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Y ahora "san Giotto"

La Iglesia no pierde ocasión de dar pasos atrás, a menudo pasos contrarios al dogma, como cuando un papa "infalible" confiesa un error y se ve forzado a desdecirse (Benedicto XVI en el caso de los obispos des-excomulgados –¿y des-des-excomulgados?–).

En los años ochenta, el historiador italiano Carlo Ginzburg (autor de El queso y los gusanos, libro muy conocido en España) publicó Mitos, emblemas, espías, en donde expone la teoría de los indicios, que data del siglo XIX. No es por los rasgos más vistosos de un cuadro como se debe identificar al autor, sino por detalles ínfimos –la forma de los lóbulos de las orejas, de las uñas, de una sandalia, un determinado color secundario, etc–. Es una teoría muy utilizada en nuestros días, y raramente falla.

En la basílica superior de San Francisco, de la ciudad de Asís, desde hace siglos se exponen unos sublimes frescos de Giotto, que atraen millones de turistas cada año y de los que los vecinos de Asís están muy orgullosos. El obispo de la ciudad, Doménico Sorrentino, no debe de estarlo menos, a juzgar por su categórica prohibición del espectáculo de Dario Fò ¿Giotto o no Giotto?, que debía representarse en la explanada frente a la basílica. Dicho sea de entrada, en ese espacio tienen lugar toda suerte de espectáculos, también rock y, como lo afirma el mismo obispo, incluso de cabaret. La Iglesia los acoge con amor y los brazos abiertos.

No así las dos noches que dura la pieza documental de Fò. "Giotto no se toca", dijo el obispo, como si Giotto fuera santo. Y es que, en su obra, Fò demuestra, con proyecciones en pantallas gigantes, que los frescos de Giotto no son de Giotto, y lo aduce sirviéndose de dos elementos: la teoría de los indicios (el tipo de pincelada, el trazado de los bordes de las figuras, etc.) y la fecha: Giotto era casi un chaval cuando los frescos fueron pintados. En realidad son obra del pintor romano Pietro Cavallini. Los mayores expertos en Giotto –entre otros, el restaurador de esos frescos– le dan la razón.

Dario Fò señala que basta pensar en la técnica de extender los colores, en las sombras, en las veladuras, en la preparación de la pared para convencerse de que los frescos son de Cavallini. Fò los ha estudiado minuciosamente durante muchos meses, años, y lo único que se le puede haber escapado es que... ¡ Dario Fò siempre trae problemas!

"¿No son de Giotto? –preguntan el obispo Sorrentino y sus fieles más fieles–. "¿Para qué serviría esta verdad, si lo es? Que nos dejen la ilusión", suplican.

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