Carta con respuesta

No todo es fútbol

La consecución de la Eurocopa de fútbol pone a nuestro país, en lo que a deporte profesional se refiere, en un primer plano mundial. Y me pregunto yo por qué será. ¿Tenemos una raza especialmente adaptada para vencer en circuitos de motos, en pistas de tenis, en campos de fútbol? ¿Existe en nuestro país una política deportiva de una calidad fuera de lo común? Yo pienso que no. Sin embargo, si nos fijamos en los salarios de nuestros deportistas profesionales, ahí sí podemos detectar un hecho diferencial. Ahí puede estar el quid de la cuestión. Si quisiéramos que el resto de las actividades cosecharan los mismos éxitos que el deporte profesional, ¿no sería recomendable que a todos los trabajadores españoles se nos subiera el sueldo a niveles semejantes a los de los deportistas profesionales? Yo creo que la cosa no tiene vuelta de hoja. A ver qué dice don Pedro Solbes de esta medida que propongo.

MARIO LÓPEZ SELLÉS MADRID

Me temo que, si depende de Solbes, con 400 euros vamos que ardemos. Se podría hacer otra cosa: conceder una atención semejante a otras actividades, aunque no intervenga en ellas un balón de fútbol. No digo que ganar una Eurocopa carezca de importancia, pero no es lo único que existe. ¿Por qué no se tratan igual los triunfos españoles en otros ámbitos? Quizá no sea indispensable parar la Castellana y salir con banderas, pero un poco más de atención

merecen quienes no hacen deporte.

Éxitos sí que obtienen muchos españoles en muchos ámbitos: lo que pasa es que nadie se entera y la vida corriente no se interrumpe si un español desarrolla una ecuación, gana un campeonato de ajedrez o el título mundial de póker.

Cuando le comunicaron que había obtenido el (muy merecido, creo yo) Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez estaba exiliado en México (el Ejército colombiano sospechaba que tenía contactos con la guerrilla). Sin embargo, el presidente Belisario Betancur fue el primero en felicitarle y fletó un avión para la delegación colombiana. El Instituto Colombiano de Cultura (ahora Ministerio), con su directora al frente (Aura Lucía Mera), se llevó a Estocolmo hasta al maestro Rafael Escalona, para que aquellos suecos oyeran acordeón y vallenatos. Cuando le dieron el (nada merecido, a mi modo de ver) Nobel a Camilo José Cela, aunque no estaba en el exilio, el presidente (Felipe González) le regateó la felicitación. A la entrega del premio en Estocolmo ni siquiera se molestó en acudir el ministro de Cultura, Jorge Semprún. Puede que a Semprún le cayera gordo Cela. No me sorprendería: a mí también me caía muy gordo (pero yo no era ministro ni tengo planes inmediatos de serlo). Si Cela hubiera sido futbolista, ¿habría pasado lo mismo?

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