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El Bund

Mis abuelos, que muy a principios del siglo pasado emigraron de Europa central a la Argentina huyendo del antisemitismo, nunca fueron gente de derecha. Por eso nunca comulgaron con la propuesta sionista, insolidaria con los movimientos obreros socialdemócratas entonces embrionarios. El primero de todos ellos, el Bund, fue un sindicato marxista creado por la clase obrera judía, doblemente discriminada: como clase obrera y como colectivo judío. Su propuesta era todo lo contrario de la de los sionistas: los judíos debían quedarse en sus país natal, emanciparse y gozar de total libertad para hablar su propia lengua (el yidish), trabajar, ejercer sus profesiones y, llegado el caso, su culto. Para estos trabajadores de mentalidad internacionalista, emigrar a Palestina, como propugnaban los sionistas, era traicionar no ya al judaísmo, sino a toda la clase obrera mundial.
Desde un punto de vista práctico, los sionistas tuvieron razón en marcharse, en la medida de lo posible. Aun antes del surgimiento del nazismo, las persecuciones antisemitas en Polonia, Lituania, Rusia y luego la Unión Soviética, que se traducían en esas incursiones punitivas llamadas pogromos, por las que muchos judíos como mis abuelos huyeron a otras tierras, se convirtieron en el método de represión sociopolítica por excelencia, y ello precisamente a causa de la feroz lucha del Bund –a la cabeza de todos los otros sindicatos, incluso los socialdemócratas de Rosa Luxemburgo–, bajo la bandera del internacionalismo proletario y por un futuro mejor en un mundo sin clases. El antisemitismo bolchevique, como antes el zarista, no fue sino la forma inevitable que adoptó la represión fascista en esas tierras.
Luego llegó la hora del nazismo y el exterminio sistemático de judíos y, hasta después de acabada la guerra, la hora del fascismo polaco. Entre ambos terminaron no sólo con el Bund, sino con casi todos los judíos de la zona.

El Bund reivindicaba la nacionalidad judía dentro de aquella Europa central, una nacionalidad con todos los atributos habituales salvo uno: el territorio. Tal vez así naciera el concepto ultramoderno y progresista de las "nacionalidades intangibles", por así bautizarlo, superpuestas en paz dentro de límites geográficos comunes.
Por definición, nunca fue esa la propuesta sionista. Tampoco es esa la propuesta de Israel. Es del todo natural que los judíos de derecha apoyen al Israel de los herederos del sionismo.
Pero ojo: causa estupor, vistas así las cosas, que gentes que se dicen de izquierda apoyen a Hamás, cuya propuesta, según reza en su carta fundacional, es luchar contra los judíos y matarlos.

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