Otras miradas

Sobre la edad

Marina Merino Redondo

Analista política en Canal Red, ilustradora y estudiante de Ciencias Políticas y Filosofía

Cuadro de Gustav Klimt titulado 'Las tres edades de la mujer'.
Cuadro de Gustav Klimt titulado 'Las tres edades de la mujer'.

Hoy cumplo 23 años y me parece fundamental aprovechar la ocasión para compartir una serie de pensamientos en torno al fenómeno del paso del tiempo en las personas humanas, también a título personal como mujer joven. Entre varias razones, porque en ciertos espacios la infantilización y la misoginia se notan especialmente, pero también porque parece que no puedes hablar de tiempos que no viviste (aunque estés muy formada en ellos, y haya quien sí los viviera que no se enterase ni del nodo -nunca mejor dicho- sobre lo que pasaba), o porque como mujer tengo que llevar entre todos los bártulos de mi mochila social el miedo a cumplir años. Y bueno, aparte del resto de razones de las que aquí hablaré, en general porque cuando una da una simple vuelta al Sol se pone tonta, piensa en muchas cosas sobre la edad, y cree que escribiendo sobre ellas va a servirle de ayuda a alguien para que le dé una vuelta a lo que le interpele o necesite.

Memento mori, tempus fugit, carpe diem... pues vale, lemas que estaban muy chulos cuando no había capitalismo, frases que pone tu padre en el estado del Whatsapp. Pero yo creo que en este tiempo que nos toca hay que echar un poquillo el freno con la que llevamos encima. En todo caso recordaría que vamos a vivir, que el tiempo es relativo (y se expande cuanto más lo disfrutas) y que no pasa nada si no se llega a los días, que a veces no se puede con todo y está bien. Escribe un libro, planta un árbol, ten un hijo, haz la quinta lavadora de la semana, contesta los correos, llama a tu abuela, cómprate otra vez un conjunto que sólo te vas a poner una vez y luego dejará de llevarse, paga el gimnasio, sube una foto, mantén tu alimentación todo con comida real, haz otro trasbordo, la declaración de la renta, busca otro coche de segunda mano... ¿y el regalo de tu amiga? ¿se te ha olvidado? ¿vas a ir sin un regalo y dejarle colgada? vaya desastre, tía. Como diría un famoso programa de televisión de cuyo nombre no quiero acordarme... Reláááááááááájate. Nos bombardean con frases que fomentan nuestro rendimiento, idolatran a las Madres Superheroínas que pueden con todo, premian a la persona más competitiva, tenemos redes que nos permiten consumir y producir contenido cada vez más rápido, todo maquillado de positividad y mensajitos monos. Hay que empezar a hacer ver que la explotación (y la autoexplotación impuesta) no es atractiva. Que ser el que más da el callo no tiene nada de hot. Y que toda esta mierda no nos hace mejores, sino más productivos y carne de cañón del capital.

La edad es un constructo social (sí, yo soy una de esas insoportables que dicen que casi todo es un constructo social, es lo que tiene ser marxista, supongo). El tiempo, por tanto, también lo es. Nuestra veintena, treintena, cuarentena, se articula en base a los procesos productivos y -especialmente las mujeres- reproductivos. Si tienes casi treinta y no te has independizado, mal, deberías tener ya un trabajo y vivir en tu propio piso (ojo que la culpa es tuya, obvio, no de la precariedad laboral y la burbuja del alquiler). Si tienes casi cuarenta y no hay hijos, fatal, porque claramente como mujer lo único que te realiza en esta vida es la crianza y ya andas socarrat. Pero si eres cuarentona y eres madre, ¿qué haces en una discoteca bailando y ligando? Estás ya desfasada... etc. Yo personalmente sobre ser mujer joven y aun así tener pánico a envejecer pero a la vez ser infantilizada en cada lugar que vaya lo vivo un poco como la joven de Schrödinger, ¿es muy niña o es demasiado mayor? Depende de para qué: para ningunearla en cada espacio que pisa, una cría. Para follártela aún cuando le sacas dos o tres décadas, una mujer en mayoría de edad con completa independencia y criterio.

