Otras miradas

¡A las Cruzadas!

Marta Nebot

¡A las Cruzadas!
El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, interviene en un coloquio, a 26 de enero de 2023, en Barcelona.- EP

A las Cruzadas que "nos islamizan", espetó de nuevo esta semana el barbudo Abascal. La mayoría del respetable se echó las manos a la cabeza. Según su timeline, hacía dos años que no desparramaba esta soflama disparatada y nauseabunda, contra musulmanes, contra inmigrantes, contra la convivencia y contra la política. La falta de atentados yihadistas no le venía bien; es innegable que este suceso le ha venido de perlas. ¡Ahora hay odio que pescar, dolor que quita el sentido, necesidad de culpable distinto a los míos! Removamos el odio que está calentito.

¿A las Cruzadas?, se preguntó el Nuevo Señor Gallego; el que, como todos, siempre jugó al sí pero no, pero ahora además juega al moderado y lo contrario, todo al mismo tiempo. No, hombre; tanto no, se contestó. No es que España se esté islamizando, pero ahí veo mercado. Gracias, voxero y posible compañero de Gobierno –o no–.

Y, entonces, el Gallego Cabal aprovechó un asesinato para sacar pecho cristiano; para aunar a sus presuntas masas contra un enemigo común, los no católicos. Se sacó de la chistera el conejo más viejo de la historia de los prestidigitadores políticos. Nosotros somos los buenos, los otros lo contrario. No, tampoco es que nos estén invadiendo, como dice mi barbudo seudocercano; es que nosotros simplemente somos mejores y no matamos. ¿Veis como yo soy más elegante que la competencia o presunto aliado?, debió decirse para sus adentros, mientras se gustaba tanto que ni rectificaba del todo cuando se le montó el lío por meterse en la guerra de religiones, a la que las autoridades católicas y musulmanas evitaron acercarse ni con un palo desde lejísimos.   

Los suyos, los del uno y los del otro o los confusos, pensarán –los que estén pensando–: ¡Qué pena que los datos y los hechos no sostengan sus relatos!

Según la RAE, islamizar es "difundir la religión, prácticas y costumbres islámicas".

¿Qué propone entonces el Sr. Abascal? ¿Acabar con la libertad de credo?¿Ponerle una cuota al Islam? ¿No será que lo que quiere es prohibir el yihadismo? ¿No se habrá enterado de que eso ya pasa y está vigilado y perseguido?

Además de dar una entrevista a uno de sus medios afines, cantó en su twitter, preguntándose cuantos como el asesino habrá en España.

La respuesta es sencilla aunque, claro, hay que buscarla y querer encontrarla.

En España viven cerca de 2.200.000 musulmanes –que resulta que pueden votar– y 500.000 inmigrantes indocumentados. De estos últimos solo unos 43.000 son de origen africano; 22.000 concretamente de Marruecos. La mayoría de nuestra inmigración irregular viene en avión de América latina. Cuatro de cada cinco, el 77%, según la Fundación PorCausa, especializada en la cuestión.

Los que saben –y el sentido común– cuentan que toda esta inmigración está mayoritariamente trabajando, sosteniendo nuestra economía y sobre todo nuestras vidas, ya que se dedican a los sectores del hogar, de la hostelería, de la manufactura y de los cuidados. ¿En qué niveles de delincuencia estaríamos si no fuera así, si aquí hubiera medio millón de asesinos desesperados –o veinte mil?

No es muy difícil llegar a la conclusión de que hay muy pocos enfermos mentales peligrosos y fanáticos asesinos entre los inmigrantes y entre todos nosotros. La prueba irrefutable de ello es que seguimos siendo uno de los países más seguros del mundo, con unos índices de homicidios muy bajos –unos 300 al año– y de delincuencia lo mismo.

Y, para hundir el pecho cristiano, hay tantos ejemplos que da vergüenza ajena. Por poner uno de cerca: en Europa el último atentado de un ultracatólico es de 2011 en Oslo y mató a 77 jóvenes. U otro de más cerca todavía: ¿se le habrá olvidado al Sr. Feijóo que la dictadura de Franco se autodefinía como nacionalcatólica y mató a cientos de miles de personas?

En fin, que el primero ya sabemos a qué juega pero el segundo está llevando el galleguismo político a sus cotas más elevadas, a esas cimas inexploradas que esconden sobresaltos inauditos. Todavía es posible que asuste tanto que caiga desde lo más alto o que, puestos a asustar, los suyos se queden con la versión original, la que está imponiendo este tono, que a ella siempre le queda mejor.

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