Otras miradas

Sumar en Euskadi: un proyecto electoral y políticamente necesario

Andeka Larrea y Edurne García

Portavoces de Sumar Mugimendua

El parlamento vasco en Vitoria, País Vasco.
El parlamento vasco en Vitoria, País Vasco.

La coalición de Sumar Mugimendua, Ezker Anitza y Equo Berdeak combina pluralidad y  diversidad, trayectoria sólida y arraigada en el territorio y una apuesta clara por un cambio para transformar Euskadi

En la historia y en la política –de tradición progresista–  hay momentos eléctricos, momentos de impugnación, momentos de alharaca revolucionaria que logran grandes transformaciones, pero que aún así –todos lo hemos vivido alguna vez– no dejan de ser un poco frustrantes por no cumplir con todas las expectativas depositadas. Hay también momentos de menos pasión, menos arrebato, momentos en los que tan solo la posibilidad de experimentar suena demasiado arriesgada y la tentación de acunarse en lo ya conocido se hace irresistible. Estos momentos, sin embargo, a veces son propicios, mucho, para lograr cambios, de esos que hay quienes tildan de chiquitos, de reformistas, pero que lejos de ello son la llave que abre la puerta a presentes y futuros deseados y deseables, son los que construyen horizontes a conquistar.

En Euskadi, pese a nuestras singularidades, somos conscientes de que los momentos actuales están fuertemente marcados por una resaca conservadora, que al igual que las resacas marítimas, nos arrastra hacia abismos irrespirables. Los resultados del pasado 23 de julio y la constitución de un gobierno de coalición fueron una tabla de rescate, compartida con el resto del Estado, para no ahogarnos en el miedo y la desesperanza.

Al mismo tiempo, gracias a nuestras singularidades, también somos conscientes de que la nuestra es una sociedad que sabe nadar y que empieza a estar ya agotada de tan solo flotar en aguas estancadas. Nuestra sociedad quiere y necesita cambios. Y no solo electorales, también políticos y de profunda transformación social .


Es evidente que en Euskadi asistimos a un agotamiento de la fórmula de gobierno PNV y PSE (en pie, aunque a veces no lo parezca por la invisibilidad interesada de los socialistas, desde 2016). Hace tiempo que la sociedad vasca da muestras de que quiere un cambio. Y lo quiere porque ya no aguanta más el desgaste de unos servicios públicos que eran nuestro orgullo, con el declive, la falta de recursos y el empeoramiento de la atención de Osakidetza, como ejemplo más sentido. Ya no puede seguir renunciando a proyectos vitales y familiares que se hacen imposibles ante el cada vez más acuciante encarecimiento de la vivienda en Bilbo, Donostia o Vitoria-Gasteiz, pero también en pueblos como Errenteria y Santurtzi. Y ya no puede seguir mirando hacia otro lado ante la vital necesidad de adaptarse a la crisis climática y de  impulsar una reindustrialización verde y modelos urbanísticos, de transporte, agrarios y ganaderos sostenibles social y ecológicamente.

Este cambio político exige aire fresco y nuevas maneras de hacer. Se necesita escucha, diálogo, acuerdo y una política de la vida cotidiana. Se necesita una fuerza política vasquista que afronte estos retos desde una perspectiva federal y plurinacional.

En Euskadi se empezó hace meses una negociación para construir una candidatura amplia y unitaria que desembocara en el medio plazo en este proyecto de obediencia vasca. Fruto de ese proceso, hay tres fuerzas políticas que han llegado a un acuerdo. Tres fuerzas, Sumar, Berdeak-Equo y Ezker Anitza, con arraigo, trayectoria y experiencia –organizativa y política, con presencia en el Parlamento Vasco,  ayuntamientos y Juntas Generales–. Tres fuerzas que aportan diversidad y pluralidad, acentos y miradas, estilos, personas y recorridos históricos diferenciados, pero con ganas de trabajar en común por presentes y futuros compartidos.


Esta coalición está liderada por una mujer joven, Alba García, que representa la renovación generacional del espacio político. Una candidata que comparte las vivencias,  preocupaciones y anhelos de miles de personas como ella, una mujer trabajadora en una sociedad patriarcal. Una mujer joven, pero con un compromiso de largo recorrido con la mejora de las condiciones de vida.

