Otras miradas

La ciudad está en venta: ¡malditos especuladores!

Odón Elorza

Ex alcalde de Donostia-San Sebastián (1991-2011)

San Sebastián no ha escapado de la pandemia que afecta a muchas ciudades atractivas que han descuidado la protección de su identidad y los valores cívicos. Hoy es carnaza fácil para los fondos buitres que compran la propiedad
sobre centenares de viviendas públicas en Benta Berri y otras zonas. Para los fondos de inversión que llevan unos años comprando y vaciando edificios enteros, sobre todo en el Ensanche, para hacer hoteles y más hoteles y
viviendas de lujo.

La ciudad está en manos de quienes tienen dinero y compran pisos como inversión o para dedicarlos a apartamentos turísticos en numero importante por la inacción del Ayuntamiento. De las franquicias que compran lo que se
pone a tiro para abrir más de lo mismo, colonizando la ciudad con sus tiendas. También está en manos de fondos opacos que compran a altos precios grandes locales para abrir más bazares chinos.

Donosti está cambiando, aunque podríamos poner el nombre de otras ciudades. Está perdiendo personalidad, patrimonio local y haciéndose cada vez más una ciudad de franquicias y centros comerciales clonados. Va mutando en
una ciudad temática para el turismo, con pintxos de cocina industrial y personal mal pagado en hostelería. Pero sin capacidad de iniciativa.

San Sebastián, además, soporta el maldito fenómeno de la gentrificación con expulsión de vecinos del centro y barrios próximos porque las rentas de los alquileres hace tiempo que se dispararon. Donosti lamenta la expulsión de sus
jóvenes a otras localidades ante la escasa oferta de vivienda pública en diez años y sin que nadie rinda cuentas.

Es la victoria de una galopante especulación, de un consumismo insostenible de ropas y objetos, de la explosión de supermercados que llenan nuestros buzones y plagan de anuncios los medios, de la imparable desaparición del
comercio local de proximidad dejando locales vacíos y calles tristes, de la insensibilidad de la autoridad por el mal tratamiento del paisaje urbano, del discurso cínico de los que dicen estar preocupados por la sostenibilidad y
montan en bici en días de campaña electoral mientras sus acciones van en dirección contraria al construir, por ejemplo, aparcamientos de rotación en zona de bajas emisiones y desatender la red de carriles bici.

La ciudad observa ensimismada y aún sin rebelarse cómo su Ayuntamiento va a eliminar un espacio que siempre fue verde y libre en la ladera de San Bartolomé para levantar un hipermercado y otro centro comercial. Y lo hará en
un sitio (como parte de una colina) vinculado a la memoria histórica y arquitectónica de la ciudad que forma parte de su paisaje singular.

Me refiero al convento, iglesia, muro y ladera de San Bartolomé. Son elementos protegidos por normas municipales. Sin embargo, el Ayuntamiento, sin alegar una justificación de interés general en la modificación del planeamiento sino por razones de obtener más plusvalías urbanísticas en un territorio ya colmatado por nuevas edificaciones, va a vender a inversores la ladera ajardinada para que levanten un artefacto comercial que va a desfigurar, a mutilar, la visión y el disfrute del conjunto. Se llama desviación de poder.

Creo que se me nota: estoy preocupado y cabreado. Los malditos especuladores quieren que esta ciudad no pertenezca a sus gentes, amantes de la diversidad y de una ciudad abierta y sin exclusiones. Aún recuerdo los años en los que ETA, a sangre y fuego, condicionaba nuestras vidas y la libre convivencia de nuestra ciudad. Pero le hicimos frente y la ciudad no se paró.

Ahora la amenaza es otra, nace con la globalización y viene desde diferente frentes. Pero también debería ser combatida por una ciudadanía que ha de recuperar la ilusión por no perder la dimensión social y cultural de la
democracia cívica. Se acercan las elecciones.

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