Tras el gran y excelente estudio demoscópico de 40dB de diciembre, que hasta ahora es el más completo, empiezan a salir encuestas, como esta de Simple Lógica para Diario.es (17/04/2023), con la doble opción de Podemos (6,3%) y Sumar (9,7%), en total 16%; con un 22,7% de abstención y voto blanco/nulo y un 18,6% de NS/NC, que están indecisos y pueden hacer variar el pronóstico final. Similar resultado ofrece las encuestas de cinco consultoras privadas (de derechas) que analiza Endika Núñez (InfoLibre, 16/04/2023) y cuya media es la siguiente: Podemos, 6,1% y Sumar 9,8% (total, 15,9%), con una proporción de 2 a 3; solo que aquí se explicitan los escaños: 9 para Podemos (que quedaría más penalizado por la ley electoral y estaría más interesado en una unidad equilibrada) y 24 para Sumar (a repartir entre 'yolandistas', IU, ECP y MP/Compromís...), total 33.
Las fuerzas del cambio -incluso por separado- con la presencia de Sumar obtienen un resultado solo algo superior al de noviembre de 2019 (15,3%) en porcentaje de voto, aunque algo inferior en escaños (38: 35 de UP+3 de MP/Comp.). O sea, en caso de división, como se aventuraba en la encuesta de 40dB, la presencia de Sumar no facilita incrementar los escaños del conjunto del frente amplio, solo redistribuirlos de otra forma; el aumento de escaños se produce en caso de la unidad del conjunto con la coparticipación de todos y la dinámica unitaria generada. No obstante, la encuesta de 40dB incrementaba algo su porcentaje de voto y les daba 18,7% y 19,3%, respectivamente en caso de unión y de división, y hasta 57 escaños en caso de unión, tal como expliqué en Multiplicar o restar y Una solución pactada para sumar.
En estos meses se reduciría algo la expectativa de diciembre sobre el ensanchamiento electoral; según otras encuestas, incluido el CIS, que todavía no desagrega los datos, el trasvase de electorado socialista de 2019 (y anterior de UP, en 2015/2016), pasaría de 800.000 a 500.000 votos, una volatilidad limitada interpretada por el PSOE con mayor tranquilidad ante la competencia de Sumar (y el intento de neutralizar la fuga por su derecha), que en todo caso conlleva la mayor garantía de la unidad y asentamiento de este espacio a su izquierda para formar el próximo gobierno de coalición progresista bajo prevalencia socialista.
Lo destacable que distorsiona, al igual que en la encuesta de diciembre, es que se adjudican las opciones de voto a Izquierda Unida, Más País/Compromís y a Catalunya en Comú Podem bajo la denominación de Sumar, cuando está claro que las dos últimas se presentan a las elecciones generales como fuerzas políticas autónomas y con sus siglas, como reconoce el director de la consultora. Por tanto, hay que diferenciar, por un lado, Sumar como fuerza política específica y, por otro lado, Sumar como posible paraguas o nombre de la coalición del conjunto, así como la eventualidad del acuerdo de coalición con Podemos.
Ello tiene importancia para valorar la representatividad de cada fuerza política de cara a negociar los acuerdos distributivos en el seno del frente amplio, dando por descontado que hay un consenso general -también de Podemos- en que la candidata común a la presidencia del Gobierno sea Yolanda Díaz. Lo que está en disputa es el equilibrio representativo y de gestión dentro de una dirección colectiva y plural, sin que lo resuelva todo el respaldo compartido a la portavoz del conjunto.
Así, con esos totales y contando con los resultados del estudio de 40dB, y aunque en esta encuesta no hay adjudicación de escaños, no habría mucha diferencia en porcentajes de estimación de voto: MP/Compromís, 1,9%, Podemos 5,9%; IU, 2,4% y Sumar 9,1%. Recordemos el análisis de diciembre todavía vigente. En atribución de escaños, partiendo de la proporcionalidad pura estatal (con decimales) corregida por la aplicación territorial según la normativa electoral, que afectaba a una disminución para IU y un incremento para ECP, o sea una relación invertida, en caso de la unión del conjunto de la izquierda del PSOE, circunstancia que optimiza el acceso de todas las fuerzas a la adjudicación de escaños, salían los siguientes resultados con un total de 57 (entre paréntesis el porcentaje relativo de cada fuerza política): Sumar, 21,3 (37%); Podemos, 17,4 (30%); En Comú Podem, 7,1% (12%); MP/Compromís, 5,6 (10%); IU, 4,1 (7%); Galicia en Común, 1,5 (3%).
Y todavía se puede afinar más con una tercera hipótesis intermedia (aparte de la división dura y una unión óptima) en el caso de una unidad tensionada que aparece en estos estudios, con un avance relativo respecto de la actual composición y un retroceso en relación con las expectativas más positivas, situado en torno a 42 escaños (la referencia de abril de 2019): Sumar, 16; Podemos, 13; ECP, 5; MP/Compromís, 4; IU, 3, Galicia en Común, 1. Esa seguiría siendo la representatividad real y la proporción entre las distintas fuerzas del frente amplio, apenas modificada estos meses, en los que todos los grupos políticos del espacio del cambio y todos actores políticos y mediáticos han implementado sus estrategias para modificarlas a su favor y, en general, en perjuicio de Podemos al que la mayoría vaticina su debilitamiento.