Es absolutamente comprensible y legítimo querer resguardarse en lo conocido, en lo que nos aporta seguridad, en la unidad como única herramienta posible de salvación. Muchas personas se aferran a ello sinceramente convencidas de su virtud, de su absoluta necesidad. Lo hacen de corazón. Ahora bien, la unidad - un medio - no puede convertirse en un fin, en una coraza, que nos impida ver y partir de la realidad, de los hechos: 1) la ruptura unilateral con el grupo plurinacional en el Congreso al poco de empezar la legislatura; 2) la falta de respeto y la injerencia madrileña para romper un acuerdo en Galicia –petición editorial mediante del voto para una tercera formación, el BNG-;  3) y por último, una serie de anuncios  meramentes tacticistas, de cara a la galería, tras los malos resultados obtenidos en los comicios gallegos, imposibles de cumplir debido a la falta de autonomía política y jurídica.

La unidad es un proceso social, político y cultural que se logra con trabajo compartido, con ideas nuevas y apuestas de futuro. La unidad se alcanza con buena voluntad, a partir de una disposición de abandonar las desconfianzas y los recelos para construir poco a poco confianza, sin jugarretas ni chantajes. La unidad no puede ser solo una tabla de salvación para quienes han abandonado la voluntad originaria de hacer política en favor de las mayorías.

Otra tentación recurrente en estos tiempos de reflujo reaccionario es la exigencia de retirada en favor de izquierdas independentistas asentadas en el territorio. Una incitación que curiosamente está mucho más extendida fuera que dentro de Euskadi, donde las gentes vasquistas y progresistas, pero no independentistas, ven de forma clara las diferencias cruciales entre ambos proyectos.

Estas diferencias que parecen ser invisibles para los opinadores madrileños pasan en primer lugar por la apuesta por la plurinacionalidad y el federalismo: Euskadi puede y debe seguir avanzando en autogobierno al mismo tiempo que coopera con el resto del Estado. Sumar Euskadi es garantía de esto gracias a su presencia en el gobierno de coalición progresista y a sus alianzas con otras fuerzas políticas.

Además, las personas que componen Sumar han mostrado siempre un compromiso claro en favor de los derechos humanos y han levantado su voz contra todas las vulneraciones de los mismos  vinieran de donde vinieran.

Pero no se trata solo de la cuestión nacional o del posicionamiento en torno a la violencia, también existen diferencias materiales, cotidianas, que pasan por por querer un cambio real o por fiarlo todo a llegar a acuerdos con quienes gobiernan desde hace cuarenta años. En este sentido, es clave la defensa real de la escuela pública frente a la apuesta compartida entre el PNV y EH Bildu por la privada y la concertada y la segregación que esto conlleva. También lo es la cuestión climática y la transición ecológica. Ejemplo de esto es la reciente ley sobre este tema aprobada por las dos fuerzas nacionalistas que no solo no aborda las causas estructurales de la crisis climática, sino que además deja en manos de las multinacionales la producción de energía en vez de apostar por la generación pública y comunitaria. Y, por supuesto, no debe olvidarse el lenguaje compartido entre los candidatos de ambas formaciones sobre las alianzas público-privadas -eufemismo de privatización-. Señales todas de la voluntad, explicitada por Pello Otxandiano, de gobernar con los herederos de Sabino Arana, un "partido progresista" en sus propias palabras.  Su propuesta es, por tanto, solo un cambio de papeletas, pero no de políticas.

Hay quienes estamos convencidos y convencidas de que estas elecciones son el inicio de un cambio político, aún por construir. Quienes creemos que debemos asumir la responsabilidad de representar a un espacio político y uno sectores sociales que sin Sumar Euskadi quedarían huérfanos. Pero, para ello, necesitamos dejar atrás los fetichismos, la tentación de cantos de sirena agoreros y de profecías autocumplidas, la patrimonialización de los espacios políticos y las lecturas de la política vasca en clave madrileña. Estamos en otro ciclo político, menos eufórico, más de construcción, menos épico y más cotidiano, pero no por ello podemos retirarnos al territorio de la nostalgia, de lo que pudo ser y no fue. Igual que tampoco podemos abandonar la responsabilidad de construir un proyecto político cuya principal bandera no son las palabras, sino los hechos para mejorar las vidas de las personas.

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