Otras miradas

La unidad de la izquierda o la balsa de la medusa

Agustín Moreno

Exdiputado de Unidas Podemos en la Asamblea de Madrid

1. El 23 de Julio hay posibilidades de reeditar un Gobierno de coalición progresista. Pedro Sánchez ha convocado elecciones generales anticipadas, después de la derrota de las izquierdas el 28 de Mayo. Es una decisión arriesgada, pero creo que ha hecho bien. Con ello ha pasado automáticamente la pantalla del 28 de mayo a la del 23 de julio y evita al menos tres cosas: que se le abra una crisis interna en el PSOE; tener que tomar medidas que, además de injustas, le hipotecarían de cara al futuro, como prescindir de Unidas Podemos en el Gobierno; y evitar una presidencia de la Unión Europea agónica, con la derecha deslegitimándole con mayor virulencia.

Además de los objetivos anteriores, Pedro Sánchez convoca porque cree que puede movilizar a su favor a ese electorado que se quedó en casa y puede aprovecharse de un voto útil, algo que se podría dar, especialmente, si no hay unidad en torno a Sumar. Pero, sobre todo, convoca elecciones porque ve que es la única posibilidad de seguir gobernando. Hay partido el 23 de julio, siempre que la izquierda analice bien las causas de su derrota en mayo, acierte en su programa estratégico y haya unidad a la izquierda del PSOE para ilusionar y optimizar el voto. 

2. Si analizamos las causas de la derrota del 28 de Mayo veremos que son de una gran complejidad. Pero hay dos cosas claras: se ha votado por lo que no estaba en juego y la derecha está más movilizada que la izquierda. Así ha sido. En la campaña de mayo ha estado presente más ETA, el fraude electoral o las acusaciones de pucherazo, que la defensa de la sanidad y la educación pública frente al deterioro y las privatizaciones o las propuestas sobre el derecho a la vivienda. También es evidente que las derechas han estado más movilizadas. A su electorado les vale la consigna del "a por ellos". La izquierda ha sufrido la maldición de las dos "D": división y desmovilización que van de la mano. No aprendemos la lección. 

3. El triunfo de las derechas extremas harían retroceder a España. De entrada, no tienen otra posibilidad de gobernar que pactar entre ellas, algo tremendo porque supone la banalización de la ultraderecha. Su "programa" de gobierno consiste en acabar con el "sanchismo", que no es otra cosa que deshacer toda la acción legislativa del Gobierno de coalición para hacer frente a las sucesivas crisis y avanzar en derechos sociales y civiles. 

Para saber lo que realmente está en juego, deberíamos planteamos, a lo Gianni Rodari, la hipótesis fantástica de ¿qué pasaría si la izquierda pierde las elecciones? Nos puede dar una idea repasar aquellas leyes, proyectos y medidas que el PP y Vox han votado en contra y que se plantearían derogar. Por ejemplo, la subida del SMI, la subida de las pensiones, el impuesto a la banca y a las grandes energéticas, el tope al gas, la reforma laboral, la LOMLOE, la ley Rider, la ley de Vivienda, la ley de Eutanasia, la ley de Memoria Democrática, la ley de Cambio Climático, la ley Trans, la ley de Protección a la Infancia, la reforma del aborto, etc. Y me dejo por citar muchas otras medidas de los tres presupuestos generales y las 214 leyes aprobadas o los escudos sociales, que también correrían peligro. 

Hasta aquí la acción de piqueta sobre los avances sociales, laborales, fiscales y de derechos civiles. Luego están las agendas neoliberales y privatizadoras que defiende el PP, y los propósitos de Vox de hacer retroceder los derechos de las mujeres, las personas LGTBI y su negacionismo climático. No es ninguna broma un Gobierno de Feijóo y Abascal. Por ello, es gravísima la normalización que muchos medios de comunicación hacen de la ultraderecha heredera del franquismo, machista, xenófoba y negacionista.

