Mientras las calles de Barcelona vuelven a llenarse –cuando escribo este artículo no sé en qué cantidades– contra una posible amnistía por lo ocurrido en Catalunya en 2017, me pregunto si esos manifestantes han hecho examen de perdones, revisión de lo que en este país, en esta etapa democrática, se ha perdonado y, por lo tanto, qué es y qué no es perdonable.
1– Perdonamos el franquismo. En otros países las leyes de perdón que hicieron posibles las transiciones de dictaduras a democracias como la nuestra, pasados unos años, fueron revertidas para no dejar impunes a torturadores y a asesinos conviviendo con demócratas. Aquí, casi cincuenta años después, todavía andamos litigando para poder desenterrar a los perdedores y para recuperar algo del patrimonio nacional que los familiares y simpatizantes del dictador siguen usurpando. No es solo que les hayamos perdonado; es que les hemos regalado todo lo que robaron.
2– Perdonamos el 23F, el golpe de Estado militar que en 1981 irrumpió en el Congreso de los Diputados, con los tricornios puestos y pistolas en mano, dando tiros. En 1988 Felipe González indultó a Alfonso Armada, el general cercano al rey Juan Carlos que dirigió aquel ataque armado a la incipiente democracia. La tropa que entró en el Parlamento y zarandeó a diputados no fue ni procesada.
3– Perdonamos el terrorismo de Estado del GAL. Los 27 asesinatos y los secuestros, torturas y extorsiones ejecutados entre 1983 y 1987 por miembros de la Policía, auspiciados y financiados por el ministerio de interior durante el Gobierno de Felipe González. En concreto, José María Aznar fue quién firmó en 1998 los indultos de los máximos responsables encausados, Rafael Vera y José Barrionuevo.
4–Perdonamos a 1.443 condenados en un solo día, el 1 de diciembre del año 2000, a pesar de que los indultos generales están expresamente prohibidos por la Constitución, porque José María Aznar y Jesús Acebes, el presidente y el entonces ministro del ramo, escucharon la solicitud del Vaticano de realizar gestos en favor de la reinserción coincidiendo con la celebración del Año Jubilar. 1.443 son 11 más que los soberanistas encausados a los que la amnistía de hoy podría terminar perdonando.
Éste es el examen de perdones que a bote pronto hago y la pregunta que surge es: ¿de verdad este país puede perdonar todas esas cosas y no puede hacer lo mismo con una Declaración Unilateral de Independencia (DUI) que duró 56 segundos, ya que fue declarada y des–declarada en el mismo párrafo, del que 36’’ fueron aplausos y que se produjo sin dar ni un empujón?
¿De verdad tan imperdonable es lo que ocurrió aquellos días cuando todos los analistas serios reconocen que fue fruto de errores de todas las partes, aunque fuera una la que cometiera los delitos?
1–¿No fue imperdonable recoger firmas contra el Estatut, como hizo el PP, poniendo a unos españoles contra otros, engendrando el independentismo que hace quince años no existía?
2–¿No fue imperdonable no negociar con Artur Mas la reforma fiscal que pedía que habría parado en seco el procés antes de que hubiera comenzado?
3–¿No fue imperdonable que el Estado no interviniera tras la aprobación de las leyes de desconexión previas a la DUI?
4–¿No fue imperdonable haber anunciado por activa y por pasiva que el referéndum del 1 de octubre no se celebraría porque el Estado impediría que tuvieran los medios y lo celebraran con todo lo necesario?
5–¿No fue imperdonable que se cargara brutalmente contra los votantes del 1 de Octubre, en lugar de barrer las frecuencias de internet que habrían impedido comprobar el censo y por lo tanto validar el recuento, como se hizo por la tarde, después de los porrazos?
6–¿No es imperdonable que estén en el banquillo 45 policías nacionales por aquellas cargas policiales pero ninguno de sus mandos?
El perdón funciona. Por eso existen leyes de indulto y de amnistía por todo el globo. Aquí también ha funcionado. Perdonar lo ocurrido en 2017 es el lógico y perfecto abrazo del oso que el momento político requiere y que seguirá mejorando la convivencia en Catalunya y, por lo tanto, la de todos. Hay que buscar la manera de hacerlo impecable sin que los juristas, sean del signo que sean, puedan impugnarlo, como no se impugnaron ninguno de nuestros grandes perdones mencionados.
En contra de la nueva amnistía están los de siempre: los que llevan desde 2017 alimentando y azuzando al dragón del nacionalismo español aunque el del independentismo catalán coma lo mismo y en la batalla entre ambos se fortalezcan los dos bichos. Entre ellos están los Dioses del Olimpo patrio que tanto perdonaron, que no necesitan perdones porque cargaron sus muertos a otros, que jamás piden perdón porque los dioses no se equivocan y si lo hacen no hay nadie por encima para juzgarlos, que se creen tan por encima del bien y del mal como para, habiendo hecho las cosas que hicieron, atreverse a juzgar las que, en estas circunstancias, están haciendo otros.
Lamentablemente los negacionistas de la reconciliación catalana, del decrecimiento del voto y del sentimiento independentista tienen muchos fieles, movidos por la fe y por el miedo, como todos los religiosos.
No asumen que los votantes votan y los partidos disponen, también cuando a los suyos no les toca. Ni Pedro Sánchez dijo en campaña electoral que perdonaría lo que decía imperdonable, ni Feijóo y los suyos advirtieron a sus votantes de las seis comunidades autónomas y los más de 140 municipios que gobiernan que lo harían con Vox y lo están haciendo sin avisarles. Sin embargo, lo primero les parece anatema; lo segundo, lo necesario.
Los más racionales terminarán entendiendo que simplemente los resultados electorales del 23J están cocinando a fuego lento un nuevo perdón que será tan elegido por el pueblo español como los anteriores, porque será lo decidido por los partidos votados que sumen la mayoría que los que están en contra no han logrado.
No asumirlo es lo más imperdonable de todo.
Comentarios
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