Otras miradas

Vox y la nieta de Mussolini: el fascismo que se volvió neoliberal

Marga Ferré

Copresidenta de Transform Europe

Vox y la nieta de Mussolini: el fascismo que se volvió neoliberal
Un trabajador con alpargata rompe la cruz gamada nazi

Cuando Giorgia Meloni se convirtió en primera ministra de Italia, el fascismo volvió con ella a la tierra que le dio origen y a pesar de que en sus soflamas resuenan los ecos de su admirado Mussolini, no son exactamente lo mismo, aunque sí les une un hilo ideológico que el historiador David Broder resume así en su excelente Mussolini´s grandchildren: "Los viejos activistas juveniles del MSI (organización fascista precursora del partido de Meloni) marcharon hacia el poder no con camisas negras y saludos, sino entre las risas de hombres con traje y corbata". Cambien las camisas negras por las azules y entenderán de qué va este artículo.

Tanto Fratelli d´Italia como Vox son ramas directas de la genealogía fascista de ambos países y aunque pretendan modernizarse alejándose de una simbología reconocible (esos hombres de traje y corbata a los que se refería Broder) no disimulan ni de dónde vienen ni su abierto supremacismo. La novedad, en términos históricos, es que son profundamente neoliberales y es en este aspecto en el que quisiera detenerme, por dos motivos, a mi juicio relevantes para estas elecciones: por la contradicción que les supone y porque esta defensa a ultranza de la doctrina neoliberal es el puente de unión de la derecha tradicional y esta forma de neofascismo, cada día más indistintos entre sí.

Todo para el mercado

La contradicción oculta, sus pies de barro, es que basan su propuesta en una fuerte identidad nacional pero no tienen proyecto económico para el país. Lo que proponen, sotto voce, es la subordinación de España a las decisiones de la OTAN y de la Unión Europea de forma entusiasta, es decir, defienden o asumen el papel periférico de nuestro país en lo político y la privatización de los servicios (muchas veces a corporaciones extranjeras) en lo económico.

En otras y más claras palabras: Vox ha aceptado que seamos un país de servicios, poca productividad y bajos salarios porque, para el fascismo neoliberal que representan, el mercado ha de ocupar todos los espacios de nuestra vida y el Estado, como ente regulador, ha de reducirse a la mínima expresión. Son el sueño de la Escuela de Chicago, su encarnación política más perfecta: Lex Mercatoria (las empresas ante todo y ante todos) y un gobierno autoritario para poder imponerla.

Suplen esta contradicción no hablando nunca de economía y centrando su ideario, exclusivamente, en guerras culturales. Esa es la grieta en la máscara, el roto en su camisa azul, que tras un discurso de identidad nacionalista centrado en el enemigo interno (lobbies LGTBI, los inmigrantes, la izquierda, las feministas, los independentistas y los de la "dictadura climática") no hay proyecto de país.

Lo que pretendo argumentar es que detrás de las guerras culturales del fascismo neoliberal, hay un ataque indisimulado al Estado social y de derecho y eso es, precisamente, lo que nos jugamos en las próximas elecciones ya que, una vez caído el cordon sanitaire (que de facto nunca operó en España), existe la posibilidad de que una derecha radicalizada pueda gobernar nuestro país.

Colaboracionistas

"En toda Europa, las barreras entre las fuerzas de centro-derecha y las de extrema derecha se están derrumbando. Una derecha radicalizada es capaz no sólo de adoptar el lenguaje o las ideas de antiguos partidos fascistas y colaboracionistas, sino también de establecer alianzas con ellos e incluso aceptar su liderazgo. No ofrecen nada, pero polarizan en torno a cuestiones de identidad, cultura y lo que ellos llaman la defensa de la civilización", usando de nuevo a Broder.

Esa defensa de la civilización (blanca y occidental, por supuesto) es un espacio de encuentro, un meeting point de todos aquellos que temen perder su lugar en el mundo. Llega a ser delirante, hasta el punto de que propugnan la teoría de "el gran reemplazo" que sostiene que los inmigrantes van a invadir Europa reemplazando a la población autóctona. Y lo dicen en serio, hasta el extremo de que Meloni llega a hablar de la "extinción del pueblo italiano" como un riesgo real y, aún así, no sé que me provoca más estupor, si los neofascistas o los que colaboran con semejantes causas.

Tengo más que la sensación de que el Partido Popular pretende competir con Vox imitándoles, tanto que algunos de sus líderes llegan a ser indistinguibles por su estilo chulesco, sus exageraciones, su excitación y su recreación paranoide de aquel "enemy within" con el que Margaret Thatcher calificaba a todo el que se le opusiera, en especial si eran clase obrera organizada.

Su tirón electoral me lleva a estudiar el fenómeno de los colaboracionistas en el siglo XX, por puro paralelismo, y he encontrado en un libro de David Alegre quiénes eran sus bases sociales, a ver si les suena: "Hoy en día sabemos que sus espacios naturales de crecimiento, los del fascismo y de los colaboracionistas, fueron las clases medias que se sintieron amenazadas de uno u otro modo por el contexto de incertidumbre propio del periodo, así como ciertos sectores populares atraídos por la posibilidad de integrarse en la comunidad nacional, a su vez que sería la vía para un eventual ascenso en la escala social".

Y añado (de cosecha propia): hoy en día sabemos que no sirvieron para nada de todo eso y sí para sumergir a Europa y a España en su etapa más sombría. Aprendamos del pasado y nunca olvidemos.

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