Por último queda la foto de la representatividad de las elecciones autonómicas. Se puede tomar como otro dato indicativo pero sus resultados difieren de unas elecciones generales, donde hay un elemento diferenciador, el factor arrastre de la credibilidad transformadora estatal, del papel del liderazgo colectivo. Afecta, sobre todo a la representación de Madrid y la Comunidad Valenciana, territorios de alto valor simbólico y político y con fuerte división entre las fuerzas del cambio. Así, en las autonómicas pasadas de 2021 y 2019 la proporción era de 3 a 1 a favor de Más Madrid-Equo respecto de Unidas Podemos, en la primera, y de 2 a 1 a favor de Compromís respecto de Unides Podem, en la segunda. Sin embargo, en las elecciones generales la relación se invierte, en 5 a 2 a favor de UP en Madrid y de 4 a 1 en Comunidad Valenciana a favor de Podemos-IU.
En consecuencia, trasladar mecánicamente la fotografía de las elecciones autonómicas, probablemente similares a la anterior, a las generales de 2023 dificulta el acuerdo para unas listas conjuntas, al menos en esas dos zonas. Por tanto, si solo hay un ligero debilitamiento de Podemos, tal como expresan los estudios demoscópicos y los resultados autonómicos no son extrapolables, solo quedan dos opciones: Una, modificar el papel del liderazgo estatal, en este caso de Yolanda Díaz y el equipo de Sumar en favor de uno de los contendientes, Más Madrid/Compromís, desactivando el papel de arrastre el liderazgo anterior de Pablo Iglesias y Unidas Podemos, y poder modificar su proporción desventajosa, consiguiendo su primacía en esos dos territorios.
Otra opción es que todas las partes se sometan a unas primarias abiertas, proporcionales y conjuntas donde se dirima la representatividad de cada fuerza, tal como proponen IU y Podemos, y que podría tener operatividad en zonas en disputa entre ellos como Andalucía y Asturias. No obstante, este sistema de dilucidar la proporción representativa y el acceso a posiciones prevalentes en la composición del grupo parlamentario y posteriormente en los puestos gubernamentales, y definir y gestionar el sentido de la orientación política y de alianzas del conjunto, es rechazado por la dirección de Compromís (e implícitamente, por Más Madrid), que ve ventajas por el apoyo esperado de Yolanda Díaz y el equipo de Sumar para conseguir su primacía, sin el riesgo de una participación abierta en la confección unitaria de las listas.
Si consideramos esa pugna en otros territorios de cierto peso de las otras fuerzas significativas del acuerdo del Turia (Chunta Aragonesista, Mès per-Mallorca y Dragó), ahora con representación parlamentaria de Unidas Podemos en Zaragoza, Les Illes y Canarias y su expectativa de dar un vuelco, no es precisamente un incentivo para pactar unas primarias abiertas con resultados inciertos. La apuesta es clara, apropiarse de la dimensión estatal, desventajosa en la etapa anterior, y forzar a Yolanda Díaz a su parcialidad, cuestionando su papel mediador y unitario para el conjunto del frente amplio, con un proyecto compartido y respetuoso con todas las partes, que es el factor principal para que la unidad y el prestigio del conjunto. Así, se debería sumar en beneficio del conjunto y de las partes, sin corporativismos sectarios y con un equilibrio realista de las representaciones políticas, incluido el sector de independientes acogido específicamente en la sigla Sumar.
En conclusión, aparte de las diferencias estratégicas, políticas y de alianzas, analizadas en otro artículo reciente, Unidad integradora y plural, que fundamentan esta pugna por la articulación de este nuevo frente amplio, el escollo principal que la explica es la falta de adecuación realista de las expectativas y aspiraciones de cada cual a su representatividad y potencialidades relativas, dejando en un segundo plano la ventaja global de un proyecto compartido con un liderazgo coral, plural y unitario. Los intereses corporativos y cortoplacistas orillan el proyecto común, y es imprescindible un reequilibrio organizacional equitativo, participativo y pactado. En ese sentido el nuevo motor transformador y el sentido y la profundidad de la transformación sociopolítica e institucional deberá ser negociado desde esa realidad plural, en sus distintos niveles, desde el liderazgo democrático y plural hasta la articulación del conjunto de bases sociales cívicas y fuerzas progresistas pasando por la institucionalidad y el tejido municipalista y autonómico, convertido todo ello en principio de realidad a valorar colectivamente.
No se trata de decir que 'dos no se juntan si uno no quiere', y echar la responsabilidad al contrario. Es un pretexto para la inacción y un aval para el fracaso. Los verdaderos liderazgos son capaces de dialogar y consensuar una estrategia política y un equilibrio político-organizativo justo y democrático suficiente para avanzar. Las primarias abiertas, proporcionales y del conjunto son un instrumento razonable. En esta ocasión no hay posibilidad de un acuerdo basado en el realismo de la representatividad de cada cual y no hay una posición fijada en las listas electorales ni un cierto consenso del equilibrio esperado final que facilitó los acuerdos en Unidas Podemos.
Al final, con desacuerdos analíticos y discursivos e intereses partidarios contrapuestos, y dada la envergadura de lo que se ventila, las élites de todos los grupos de izquierda transformadora no pueden fallar en la tarea de garantizar el nuevo Gobierno de coalición progresista, más firme, y la consolidación de una nueva etapa de progreso ante la involución derechista. Aunque haya distintas responsabilidades, la crítica popular les pasaría factura y, lo que es peor, dejaría un páramo sociopolítico y cultural que aprovecharan las derechas y sectores poderosos para imponer su involución reaccionaria y neoliberal con retrocesos en derechos cívicos y bienestar social.
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