No hace mucho veía un tuit que decía que una chica recibió globos por su vigésimo cuarto cumpleaños pero el número 4 era más pequeño, entonces cumplía venticuatrito añitos. En cuanto me apareció, pensé: "jo, tía, yo también siento que cumpliré venticuatrito años". A veces una se siente muy pequeñita, sobre todo cuando se exige una sobreformación que luego se paga muy por debajo, o cuando para tener una vida estable parece que tienes que pasar por unas oposiciones que si eso te darán plaza como mínimo a los treinta y mientras tanto quedas siendo una estudiante (ah, también que si empiezas a estudiar más allá de los veintipocos, sea cuando fuere, pareces un fracaso). Asimismo, pienso que con veinticuatro años mi madre me tuvo a mí, recién casada, empezando a pagar una hipoteca, poco después de terminar su carrera que le era suficiente para un contrato estable, y al compararme con ella me siento una mierda. Pero creo que compararme solo en eso con mi madre, de entre todas las maravillosas cosas que tenía, o de la mala suerte que vivió en la vida, es ser injusta con ella, caer en la trampa del capital una vez más y minar mi autoestima en base a si encajo en las expectativas de La Familia como institución, del Trabajo, de ser la mujer perfecta. Mi madre era una gran mujer por mil cosas más allá de sus logros pro- y reproductivos, pero su vida no fue un camino de rosas y desde luego que haber conseguido todo eso a los 24 años no frenó que muriese de cáncer con 36. No lo cuento por llorar mis batallitas personales (también me sería legítimo) sino para dejar claro que lo más importante en la vida no es marcar los ticks de la lista de mandatos del sistema, que la relación entre el estrés y malos hábitos (palabras sueltas o diagnósticos vacíos que en realidad apuntan a la alienación y esta realidad inhumana) están cada vez más relacionadas con el cáncer y enfermedades autoinmunes (también en gente joven) y que dejarse la vida en el trabajo no vale la pena, porque el cuerpo no miente y no puede soportarlo todo, porque somos un cuerpo. Merecemos una vida mejor.

También, sobre la madurez, creo que se construye en gran medida en torno al sufrimiento que una persona haya pasado. Respecto a estas frases (sobre todo referidas a niñas) de ser muy madura para nuestra edad, sobre los niños que tienen que crecer demasiado rápido pero eso les honra porque hoy son fuertes y más experienciados... creo que la madurez, el buen criterio y la razón son cuestiones que sin lugar a dudas se ven incentivadas con la experiencia personal y el paso del tiempo, pero el aprendizaje vicario y el  interiorizar las lecciones ajenas existen, y pienso que ligar madurez a mayor sufrimiento es blanquear este último. Pasar putadas no te hace mejor persona ni necesariamente más honorable. No romanticemos ni moralicemos el dolor. Sobre todo porque más allá de estos mensajes, en la vida real sabemos que jamás se ha premiado a los que más han sufrido. Por esa misma lógica, millones de personas en situación de precariedad y penuria deberían considerarse las más maduras y por tanto más respetables, y sabemos que en realidad la única forma de la que se las percibe es como un rebaño al que explotar, violentar, borrar, eliminar si se sublevan.

En cuanto a la edad temprana, ya he hablado de la infantilización de las mujeres pero debo recordar que esta se aplica igualmente sobre los jóvenes, los cuerpos disidentes y en definitiva, contra toda persona que sea un obstáculo para el sistema. Pero creo que la profunda idealización de la infancia, o tomarla como único punto de partida/foco de atención es un problema que nos sobrevuela y de los gordos. Lo vemos en pseudoterapias como el psicoanálisis, en ciertos psiquiatras que sólo atienden a la socialización familiar para explicar Trastornos de la Conducta Alimentaria o buscan traumas donde no tiene que haberlos, en la cultura pop que atiende a estos primeros años como los únicos que explican la personalidad de sus protagonistas, o la reciente tendencia a hablar de nosequé "niño interior" (¿qué niña interior ni qué niña muerta?) desmentido constantemente por psicólogos expertos y divulgadores. Hay infancias duras, claro, otras felices, pero parece que todas tienen que ser necesariamente EL MOMENTO. Lo siento mucho, la realidad es que para muchos la infancia nos pasa sin pena ni gloria y que otros momentos son el triple de esenciales para entender quiénes somos. También me molesta la gente que solo concibe la infancia como algo estridentemente colorido, hiperestimulado, hipervigilado, constantemente feliz. Lxs niñxs son personas también. No hay una sola forma correcta o más estética de vivir la temprana edad, dejemos de asumir que son bobos, que no se les puede ser sinceros por protegerlos (heavy esto), que siempre tienen que ser activos, porque volvemos a pasarles por el filtro de expectativas del capital. Por otra parte, mucha gente habla de la infancia que no se tuvo, pero considero que el problema es la incapacidad cada vez más real de "ser feliz como un niño pequeño". Es importante recordar que la inocencia, la falta de vergüenza y la jovialidad no deberían ser algo a esconder y que solo demostramos con gente de nuestro entorno con la que nos sentimos seguros. Otro mundo lleno de todas esas sensaciones bellas que se extrañan es posible.

