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Callejero

Se entiende que uno no va a estar cambiando el nombre de las calles cada vez que hay un cambio de gobierno. También se entiende que se cambien los nombres de las calles cada vez que hay un cambio de régimen. No todos, por supuesto, sino los nombres más estrechamente vinculados al régimen periclitado. Es un asunto de pudor. Sería muy embarazoso, por ejemplo, tener que poner en el buzón un sobre dirigido a alguien domiciliado en la calle Hitler; es menos embarazoso mandar una carta a la madrileña calle Capitán Haya, aunque haya sido este un carnicero franquista, hoy por casi todos olvidado.
También el factor tiempo cuenta en esto. No sé si alguien se ofendería por tener que vivir en una calle Nerón, si la hubiera. O una calle Atila, o Bruto. Personalmente, me molestaría vivir en General Perón, o División Azul, que sí existen. Yo cambiaría División Azul por Azul a secas, color políticamente neutro y título de un libro de Rubén Darío. Y no estaría mal cambiar General Perón por General San Martín; yo, en todo caso, me sentiría mucho mejor. El General San Martín concita, cuantitativamente, mucha más simpatía que Perón.

O sea, hay calles que llevan nombres ofensivos, en su momento impuestos por antiguos regímenes para honrar a sus héroes y hoy francamente molestos para mucha más gente. Que el Paseo de la Castellana se llame así es más agradable que si siguiera llamándose Generalísimo.
Lo que resulta curioso es, por ejemplo, el capricho del alcalde de Zaragoza, Juan Alberto Belloch, que cambia, por razones estrictamente personales, el nombre de una calle General Sueiro –notorio golpista junto a Franco– por el de san José María Escrivá de Balaguer que, además de ser santo, fundó el Opus Dei. Escrivá murió en 1975, con lo cual se puede decir que "probablemente" fue franquista. (Mis comillas quieren recordar la prudencia del "probablemente Dios no existe", publicidad rechazada, con el apoyo de Belloch, por la compañía zaragozana de transportes.)
No es que faltaran alternativas. El propio alcalde Belloch, hombre culto, inteligente y socialista, afirma que "no hay un marxista culto que se oponga" al cambio. Y uno se pregunta, si es así, por qué Escrivá de Balaguer sí y el nombre de algún marxista culto no. Según el alcalde Belloch, "independientemente de cuáles fueron sus ideas, que han generado bastantes catástrofes en la humanidad, [Escrivá] es un hombre importante". Hay unos cuantos marxistas cultos que fueron hombres importantes –Pablo Iglesias, por ejemplo y entre otros– cuyas ideas no han generado catástrofes de ninguna índole. Es verdad: ninguno fue santo.

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