Rosas y espinas

¿Y Vox, qué pensás de mí?

¿Y tú qué piensas de Vox?
¿Y Vox, qué pensás de mí?

(La Pepa)

No se dan cuenta los partidos tradicionales y modernos de que Vox son ellos. La desalfabetización de nuestro lenguaje político nos ha llevado a Vox, no es que Vox haya venido a nosotros. Ya estaba. No hay nada más fácil que idiotizar a los votantes: nos basta con que nos priven de la inteligencia de los votables. Y eso es lo que nos ha pasado en Andalucía, en Europa. Y no de repente.

La estercolarización del discurso, de la dialéctica política, hace que cualquier soflama sea digna de tener en cuenta. A nadie con dos dedos de neuronas y otros dos de whisky se le escapa que el "a por ellos" de Vox no es menos zafio que el "andaluces y andaluzas" rociero e infinitamente repetido de Susana Díaz. Se dicen cosas más inteligentes, más conciliadoras, más elaboradas y más profundas en las tabernas y en los salones que en los parlamentos. Esa es la tragedia política de España. Y de Europa. Menos mal que nos queda Portugal.

Cuando uno te dice una gilipollez y otro una tontería es difícil elegir a quien votar. Votas, entonces, con los intestinos, cagando el voto. Y votas a Vox. O dejas de votar. Sintomática ha sido la reiterada alusión a una referencia cultural tan andaluza como Juego de tronos por parte de varios candidatos en esta campaña.

Teresa Rodríguez nos pidió a los votantes nuestro sufragio con bellos discursos, cargados de epistemologías de toda laya, en los que aseguraba que ella era la Khaleesi y "sus tres dragones" en lucha contra la Cersei Lannister que representaba Susana Díaz. Yo seré un paleto, pero no sé, ni quiero saber, quién coño son Khaleesi, sus tres putos dragones ni la pérfida Cersei. Esos referentes culturales me vadrían para un juego preadolescente de roll, no para decidir el futuro de mi tierra. Sé de algunos otros andaluces qué sí me podían haber guiado en este debate: sé de Averroes, Lorca, Juan Ramón, Trajano o Séneca; de Góngora, Lola Flores o de Bécquer; de Picasso, Machado, Falla o Aleixandre; y, por supuesto, de Paco de Lucía y del Camarón. De ninguno de ellos he oído hablar en esta campaña, salvo en alguna alusión a las fosas y eso y tal, lo de las fosas.

El Partido Popular, por su parte, inició la campaña celebrando una comida con Juanma Moreno y Pablo Casado en un McDonalds. Brillante mensaje para un país en que muchos niños pasan necesidades, pero donde un 40% de los pequeños padecen sobrepeso u obesidad, según la Organización Mundial de la Salud. El pescaíto hubiera sido más educativo, más populista (en el buen sentido), más culto y más sano.

Sugiere Susana Díaz que el PSOE ha sido castigado por su actitud dialogante con los indepes. Nadie se plantea que, quizá, algunos socialistas abandonaron a Susana Díaz después de su golpe íntimo contra Pedro Sánchez. Socialistas que creen que lo de Catalunya solo es solucionable hablando con los indepes, y no quieren más susanas ni más barones interfiriendo y proclamando guerra. Esas abstenciones, de existir, también alimentaron a Vox. Pero nadie se encargó, en campaña, de explicarnos el asunto.

Ahora todos andamos tertuliando de dónde ha salido Vox, por qué y cómo ha salido Vox, y solo pasa que Vox estaba dentro de toda esa vacuidad que la tronidez política ha ido alimentando. Nuestro gobierno de izquierda ni siquiera ha tenido el valor de derogar la ley mordaza. Eso es Vox. Nuestro gobierno y sus aliados también son Vox. La exaltación de la incultura engalanada de censura: que hoy comparten nuestros representantes de PP, PSOE, C´s, UP y las demás siglas que mantienen esa ley en los legajos hoy, ahora.

A vosotros, que nos robáis la cultura, por favor, que al menos esa cultura robada se os note un poco. Si no, vamos a seguir votando a Vox, que nos ofrece lo mismo: palabras, palabras estúpidas, vacías palabras macdonaldianas y troneras.

PS: ¿Qué pensarán, de nosotros, los de Vox?

 

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