Palabra de artivista

A tiros con la izquierda

No es figurado. En el caso de Utoya, Anders Behring Breivik llevó a cabo la fantasía que los medios de comunicación y propaganda de toda Europa llevan predicando la última década: hasta la más tímida socialdemocracia es una cosa de rojos marxistas que va a destruir el imperio europeo construido junto a la Iglesia por los señores feudales que pisan al pueblo y lo matan de hambre.

Muchos han sido los medios que han pasado de puntillas sobre las implicaciones políticas de esta monstruosa masacre y la evidente vinculación de ese "ajusticiamiento" con el preocupante ascenso de discursos cada vez más retrógrados, más ignorantes, más misóginos, xenófobos y homófobos. Retóricas que se han propuesto destruir el Estado de Bienestar y el progreso en Europa.

No es casual que, como se ha señalado en este periódico, la ultraderecha viva su edad dorada desde la II Guerra Mundial. Mi admirado Webster Tarpley ya denunciaba en su magnífico Obama: El Golpe de Estado Posmoderno el proceso en el que nos ha metido la oligarquía financiera: las soluciones a esta polarización económica cada vez pasa más por los extremismos, la violencia, la mentira, el puro marketing. La gente cada vez estará más desesperada y perdida y empezará a escuchar a mentirosos que prometerán imposibles, abstracciones absurdas que oculten la verdadera estrategia (¿por qué el PP no hace una moción de censura y presenta su programa de gobierno si tiene tan claro que Zapatero es lo peor?). El futuro es de los lemas facilones sin propuestas reales. De las soluciones imposibles, inmediatas y demagogas. Los políticos honestos no podrán competir con sus propuestas complicadas, lentas y dolorosas para redireccionar un capitalismo en caída libre con las populistas, efectistas y milagrosas mentiras que el pueblo, cada vez más apático, comprará a figuras mesiánicas sin contenido (Obama).

Porque las ideas tienen consecuencias. Y el TDT Party, con su permanente asalto a la razón, a la dignidad y a la verdad, es lo que quiere: eclosionar el odio y la ignorancia de unos pocos en una gran masa asustada por sus continuas profecías apocalípticas ("España nunca ha estado tan mal"... mientras ingresan millones para ellos y sus familiares), sus mentiras y sus llamamientos a la violencia, para que algún chiflado recoja el testigo y se lance convencido a "matar rojos, moros, gitanos y maricones". Su lenguaje violento, rabioso, rencoroso, es lo que está sembrando en el corazón de muchos mediocres obedientes que ven en ese discurso simplón y populista su cómoda manera de exorcizar sus frustraciones, sus culpabilidades, sus soberbias, la errónea percepción de que vuelve a ser políticamente correcto perseguir a lo que se interponga entre ellos y ese pasado oscuro, repugnante y violento al que quieren volver.

Por eso, cuando los peazo equidistanes (sí, he descubierto que es un insulto) del 15M argumentan, enfundados en las últimas marcas de moda y copiando tendencias estilísticas capitalistas, eso sí, que "ya no hay ni izquierdas ni derechas, eso es tan del siglo pasado", me gustaría poder decirles, sin perder los nervios, que, si salen de su ego autocomplaciente un segundín, es evidente que para los corruptos siervos de la plutarquía, para los propagandistas de la Iglesia y el poder y, sobre todo, para los asesinos psicópatas, sí que existen. Y están empezando a ir a tiros con la izquierda. Ya que no consiguen volver al miedo, sumisión y opresión de antaño. Esa que el PP quiere hacer pasar aquí por florecimiento económico (se olvidan decir de unos pocos). Ya que no consiguen devolver "a las mujeres a la cocina, a los trabajadores al silencio, a los emigrantes al servicio sin papeles y a los maricones a la tumba".

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