Otras miradas

¡Verbena!

Nagua Alba

Psicóloga. Exdiputada en el Congreso

El Real comienza a llenarse, a 22 de abril de 2023 en Sevilla (Andalucía, España). Foto: Joaquin Corchero / Europa Press
El Real comienza a llenarse, a 22 de abril de 2023 en Sevilla (Andalucía, España). Foto: Joaquin Corchero / Europa Press

Es una delicia poder anunciar que la temporada estival ha quedado inaugurada. No ha sido a causa de la crisis climática que ha hecho desaparecer la primavera, no, el pistoletazo de salida esta vez es algo hermoso: han empezado las verbenas. Y es que la esperanza veraniega queda fundada en el momento en que nos cruzamos con la primera guirnalda, pujante promesa de futuras noches de jolgorio en las plazas. Las fiestas populares de ciudades, barrios y pueblos encarnan los mejores recuerdos de aventuras adolescentes, los amores más intensos y las anécdotas más divertidas, acompañándolas de la promesa de todas aquellas que están aún por venir. Se me ocurren pocas sensaciones tan placenteras como las que una siente bailando en una verbena junto a sus amistades, da igual que quien ponga la música sea La Pegatina, Gozategi o Carmen Mari y su acordeón. Durante las fiestas podemos ocupar las calles liberadas de mesas de terraza, salir de los pubs y discotecas y tomar nuestras ciudades y pueblos. Podemos acercarnos a una caseta (o txozna, o carpa, o casal, o posto, o colla...) con nuestros vecinos y vecinas, beber cañas tiradas de manera cuestionable por personas voluntarias (quien no haya sufrido peleando con un grifo de cerveza mientras fríe salchichas en un turno de barra se ha perdido algo agotadoramente precioso) de las asociaciones y colectivos de barrio y comer bocadillos grasientos que nos salvarán de la resaca del día siguiente. Podemos aprender a cocinar bacalao al pil pil en un concurso gastronómico, jugar a la petanca o ganar una carrera de sacos. Almorzar en la pradera, merendar rosquillas en el río o comer un hornazo en Lunes de Aguas.

Pero lo más interesante de las fiestas es que más allá de satisfacer el deseo de bailar, ser felices y crear bonitos recuerdos (misión fundamental, eso sí), tienen un enorme potencial político. Las fiestas pueden ser una puerta abierta desde la que acceder a una oferta cultural a veces inalcanzable para nuestros bolsillos y ser testigos de las actuaciones de nuestros cantantes y grupos musicales favoritos en directo de forma gratuita; las verbenas constituyen un modelo de ocio alternativo al neoliberal que nos encierra en locales privados o nos obliga a sentarnos en terrazas si queremos estar en nuestras calles, un modelo del que las asociaciones y colectivos pueden ser eje central y financiarse para seguir haciendo barrio el resto del año; pueden ser un lugar de encuentro y construcción de comunidad (me contaba mi amiga Miren que el otro día se puso feliz al encontrar bailando al son de la misma música a varias parejas LGTBI, unas cuantas personas jubiladas y vecinos y vecinas de orígenes diversos). Y es que ante el riesgo del repliegue individual en el ámbito privado, son una invitación a la participación en la vida colectiva. Las fiestas pueden ofrecernos sentido de pertenencia y autoafirmación, ser herramienta constitutiva de una identidad que recoja lo mejor de nuestro folclore, tradiciones y costumbres, pero libres de nostalgia, transformándolas, actualizándolas e incorporando a quienes somos hoy (jamás estaré lo suficientemente agradecida al ser humano que inventó la electrocharanga), lo que las hace un campo de batalla ideológica inmejorable. En cada verbena se está construyendo sentido común. Buen ejemplo de ello son esas personas valientes que cada año salen en el Alarde mixto de Irún u Hondarribia, o la valenciana Lía Sánchez Carballo, primera fallera mayor trans de la historia. También las transformaciones que se han dado en lugares como Vitoria-Gasteiz, donde la carrera de burros del día de Santiago ahora es una carrera de barriles (menuda fantasía esto) o el ganso de Lekeitio, ahora de plástico.

Estos días, un delirante pregón de Ramoncín (si alguien sabe qué quiso decir con eso de que la cultura de Madrid se acuna "en el universo del foro, inspirado por el amor", le suplico que me lo explique) me recordaba que a la vez que la temporada de verbenas y ferias, se ha inaugurado también la campaña electoral. Este 28 de mayo se van a decidir muchas cosas importantes en muchos sitios, y entre todo aquello que tendremos que tener en mente a la hora de depositar nuestro voto en la urna, espero que no se nos olviden las fiestas. Votemos para sacar de las administraciones locales a los enemigos de lo popular, a quienes apuestan por el ocio privado, basado en el consumo y la turistificación y apostemos por quienes vayan a cultivar y mimar nuestros festejos, desde los que podamos no solo construir nuestros barrios y pueblos desde abajo, sino ocupar las calles con jarana, ser felices y homenajear el "Verbena" de Novedades Carmiña cuando dice aquello de "viniste de tranqui y se está liando".

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