Había en una charca unas ranitas que se dedicaban a trabajar para mantenerla siempre limpia y vivían estupendamente. Un día las ranitas se volvieron perezosas y dejaron de trabajar: la charca se llenó de suciedad y fue invadida por miles de mosquitos que las mataron a todas. Nos hemos vuelto perezosos y dejamos que otros hagan el trabajo por nosotros, en este caso el producir lo que consumimos. La consecuencia es que estamos siendo invadidos por los productos y personas de otras culturas, de quienes obtenemos todo a muy bajo precio, a cambio de venderles nuestra alma o, lo que es lo mismo, nuestra capacidad de trabajo, creatividad y satisfacción espiritual por lo logrado con nuestro esfuerzo.
CARLOS CARRETERO LEGRÁN. MADRIDNo hablaría yo de pereza, sino de explotación. Unas pocas ranas nos repartimos el resto de la charca e implantamos un régimen de explotación colonialista. Más o menos veinte ranas tenemos el ochenta por ciento de los recursos de la charca, mientras que las otras ochenta ranas ahí están, explotadas y papando moscas. Los mosquitos letales esos que dice los hemos mandado a la parte pobre de la charca, donde todavía se mueren de malaria, por ejemplo. No sé si la fábula tiene moraleja: confío en que algún día haya una rebelión en la charca y las ranas pobres nos invadan y nos obliguen a repartir de forma igualitaria, aunque sea a palos.
Si se refiere a la inmigración, a mí me parece más sencillo: en lugar de explotarles por control remoto, traemos a las ranas pobres a nuestra parte de la charca para explotarlas en vivo y en directo, y que nos hagan por dos duros el trabajo sucio. Algunas vienen sin nuestro permiso (como si lo necesitaran: la charca es de todos), pensando que conseguirán prosperar. Qué ranas ilusas: aquí les damos su merecido, que le pregunten a Herr Rubalcaba.
Cualquier rana capaz de explotar a otras ranas, o capaz de mirar para otro lado, ya no tiene un alma que llevarse a la boca, por más que hable de ella. Ya puede repetir como un conjuro solidaridad, comercio justo, respeto, solidaridad de nuevo: da igual, rana explotadora se queda. Nos quedamos, por supuesto.
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