Mi televisión y otros animales

No sé si me aburro

Es posible que a más de uno le pase con este blog. Hay veces que no sé si sigo una serie porque me gusta, porque espero que llegue a gustarme o por la misma fascinación que me producen las vías cuando se acerca el tren. También hay cosas que veo sólo para poder rajar de ellas, porque hay una maruja malvada dentro de todo crítico y comentarista.

Este tipo de dudas me invaden mucho últimamente con las producciones de HBO y Showtime, dos de las cadenas de cable fundamentales de Estados Unidos. Californication, algún momento de Hung (que al final he decidido que sí me gusta) y sobre todo Bored to death, algo así como "Mortalmente aburrido".

Un novelista, atorado en la escritura de su segundo libro, entra en crisis vital cuando le deja su novia. Si resumimos el argumento así y guardamos silencio, podemos oír cómo le crecen los colmillos al equivalente americano de la SGAE. Hay dos diferencias básicas: la primera es que nuestro escritor se flipa después de releer Adiós, muñeca, de Raymond Chandler y decide publicar un anuncio clasificado ofreciéndose como detective privado. La segunda es que todo esto parece enmarcarse en el universo de las películas de Wes Anderson. Entre otras cosas por su protaganista, Jason Schwartzman.

Mentar a Wes Anderson es mi sutil y pedante manera de darles a entender que es una serie rara de pelotas. El protagonista, que se llama como el creador de la serie, Jonathan Ames, es una especie de Woody Allen blandito: neurótico, inseguro, mangoneable, desconcertado... Por su escasa personalidad, es víctima de los mangoneos del magnate encarnado por un tremendo Ted Danson. Un momento... vale, sólo comprobaba que ningún personaje se llamara Correa, antes de meterme en líos.

Bored to death

Jason Schwartzman, Ted Danson y Zach Galifianakis. Sí, he tirado de ctrl+c / ctrl+v para este pie de foto

La premisa del escritor metido a detective no es más que un detonante. En el tercer episodio casi ni se menciona el asunto porque Jonathan está más preocupado de intentar trabajar con Jim Jarmush, director que se ríe a gusto de si mismo con su cameo: "Hago una película cada cuatro años, así que...". Por lo demás, Bored to death es demasiado consciente de su intención de provocar: fuman hierba, hay escarceos sexuales con menores, ¡se ven tetas! ¿Estamos locos o qué? El problema es que da la impresión de que el guión está más pendiente de buscar esos momentos que de construir su propia historia.

Pero hagan como siempre: no se fíen de mí. Porque al leer las referencias a Adiós, muñeca, me esperaba una revisión irónica del género negro o algo paródico o por lo menos que se mencionaran las novelas de Chandler, Hammett y demás. Nada que ver, por lo que llevo tres semanas reubicándome. Es divertida, pero no tronchante; tampoco es un drama ni (Globomedia nos libre) una dramedia. Me tienen tan despistado que ya sólo me falta la maría y el vino blanco para ser como el Ames ficticio.

Ay, callen. Que igual es eso.

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