Otras miradas

Remendar la memoria de las mineras

Andrea Momoitio

"No cabe duda. Ésta es mi casa

aquí sucedo, aquí

me engaño inmensamente.

Ésta es mi casa detenida en el tiempo"

Mario Benedetti

 

Vengo de un pueblo de hierro. Del corazón de la zona minera de Bizkaia, de la margen izquierda de la ría, de una zona poblada por gente machacada por el trabajo y el olvido. Gente que se organiza, que protesta, que se esfuerza sin perder de vista a quien no tiene necesidad de hacerlo. Un pueblo que recuerda de dónde viene y, por eso, cuida sus símbolos. "Sangre minera, semilla guerrillera", gritan sus calles.

Jugábamos en la mina sin saber que aquellos inmensos agujeros escondían el expolio y la precariedad de nuestra gente. La minería fue clave en el proceso de industrialización vasca desde finales del siglo XIX hasta su declive durante las primeras décadas del XX. Frente al imaginario popular de 'el minero', una exposición y un libro recuerdan ahora el papel que jugaron también las mujeres en la minería: "Las mujeres estaban en las minas extrayendo y picando el mineral, en los lavaderos de mineral, en el transporte con cestos o como cartucheras, con jornales inferiores incluso a los de los pinches. Trabajos mal pagados y peor vistos porque la masculinización de este mercado de trabajo ponía en riesgo su propia respetabilidad", aseguran en la publicación Burdinazko emakumeak - Mujeres de hierro.

Pero, más allá de buscar las huellas de aquellas que lograron colarse en un mundo mayoritariamente de hombres, este trabajo de la historiadora Pilar Pérez-Fuentes amplía la mirada para entender hasta dónde llegaba la industria de la mina. Las mujeres, entre otras cosas, "facilitaron una habitación y la domiciliación de miles de hombres que iban llegando a estos parajes mineros. Si había cama, había trabajo en la mina. Y ahí estaban las miles de posaderas haciéndose cargo de una mano de obra que necesitaba dormir, comer, que lavasen y remedasen sus ropas".


Pérez-Fuentes es una de las primeras historiadoras en indagar en la memoria de las mineras. En su tesis, Relaciones de género y estrategias familiares en la primera industrialización vasca: San salvador del valle, 1877-1913, incorporó la perspectiva de género al análisis de la industrialización y aquello trajo sorpresas. En una entrevista para Pikara Magazine aseguraba que hasta entonces "el debate historiográfico, con un fondo de más o menos a la izquierda, se situaba entre la interpretación pesimista u optimista de la industrialización". Ella analizó los precios de la vida en aquellos parajes y algo no cuadraba: "Si los salarios eran estos, todos se habrían muerto". ¿Qué faltaba? Faltaba entender y estudiar los trabajos a los que se habían dedicado las mujeres. En muchos casos, el pupilaje. Cuidados, en definitiva.

En la publicación que ha presentado recientemente Pilar Pérez-Fuentes, acompañada de una exposición que podrá ser visitada en los próximos meses en diferentes rincones de la zona minera de Bizkaia, la experta asegura que "toda la producción de servicios necesario para el mantenimiento de los trabajadores" "quedaba en manos de las mujeres y fuera de los circuitos laborales, suponiendo menores costes para las compañías mineras". Este fenómeno no puede entenderse sin entender la naturaleza de la explotación del hierro: "Mano de obra temporal, precaria y descualificada de la que las compañías extraían el máximo beneficio con el menor costo posible".

Miren Llona, doctora en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco, ha analizado también el rol que jugaron las mujeres en la minería. En el reportaje Las últimas mineras, de 7K, recuerda que no es casualidad que la advocación de la iglesia de La Arboleda –una de las zonas más relevantes de la cuenca minera de Bizkaia– sea María Magdalena: "La mujer que está en el límite y a la que Jesús perdona. Las mineras no se sienten identificadas con otras vírgenes más puras, sino con la mujer que está puesta en cuestión, en el límite de la respetabilidad, que trabaja y que tiene un comportamiento viril".


Esta es, precisamente, otra de las claves más repetidas en los distintos análisis feministas que se han llevado a cabo en torno al papel de las mujeres en la minería: las mineras no eran consideradas ni obreras ni mujeres. Las periodistas Teresa Villaverde e Itziar Pequeño, en su reportaje Mujeres del agujero, aseguran que "la épica reconstruida por el movimiento obrero en torno a las luchas de aquella época, que ensalzó la figura del varón, padre de familia, asalariado explotado" dejó a las mujeres relegadas "a un no lugar". Además, siguen, "la cultura obrera compró del discurso burgués la connotación moral negativa de la mujer obrera".

El 29 de abril de 1903, en La Gaceta del Norte podía leerse que "el trabajo de la mujer fuera del hogar perturba la organización social; el trabajo de la mujer fomenta la inmoralidad, la suya y la de su familia. El trabajo de la mujer produce el aniquilamiento fisiológico". Mientras la prensa y los discursos conservadores desplegaban su maquinaria para construir la idea de lo femenino como sinónimo de débil, las mujeres de mi tierra se dejaban la piel trabajando en los agujeros en los que otras jugamos al escondite mucho después. Esas otras que, hoy, recatamos su historia con orgullo para remendar el olvido.

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