Se trata, por tanto, de impedir esta involución democrática en derechos y libertades. Pero como el electorado no se va a movilizar solo por lo que se ha hecho, sino por lo que se vaya a hacer, hay que adquirir compromisos serios con una agenda de transformación social avanzada. Hacen falta propuestas concretas en favor de la mayoría social y del bien común, de la redistribución de la riqueza y de la lucha contra la desigualdad. Y ello pasa por avanzar en grandes temas como el trabajo digno y con derechos, la defensa de los servicios públicos y la ampliación del Estado de Bienestar, el derecho a la vivienda y las soluciones a la crisis climática y ecosocial.  

4. La unidad no es un fetiche, es una cuestión de supervivencia. La unidad es la condición necesaria para ganar el 23 de Julio. La evidencia es que unidos se puede ganar, divididos se pierde seguro. A principio de año escribí esta reflexión en relación con la unidad de la izquierda, que deseo que no se llegue a producir: "Porque si llega un momento en el que dé igual quién tuvo la culpa o quién tuvo más culpa, será la constatación de una derrota conseguida por méritos y sectarismos propios". Quiero ser optimista, pero me cuesta. Porque pienso que todo lo que puede ocurrir ya ha sucedido en el pasado y podría volver a pasar. Luego, se echarían la culpa "los de Negrín y los de Casado". Y dará igual quien tenga más o menos responsabilidad. Sería la prueba de que falta altura de miras, inteligencia política y generosidad de todos. 

Las negociaciones para alcanzar un acuerdo de unidad en torno a Sumar no deben de estar siendo fáciles. Seguro. Y menuda responsabilidad tienen todos. Negociaciones más difíciles aún si no se puede recurrir al comodín de la democracia. El precipitado adelantamiento de las elecciones impide un proceso de primarias que pedía Podemos y que le interesaba más que a nadie a Yolanda Díaz para refrendar democráticamente su liderazgo. 

Las partes de este complejo puzle se arropan con la bandera de la unidad, porque sería mortal el coste de aparecer como responsable de que no la hubiera. Si no hubiera acuerdo, sería una derrota de todos, porque el único objetivo es impedir un Gobierno del PP y Vox. Sería una derrota sin paliativos, como ha pasado en Madrid o en Valencia. Y triste y dudoso consuelo sería conformarse con sacar más votos un partido que otro o por dejar herida de muerte a alguna fuerza política. Porque a partir de ahí se construye poco o nada.

Todas las fuerzas políticas que participen en Sumar tienen que hacerlo de forma digna. También Podemos. Es de justicia. Por lo que suma y también por lo que restaría de no estar. Si no queremos que el 24 de julio estemos haciendo balance de daños, es el momento del realismo, de tener conciencia del peligro que supondría un gobierno de las derechas extremas. Ello nos obliga a actuar de la manera más inteligente y generosa. Lo dicen las encuestas y las proyecciones de voto del 28 de Mayo al 23 de Julio: se puede ganar, siempre que no se baje la guardia y se hagan bien las cosas. El proyecto de Sumar es esperanzador y tiene un buen diseño. Puede servirnos de refugio y ser la fortaleza que frene a los bárbaros. Pero no lo puede estropear la fontanería.

En resumen, voy a pensar que la voluntad de negociación es sincera, aunque también parece que están presentes viejos agravios y ajustes de cuentas. Nos tiene que dar lo mismo. Porque no es aceptable otra cosa que no sea una unidad de todos que mande un doble mensaje: a las militancias de que hay que enjaular el tigre del sectarismo; y a los electores, de que la izquierda del PSOE no es la balsa de la Medusa (NOTA 1). De lo contrario, los supervivientes tocarán tierra en Italia y muchos acabarán dedicándose a ver pasar las nubes. Toca remar todos juntos, no matarnos y comernos los unos a los otros.

NOTAS

  1. La fragata francesa Medusa, naufragó frente a la costa de Mauritania el 2 de julio de 1816. Quedaron 150 personas a la deriva en una balsa construida apresuradamente, la mayoría murió durante los 13 días que se tardó en rescatarlos. Se mataron los unos a los otros, sufrieron el hambre, la deshidratación, el canibalismo y la locura. Solo hubo 15 supervivientes. Géricault inmortalizó el hecho en un gran cuadro que está en el Museo del Louvre.

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