Rosas y espinas

Contra la Policía (con amor)

Contra la Policía (con amor)
Chuck Norris en 'Los Mercenarios'. - Youtube

Esto de las redes sociales es una maravilla. Gracias a ellas, me he podido dar de baja de todas las plataformas digitales de cine y series, con el ahorro que conlleva. Ahora, para ver violencia policial, en plan Chuck Norris o Harry El Sucio, ya no pago. Buceo un ratito en Internet y enseguida obtengo mi dosis diaria de películas de violencia policial.

Además, es violencia real, no dramatizada. Ver a Denzel Washington agonizar bajo las porras policiales de la Warner Bros puede resultar gratificante. Pero si el negro y el policía son reales y de Lavapiés, y los hematomas y hemorragias no llevan maquillaje ni salsa de tomate, la adrenalina y las feromonas te gotean por la nariz. Es un subidón. Lo sientes más tuyo. Más de tu tierra y de tu cultura. De tu España.

Cité el barrio madrileño de Lavapiés porque el vídeo con mejor realización y efectos especiales que vi esta semana se ha rodado allí, a la intemperie, sin iluminación técnica ni actores profesionales. Sin embargo, es de una elocuente brutalidad policial, muy bien llevada. Pena que el realizador optara por el abuso de la cámara en mano, que quizá diluye la bien lograda sensación de salvajismo. En otra de las escenas, la incapacidad del agente policial para inmovilizar a un negro que no se resiste pierde intensidad cuando otro agente le destruye la rodilla al afro indefenso de un frío porrazo. No se capta bien cómo el negro se estremece. Cómo le sube el calambre por todo el cuerpo.

A pesar de estos defectos veniales, el filme no aburre, el guion es sólido y creíble, invita a la meditación, carece de tiempos muertos (salvo que algún negro no sobreviva), y los protagonistas y el escenario de Lavapiés desbordan realidad. No suelo recomendar películas, pues no creo que sea labor del crítico cinematográfico intervenir en la promoción, pero Policías de Lavapiés la podéis ver aquí, y es más que recomendable. Además, pasó ayer.

El género cinematográfico de abusos policiales está proliferando en los tuíteres de España, y es muy grata noticia para nuestra industria y nuestro arte. Y es gratis. Todos los españoles, a través de las redes, tenemos acceso diario a un sinfín de vídeos caseros en los que policías aporrean a negros, marroquíes, gitanos y antifascistas en nuestras calles, de Madrid a Catalunya, de Algeciras a Finisterre. Por no hablar de El Tarajal, geografía que nos ha dado algunas de las más grandes expresiones del género.

Sin embargo, a pesar de tan sólida vocación, resulta difícil para los creadores rodar filmes de violencia policial contra nuestra enternecedora cizaña fascista, esa que quema pobres en los cajeros, apaliza homosexuales, agrede a periodistas, o lanza adoquines contra las fuerzas del orden con total impunidad. Conste que no es culpa de los fascistas, que son muy colaboradores. Es culpa de nuestra Unidad de Intervención Policial y otros cuerpos de élite. Los UIP son los que van vestidos de Darth Vader a las manifestaciones. Tíos de dos metros de hombro a hombro, y algo más de altura.

Luego son unos mierdecillas, según sentencia judicial: Isa Serra, diputada de Podemos, 50 kilos, fue capaz de reducir y herir a dos de ellos durante una manifestación, y por eso fue condenada y no se pudo presentar a unas elecciones. Pena que de la pelea de Isa Serra destrozando con sus 50 kilos a dos UIPs de 250 no haya vídeo, pues sería un buen tercer episodio de Kill Bill.

Que los de la UIP son unos mierdecillas, también cuando se trata de reprimir a la ultraderecha, no lo decimos solo los críticos progresistas. El mismísimo Javier Ortega-Smith se dirigió a ellos en la calle Ferraz con estas palabras: "Si para desmovilizar a 25 chavales con banderas de España, hace falta movilizar a toda la UIP de Madrid, de verdad que hay que hacer un esfuerzo en la selección de la UIP. ¡Agentes de la UIP! Que deberían estar donde han estado siempre: reprimiendo las manifestaciones de la extrema izquierda. De los CDR en Catalunya. De los borrokas en el País Vasco. Y no venir a hacer este despliegue que, con todo el respeto, nos parece desproporcionado y humillante".

La puesta en escena de Javier Ortega-Smith, frente a los dóciles UIPs y respaldado por un fiero ejército de cayetanos, fue fascinante. Pero faltaron hostias, y el filme perdió tensión. Smith lo sabía. Y lo intentó de nuevo metiéndose entre el cordón policial, del que intentaron echarlo:

SMITH: De aquí no me voy.

AGENTE: Es una zona de seguridad, de acuerdo a la Ley Orgánica 4/2015...

SMITH (Interrumpe con brusquedad echando la boca sobre el casco del agente): ¡Pues apréndasela mejor! Porque la retención en la calle no está permitida [saliendo entre el cordón policial y encarándose a otro policía]: ¿Tú siempre tienes cara de mala hostia, o qué?

Pobre Ortega-Smith. Yo no sé qué más tendrá que hacer nuestro fascismo para que le metan una hostia policial grabada. La busca, la busca y no la encuentra. Debe de ser desalentador para un gran actor que sueña con su primer gran papel. Cualquier perroflauta se hubiera llevado una somanta de hostias gratis por mucho menos. Pero Ortega-Smith no goza de los mismos derechos.

"¿Por qué el puto inmigrante tiene derecho a una hostia gratis y yo no?", sollozaba íntimamente mientras se alejaba de la policía.

Los negros, los moros, los sudacas, los sintecho, los yonkis y los antifascistas, antideshaucios y anti lo que sea gozan de enormes privilegios a la hora de disfrutar de la represión policial. Cuando dos negros indefensos se llevan unas hostias como las del vídeo, por parte de dos agentes de policía, esas hostias las pagamos todos, pues el sueldo de los agentes lo cotizan tus impuestos. Es injusto que se beneficien de esas hostias solo los marginales. Como espectador, ya cansa. El espectáculo debe continuar. Necesitamos vídeos de policías atacando a neofascistas y cayetanos violentos para renovar el género. Sería lo nunca visto. Y ellos lo están deseando.

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