Rosas y espinas

Tezanos o deshojar margaritas

José Felix Tezanos, presidente del CIS. / Kiko Huesca (EFE)
José Felix Tezanos, presidente del CIS. / Kiko Huesca (EFE)

Se ha montado gran revuelo y sorprendente algarabía con la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas. O sea, el denominado vulgarmente desde hace unos años como el CIS de Tezanos.

Este último CIS de Tezanos da como ganador de las elecciones al PSOE, con un 31% de votos frente al 29,6 del PP. Y coloca a Sumar casi cuatro puntos por encima de Vox (15,5% / 11,7%). A la izquierda se le ha aparecido un unicornio azul, viene a decir la encuesta. La Tierra, sin Feijóo ni Abascal, volverá a ser redonda. No tendremos a una sargenta con cinturón de castidad como ministra de Cultura. Ni como ministro de Sanidad a un negacionista de las vacunas. Ni como ministro de Medio Ambiente a un torero pirómano.

Vendiendo ilusiones, Tezanos es más telegénico que aquel calvo tan guapo de la Lotería al que se le nevaba la calva en Canfranc. Pero no olvidemos una cosa: en las últimas elecciones generales, la única encuesta con predicciones casi exactas fue la gubernamental. Y estaba Tezanos. Con su calva nevada (la verdad es que no sé si Tezanos es calvo, pero como lo acabará siendo, vale como rigor periodístico: de lo que no estoy seguro es de si volverá a nevar).

Siempre he sentido gran ternura y pena por esas gentes hooliganistas que se creen que una encuesta es un adelanto de la realidad. Y, si ese adelanto no les conforta, entran en cólera y tempestades bucointestinales imposibles de reproducir aquí. Por decoro y por autocensura.

Las encuestas no son los titulares preelectorales que os mostramos los periódicos con ganadores y perdedores. Con vencedores y vencidos. Eso es lo que vende. Eso es resultadismo barato, como los programas deportivos que te adelantan que por plantilla, presupuesto, sensaciones, redondez de la pelota y entorno, el Madrid le va a ganar al Alavés. Y luego el Alavés mete cinco a cero y Roncero no dimite.

La simpleza con la que se leen las encuestas y sus resultados es más azarosa que el deshojar una margarita para ver si me quiere o no me quiere, si izquierda o derecha, si Newman o Redford, si playa o montaña. Hemos reducido el análisis y el pensamiento al azar 1X2 de las quinielas. Y nos cabreamos cuando pierde nuestro equipo en los pronósticos, antes de jugar o de cavilar.

No quiero decir con esto que sea yo fan de Tezanos, pues tras leer que "el resultado de [la labor del CIS] desarrolla teórica y empíricamente el modelo bidimensional inercia-incertidumbre Alaminos-Tezanos que se utiliza como referencia de medición de apoyo electoral estructural (coyuntural) a partidos políticos", me dio un vahído y le tuve que pedir, a la bella pelirroja a la que hago infeliz, las sales y otras sustancias que en horario infantil no conviene explicitar.

Ningún factor, de los cientos o decenas que se manejan en una encuesta, es determinante en sí mismo. Pero hay que leerlos y analizarlos todos antes de caer en el estúpido quinielismo .

A mí que no me quiten el CIS. Tardo tres días en estudiarlo (estoy escribiendo ahora por las prisas que me mete el cabronazo de mi jefe), pero desde el CIS, con Felipe, con Aznar, con Zapatero, con Rajoy y con Tezanos (sic), a mí me está hablando la gente, mi gente, mis paisanos.

Sé así, más o menos, cómo respiran social e ideológicamente mis mujeres y mis hombres, mis jóvenes y mis viejos, mis ricos y mis pobres, mis tancredos y mis impetuosos. La gente. Mi gente. Esa con la que no tengo más remedio, ni más placer, que compartir el tiempo y la circunstancia en la que vivo.

El CIS no es el Centro de Verdades Sociológicas, porque habría que cambiarle las siglas.

Dicen que se usa para influir en el voto de la gente. Vale. Solo si la gente deja influir su voto en el quinielismo. Y entonces no estaremos en una democracia, sino en una idioticracia. Y así casi mejor que destripemos aves para ver qué piensan de su podredumbre los augures. O deshojemos margaritas. Seguro que le va mejor a nuestro perezoso pensamiento. En todo caso, cambiar a Tezanos por una margarita no dejaría de ser un síntoma de belleza, que buena falta hace.

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