intereses de la mayoría frente a los que apuestan por aumentar la desigualdad social.

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