Otras miradas

Sociología de la coalición y de la frontera

Daniel V. Guisado

Politólogo y asesor político.

Sociología de la coalición y de la frontera
La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, interviene durante un debate de la moción de censura, en el Congreso de los Diputados, a 21 de marzo de 2023, en Madrid (España). Eduardo Parra / Europa Press
21/3/2023

Cuando dos personas deciden compartir sus vidas están creando algo nuevo que les supera a ambos individualmente. La descendencia es la creación más obvia, pero también generan nuevas formas de ser vistos por los amigos, familiares y sociedad. Sus vidas siguen teniendo sentido autónomo, pero hay una primera persona del plural que comienza a conjugarse con los verbos.

Como las personas que mezclan vivencias y diferencias, los gobiernos de coalición también crean una sociología propia; diferente, que no contraria, a los electorados que la preceden y superior, que no mejor, a los partidos que la componen. Este es el destino de toda experiencia de coalición entre diferentes en cualquier lugar y en cualquier nivel (en municipios y regiones menos visibles, pero no por ello inexistentes). También en el Gobierno de España entre PSOE y Unidas Podemos.

Hay pistas y datos que pueden ayudar a creer a los dubitativos. Hay una alta valoración de los diferentes líderes políticos por los partidos implicados en la coalición; el electorado progresista cree que PSOE y Unidas Podemos son más eficaces trabajando juntos en numerosos asuntos; un hecho individual puede desmovilizar al conjunto del electorado; los votos que pierde uno los gana otro en una suma cero...

Es una sociología que puede usarse para sumar o como dique para alejar aún más las orillas que rodean el lago de la coalición. Es, también, una sociología que los que hoy intentan derribarla fueron ayer los que más hicieron por crearla, cuando medios, cuadros y élites rechazaban cualquier entente entre rojos y morados. Y es, por último, una sociología que puede emplearse para acabar con el complejo del pez pequeño, aquel que por miedo a ser devorado legitima y pugna a la vez la labor del Gobierno; un comer y no dejar comer impotente si el objetivo llega a ser alguna vez crecer y no meramente resistir.

Esto es lo que importa a estas alturas de la película, cuando proteger la coalición se ha convertido en el último año de legislatura en la condición de posibilidad para poder revalidarla. Porque tras el primer ensayo de coalición las papeletas de voto siempre se simplifican y todo se reconduce a una pregunta, dicotómica y disyuntiva, sobre la valoración del Gobierno. En diciembre las elecciones adquirirán tintes plebiscitarios: ¿la gente quiere repetir o probar algo nuevo?, ¿ha merecido la pena?

Un enfoque que decidió probar Yolanda Díaz en su discurso durante la moción de censura. Interpelar a esa sociología de la coalición y acabar, como se fijó Guillermo Zapata, con el complejo de la muleta del Gobierno vinculando, para lo bueno y lo malo, su destino a la coalición. O lo que es lo mismo, entender que la única posibilidad de reeditar el Gobierno pasa por enfatizar lo que une por encima de lo que separa. Cuidar esa nueva sociología que ha generado la coalición y usarla como impulso los últimos meses.

Como dejaba entrever anteriormente, otros han decidido llevar hasta las últimas consecuencias ese "pie dentro, pie fuera" que ahora mismo únicamente aleja las orillas de la coalición a cambio de apretar las orillas propias. Es un movimiento propio de aquella formación que, estando desdibujado en la oposición, prefiere intensificar lo que no es para dar una excusa, al menos, a sus incondicionales.

Es un movimiento más propio de la sociología de la frontera. Aquella que, al contrario que con la sociología de la coalición, busca vigorizar las diferencias sobre las semejanzas para cualquier eventual guerra de trincheras. Porque en política personas diferentes pueden acabar en una misma organización, pero votantes que se creen diferentes pueden no votar a una misma papeleta. En 2019, meses después de la ruptura en la Comunidad de Madrid entre Unidas Podemos y Más Madrid, uno de cada cuatro votantes de los primeros ya afirmaba con toda seguridad que no votaría a los segundos jamás. Los roces en política acaban provocando todo menos cariño entre los electores, que tienen una gran capacidad de somatizar las pulsiones de sus líderes.

Existen muchas incógnitas por despejar en el lado izquierdo de la ecuación, pero cabe preguntarse si más allá de listas y primarias existe la predisposición de acordar una nueva cultura política que se centre más en cuidar la sociología de coalición que la de la frontera. O que, como mínimo, no señale públicamente al que discrepa en la estrategia.

La única manera de escribir una columna de opinión dentro de un año bajo la segunda legislatura de coalición pasa por este camino. Todo lo demás responderá a otros intereses legítimos, no cabe duda, pero alejados de cualquier reedición de gobierno. Pero quizás, como Roy Cobby señalaba, las tácticas de algunos tienen más utilidad comercial (marca e identidad) que política (ganar elecciones y gobernar). Los retratos de Gramsci han sido sustituidos por los logos de Patreon. Porque ya que se habla tanto de unidad estos días, habría que preguntar con qué finalidad: ¿juntos para mantenerse en el Gobierno o para ir a la oposición?

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