Otras miradas

No hay una crisis de refugiados: es humanitaria y política

B. Bécares

No Name Kitchen

No hay una crisis de refugiados: es humanitaria y política
Un grupo de refugiados huyendo de Ucrania.- EUROPA PRESS

En las fronteras europeas o, mejor dicho, atrapadas tras ellas, puedes ver a personas golpeadas y llenas de sangre cada día. Esas personas están migrando, están escapando de guerras, dictaduras, conflictos, persecuciones. Vamos, son esas personas a las que llamamos refugiadas, aunque vivan vagando sin refugio. El por qué la gente está en esas fronteras y no volando en un avión (aclaración para la típica pregunta), está explicado infinidad de veces.

Y esos golpes son causados por agentes de policiales de países como Bulgaria, Hungría o Croacia, entre otros, realizan a las personas que están migrando, como parte de las constantes devoluciones en caliente, con violencia incluida.

El tema es que hace unos días volví a Bosnia y Herzegovina, a pueblos muy cercanos a la frontera de Croacia (Unión Europea), donde viví un tiempo largo en 2018 y 2019 y que visité en varias ocasiones después, también en el año 2020 protagonizado por una pandemia y donde se aprovecharon las restricciones para atacar más aún los derechos de las personas refugiadas.

Ya sabía que la violencia en esa frontera se había reducido. Mis compañeras y compañeros de No Name Kitchen que, desde el terreno se encargan de recoger los testimonios de violencia fronteriza contra las personas migrantes, así lo han ido documentando.

Pero lo que pude corroborar es algo que ya sabía: nunca habíamos estado ante una crisis de refugiados como tanto claman los políticos. Las personas que, en este viaje migratorio larguísimo consiguen llegar cada año a Bosnia y Herzegovina o a Serbia, dos de las fronteras del este de Europa más cerca a Europa Occidental, se cuentan por unas poquísimas decenas de miles, según las organizaciones destinadas a contar y hacer estadísticas (normalmente las organizaciones institucionales que son parte de Naciones Unidas).

Llegar a estas fronteras tan cerca del oeste de Europa es difícil porque la Unión Europea ha externalizado sus fronteras más allá para asegurarse que poca gente llegue. En el caso de los Balcanes, está Turquía recibiendo millones de euros para encargarse de que gente de países como Siria, Iraq o Afganistán tengan difícil seguir el camino.

En 2019, 2019, 2020 y hasta ahora, había miles de personas sufriendo por unas fronteras cerradas. En el momento en que las fronteras están algo menos cerradas (hablamos de la frontera con Croacia donde las devoluciones son ahora menos frecuentes que antes, en el resto de países mencionados la violencia sigue como siempre), ya no hay crisis, hay normalidad.

Qué ha cambiado en este tiempo. Una es que Croacia, ese país que está cerquita de Italia, no podía ocultar más todas las torturas a las que estaba sometiendo constantemente a las personas.

A finales de 2021 el Comité Europeo para la Prevención de la Tortura y de las Penas o Tratos Inhumanos o Degradantes publicó un informe corroborando lo que llevamos años denunciando: vieron claros signos de tortura a las personas en tránsito. Este comité nos visitó en Bosnia en 2020 y una compañera los llevó a una fábrica abandonada donde cientos de personas vivían. Cuando llegó y contó a la gente quiénes eran, fueron muchas las personas que se acercaron a mostrar sus marcas de golpes en la piel.

También en 2021 Croacia fue declarado culpable de violar los derechos de Madina Hussiny y su familia por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. La niña fue devuelta en 2017 de forma ilegal de Croacia a Serbia. La policía la dejó en unas vías de tren. Un tren pasó y la mató.

Croacia quería entrar en Schengen en 2023 y comenzó a reducir la violencia a finales de 2022.

Veremos qué pasará en el futuro. En este juego político todo puede cambiar de un día para otro. También puede ser que Croacia quiera que más gente pase y así clamar ante Bruselas que necesitan más dinero para el "control de fronteras".

Otra cosa que me ha quedado clara tras este viaje es que el activismo funciona y que nadie nos diga lo contrario. Las personas refugiadas que te encuentras en estas fronteras nos sorprenden cada día por su enorme fortaleza y resiliencia. Y normalmente no se callan para hablar abiertamente de cómo agentes de policía europeos han atacado sus derechos.

Sin embargo, con el racismo que inunda todo, la sociedad ensordece y se vuelve ciega ante estas denuncias de migrantes. Desde No Name Kitchen apoyamos a darle voz a todo lo que nos cuentan, a llevar estas historias a medios de comunicación, a colegios, al Parlamento Europeo... Incluso el anterior ministro de interior de Croacia, para desacreditar nuestras denuncias, nos acusó públicamente de hacer actividades ilegales.

A veces es desalentador estar día a día recogiendo testimonios y no poder ofrecer ninguna esperanza a la persona que se ha abierto en canal para contarte algo traumático, como es alguna de estas devoluciones con palizas, de que algo vaya a cambiar.

Pero quedarnos parados sí que no va a llevar a ningún cambio.

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