Carta con respuesta

Es nuestro cine

Ya vuelven a oírse las habituales quejas a las subvenciones (necesarias) al cine español. Habrá que reflexionar seriamente sobre el futuro de la industria del país, pues se ve que los modelos actuales hace tiempo que no conectan demasiado con el público, ni siquiera con los más cinéfilos. Me refiero a que en el cine español se abusa de los mismos modelos, que va más por modas.

JULIÁN JUAN LACASA, Madrid

No entiendo su paréntesis, ¿por qué son necesarias las subvenciones? O mejor, ¿para quién? Que lo sean para quienes las reciben está fuera de toda duda. También las necesitarán (y las agradecerían igual, imagino) los filatélicos, los jugadores de ping-pong o los compositores de jotas. ¿Necesitamos los demás que haya un cine español? Sólo una respuesta afirmativa justifica que tengamos que rascarnos todos el bolsillo para que unos tipos hagan una película. ¿Pasaría algo si España como nación se resignara y se declarara incapaz de producir más jotas, jotas de interés para la mayoría, que "conecten con el público", y capaces de competir con las extranjeras? Pienso que no. Si no hubiera cine español, como no hay poesía épica contemporánea española o autos sacramentales, yo me quedaría tan campante. Si es usted más sensible y sospecha que sería una catástrofe, que estaríamos colonizados culturalmente, que perderíamos algo grandioso y patatín patatán, pues tendrá que apoquinar, en efecto. El problema es que, por ese camino, no se sabe hasta dónde hay que llegar: al final resulta de interés nacional la promoción de la moda, la gastronomía, el encaje de bolillos, las novelas sobre la guerra civil, la fabricación de panderetas o los bailes regionales. Todo español, cultural, nuestro.

Otro cantar es la calidad. El arte remunerado, a sueldo del poder, puede ser malo o bueno, sublime o infame. Hay pesebristas tan ilustres como Virgilio y otros, en cambio, más parecidos a Suso de Toro. Con protección oficial se pueden lograr cuadros de Velázquez o eso que hace Tàpies. Bajo el peso de la adulación hay quien escribe como Philip Larkin o como César Antonio Molina. Si algo salta a la vista es que el resultado artístico es impredecible, nada tiene que ver con los medios; nada espera tampoco del sufrimiento. Ya se sabe que invertir pasta en arte es una lotería, no sirve de nada quejarse luego del resultado.

Si la respuesta a la primera pregunta es afirmativa (¡Sí! ¡Queremos nuestro propio cine nacional! ¡Y también jotas de producción propia!), ya que pagamos, pues habrá que jurar que es bueno y que nos gusta, ¿no le parece? Como decía el Departamento de Estado americano de cierto dictador financiado por ellos: sí, vale, es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta.

RAFAEL REIG

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