Nunca sabremos lo que hubo tras el telón que el PP parece estar echando a la política democrática en este estado, lo más probable es que todo esto sólo sea un cortafuegos para que el incendio Bárcenas no arrase con el partido (uno pensaría que el tesorero amenazó con "tirar de la manta" y los cómplices iniciaron una peligrosa campaña de demolición preventiva), pero lo que sí sabemos es que ese cortafuegos está finiquitando el modelo de política democrática que la izquierda intentó salvaguardar con gran sacrificio tras la transición.
El PP ha optado por su estrategia de promover la anti-política para destruir la izquierda y salvaguardar su conveniente (para ellos) modelo personalista del "salvapatrias", con su pensamiento único, su simplista esquema de buenos y malos y su jerárquico binarismo.
Si la política representa la pluralidad convertida en máquina de distribuir objetivos, la anti-política es el modelo de la derecha que requiere de esos esquemas de unidad, monopolio y populismo disfrazados de "informalidad campechana" que tan bien manejan los amigos del fascismo (modos de cacique accesible). Anti-política es, también, ese ventilador que el PP ha puesto en marcha para esparcir mierda lo más posible y responder a cada acusación con un cansino "tú más" que se convierte en verdadero recitativo: pues el PSOE, pues los EREs, pues en Venezuela, pues en Irán, pues en Cuba... y así ad nauseam.
Ese cínico discurso de "no somos nosotros, es el sistema" está siendo repetido hasta la saciedad en todos ---y son muchos--- los medios de la derecha para ver si cuela cuestionarse biselar un poco más la democracia hasta convertirla en una pantomima de esas que el PP, los oligarcas, la Iglesia y la derecha en general tan bien manejan. Lo preocupante es que la izquierda haya abrazado este regalo envenenado con casi más entusiasmo que sus creadores. Desconcierta escuchar en ciertos sectores (los más jóvenes) de Izquierda Unida, que debe ser la gran alternativa a todo este derrumbe democrático, que ellos no son políticos, son agentes sociales, y lo suyo no es un partido, sino un movimiento social. El 15-M, desde sus oscuros promotores de #Nolesvotes, ha inoculado este discurso en la izquierda más desesperada como solución a todos los problemas de descontento con las traiciones del PSOE. Por suerte, salieron muchas cosas buenas de ese estallido de indignación ---las mareas, principalmente--- pero en ciertos sectores anarcoidistas ha infectado su estrategia para detener el imparable aburguesamiento (del que adolecen muchas veces ellos mismo) de la política española con una peligrosa anti-política.
El PP difunde, amplifica, esparce anti-política porque sabe que es un fenómeno que no afecta a su electorado, pero sin embargo está destruyendo a la izquierda. La anti-política siempre acaba sus recorridos en la dictadura. Da igual que sea "de los mercados" y se llame "tecnócrata" a su ejecutor o que sea populista y se llame tercera posición a su ejecutor (un saludo Rosa Díez), la anti-política siempre acaba en una dictadura. Porque negar la existencia de la política es como negar la existencia de la discriminación que ha llevado a esos neoburgueses progresistas a recalar en lo peor del machism, el racismo o la homofobia.
Esta anti-política, por otro lado traerá a a algún salvapatrias que, irremisiblemente, terminará su recorrido en la derecha. Bien lo saben Rosa Díez, Mario Conde, Álvarez-Cascos, e incluso una esperanzada Aguirre (nunca ha estado más excitada ante la perspectiva de que el huracán Bárcenas acabe con sus enemigos y ella salga victoriosa como ejemplo de independiente, un modo cínico de poner su aislamiento dentro del partido), son buenos ejemplos de los intentos de copiar al mejor ejemplo de anti-política en Europa: Silvio Berlusconi. Son peligrosos porque detrás de su amable populismo se esconde pura anti-política.
Si he menciono a Berlusconi es porque, pese a lo que me discute un buen amigo, muy enterado de la política italiana y la española, creo que estamos entrando en ese peligroso punto de desprestigio de la política que permitiría la anti-política que Italia vivió los años antes del salto a la arena de Berlusconi.
Mi italoamigo me explica que en ese caso la razón del desprestigio fue evitar a toda costa que el Partido Comunista Italiano, el partido comunista más poderoso de Europa, consiguiese gobernara. "Los EEUU hata crearon la 'Operación Gladio' por si se daba el caso de que los comunistas ganasen, para hacer un golpe de estado en Italia", me aclara mi vehemente colega de discusiones. "Aquí no es lo mismo, la izquierda más pura no tiene ese poder", añade rotundo. A pesar de su acertado análisis, yo tengo absolutas esperanzas en Izquierda Unida como la opción a llevar la verdadera izquierda al gobierno. Si superamos la anti-política, claro.
Y es que nunca una estrategia ha sido más suicida para la izquierda que secundar el discurso de la anti-política como un modo de distanciarse de sus errores, encajando en el modelo político de los conservadores democráticos (que al fin y al cabo fueron los que inventaron eso tan burgués de los parlamentos, los lores y la élites dirimiendo las cosas del pueblo).
Estamos de acuerdo en que este sistema está corrupto hasta la médula, pero la solución no es negarlo, es proponer una alternativa. Y una alternativa nunca es la mera negación de un sistema.
Comentarios
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