Por último, en torno al problema que se hace de la vejez. ¿Cuál es la razón por la que veo constantemente tiktoks de dermatólogos recomendando la mejor crema para evitar el fotoenvejecimiento? ¿A qué se debe el aumento masivo de las operaciones estéticas y procedimientos rejuvenecedores? ¿Por qué Leonardo DiCaprio siempre deja a sus parejas a los 26? Quizá tenga que ver con el profundo miedo colectivo no solo a envejecer, sino sobre todo a aparentarlo físicamente. No es un miedo infundado: las mujeres más allá de su edad reproductiva nos volvemos completamente invisibles, gran parte a causa de que somos concebidas como adornos o mercancía a la que explotar y sexualizar. Claro está que el estigma de la vejez no solamente nos afecta a nosotras, pero sí a las que más. Como mucho, si eres mujer mayor y "estás buena" probablemente caigas en el término "MILF", una categoría pornográfica que de alguna manera fetichiza el atractivo sexual de las mujeres de mediana edad (porque casi nadie más allá de un deseo de meneo se atrevería a reconocer que una mujer con arrugas, por cierto, las justas, y aún con todo bien puesto, es lo idealmente bella). Con esto no niego que también haya un problema en torno a "ser un DILF" o un "daddy", creo que no es tan notorio, pero desde luego pienso que en general hay que darle una vuelta a eso de que solo podamos aceptar que existe belleza según pasan los años bajo el fetiche. 

Acerca del verdadero edadismo (y no que te señalen que sólo te quieras tirar a chavalas a las que duplicas la edad, Juan Francisco) las personas mayores están expuestas a mayor precariedad, soledad, abandono, incomprensión y falta de escucha que cualquier otra persona. Es evidente que a todos nos debería interesar no tanto alargar hasta el extremo nuestra edad, sino morir jóvenes lo más tarde posible. Mi padre siempre dice que lo que más teme es dar por culo mucho tiempo y que por eso trata de cuidarse ahora que puede. Pero a pesar de esto, si bien coincido con él, creo que debemos dejar de asumir que las personas ancianas sólo son un lastre, que la muerte debe aceptarse una vez uno no es útil (qué palabra más terrible aquí) y que las residencias parecen aparca-proto-cadáveres que se recuerdan en algún aniversario o puente. No es un ataque personal a los que hacen esto con sus ancianos, ni una defensa de una de las funciones principales de La Familia (reproducirse para garantizar la estirpe, pero también el ser cuidado una vez uno se vuelva dependiente), sino una denuncia del abandono a los mayores, de la falta de paciencia, de la delegación de cuidados a entes privados o cubiertos por el Estado cuando debería plantearse como una tarea y responsabilidad comunitaria (que no filial o mercantil). La integración de las personas dependientes en la comunidad es una de las más antiguas costumbres humanas, nuestros antepasados no valoraban si querían morir cuanto antes para no molestar a los demás si no podían permitírselo. Quiero dejar claro que una comunidad en la que todos quepamos sin sentir que sobramos es imprescindible, y que determinar la vida en general en torno a lo que producimos es una verdadera desgracia.

Podría estar aquí horas comentando más cosas, como la empatía intergeneracional que parece que solo es obligatoria tener hacia una dirección (jóvenes respetando a mayores, pero no al revés), sobre la memoria y los recuerdos, o de cómo las niñas cada vez son más empujadas a volverse antes adolescentes a causa de la cultura pedófila y del porno en la que estamos inmersos, pero creo que por hoy ya es suficiente. Espero que quede claro quién decide qué es la edad. O más bien, para no personificar al capital, qué es lo que nos atraviesa a todos (aunque desde luego no por igual). Tenemos la edad que producimos, que somos útiles, que mantenemos y que somos explotadas. Pero ante todo, vengo a recordar que un año más es otro año de vida, de oportunidad, de placer, de conciencia y de belleza. Sobre la muerte ya he hablado en alguna otra ocasión, pero recuerdo que tras ella solo permanece el amor que hemos dejado y la conciencia que hemos ejercido. Nadie recordará las horas que echamos en la oficina, ni el dinero que me dejé en cremas solares, ni la operación bikini que peleaste ese año. Si algo queda será la intensidad con la que puedes cuidarte y cuidar, pasar un rato en los vestigios del regalo que es la naturaleza, quedarte una horita más aunque tengas que madrugar, dejar ejemplo denunciando y no consintiendo que te violenten, las conversaciones en el porche al sol con una amiga, el poema que escribiste, el jersey cálido aun siendo feo y con pelotillas de la abuela, la injusticia por la que otras lucharon ayer que hoy se acepta y vive con normalidad, o la primera declaración a alguno de los amores de tu vida. 

En definitiva, insisto en el recuerdo activo y constante de que sólo hay esta vida, que somos un cuerpo que merece ser disfrutado más que encorsetado o aceptado y que un mundo mejor donde se pueda vivir dignamente es posible. Cuidad mientras podáis, porque la ternura y la estima (sobre todo las organizadas) son la mejor arma contra lo que cada vez nos aísla y silencia más fuerte.

"No te rindas que la vida es eso,

continuar el viaje, perseguir tus sueños,

destrabar el tiempo,

correr los escombros y destapar el cielo."

- Mario Benedetti.

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