Rosas y espinas

'Al rojo muerto'

Dice la encuesta de Tezanos que más del 40% de los españoles aun no tiene decidido su voto. Hay tanta y tan exquisita variedad de siglas a elegir, que andamos como un niño ante al que acaban de abrir una caja de bombones variados. Y, para colmo, se viene a añadir un nuevo panorama que dificulta aun más elegir la papeleta. Y es que, por fin de manera impúdica, las grandes voces del periodismo patrio han decidido también presentarse a las elecciones a su manera.

La bronca deliciosa que presenciamos ayer entre Antonio García Ferreras y Pablo Iglesias superó con creces cualquier debate de campaña que podamos soñar. Y Julia Otero, en su onda, se marcó una diatriba ante Pablo Casado que le borró por una vez la sonrisa inmarcesible de yerno perfecto.

El griterío granhermanesco llegó a los corrillos políticos de la tele hace ya tiempo. Los candidatos ya no saben si están pidiendo el voto o mendigando share. Lo supo entender muy bien Pablo Iglesias en su meditada y calculadísima arenga de Al rojo vivo. Se alzó con un trending topic laureado con el que no soñaba desde que los chicos de Podemos empezaron a aburrir a la audiencia y se vieron eclipsados por la novedad testosterónica de Vox, por la zafiedad casi humorística de Juan José Cortés y por los toreros candidatos. El duelo en barro con camisetas mojadas es el sustituto ideal de la dialéctica. Se decía antes mucho que en España no se lee. Era como una enseña de identidad nacional. Ahora yo creo que se puede decir también que en España no se piensa.

Los grandes o pequeños proyectos políticos que se puedan expresar no tienen cabida en este show incesante que ha colapsado televisiones y radios. Tan solo en los periódicos, en algunos periódicos, sobrevive alguna que otra pieza de profundidad que contenga atisbos de proyecto de país. Sin embargo, este debate abierto en canal por Iglesias, sobre el papel de los medios de comunicación y su responsabilidad, creo que es de lo más interesante que nos ha sucedido en muchos años. Sobre todo si la audiencia se detiene a meditar sobre él y no se queda en un gag más a añadir a los cientos de ellos que se emiten cada día.

No sé hasta qué punto se habrá abierto la veda contra los, hasta ahora intocables, grandes gurús de la información de masas. Pero está muy bien para conocer quién nos está informando o desinformando. Al rojo vivo, y en general La Sexta, había conseguido con bastante fortuna convencer al televidente de que estaba comprando izquierda, rojerío y bolchevismo. Pocos se paraban a pensar que detrás de esta cadena estaba el muy conservador grupo Planeta, de ideología seguramente mucho más cercana a Vox que a Podemos. También es innegable concederles que la enorme calidad de muchos de sus productos fomentaban la pluralidad y daban voz a una progresía que estaba enormemente silenciada hasta ahora. A Ferreras lo que es de Ferreras. Y por Planeta he leído a algunos de los autores más brillantes de la literatura contemporánea. Ni Al rojo vivo ni Al rojo muerto, por tanto. Pero conviene saber de qué manantial efluyen las aguas que se beben. Y esta guerra abierta por Pablo Iglesias la otra mañana puede ayudar mucho. Para estar bien informado, es imprescindible saber quién te informa.

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