Tiempo real

Pánico

Hace tiempo fueron las vacas locas; también la gripe aviar, no sé si antes o después del virus Ébola; el gran escándalo fue lo del submarino Tireless en Gibraltar; hubo una alarma por una plaga de langostas, que ya estaba por cruzar el estrecho; el hundimiento del Prestige debía acabar con la pesca gallega durante una década... En todos estos casos, las noticias que nos daban los medios eran francamente aterradoras.
Ahora, la gripe A (no porcina, porque suena mal y no es exacto; entonces A, que no suena a nada y no pretende exactitud alguna). Cuando la señora Margaret Chan, directora de la Organización Mundial de la Salud, la calificó de pandemia en ciernes, no se equivocaba. Se equivocaba, como todos, eso sí, poniendo el peligro por los cielos, cuando el virus de esta gripe es mucho menos letal que el de la gripe habitual de todos los años.
Nos hemos habituado, eso es lo peor. No sé si cada día, cada semana, cada mes o cada año, suenan todas las alarmas periodísticas. No se puede pretender que sean los periodistas quienes se encarguen de establecer verdades científicas para evitar atemorizarnos, cuando la señora Margaret Chan, con el inmenso arsenal de diagnóstico que es la OMS, fue incapaz de puntualizar mejor la amenaza. Ganó el premio Príncipe de Asturias, eso sí, y no estoy preparado para cuestionarlo.

Francia adquirió alrededor de cien millones de vacunas contra la gripe A, de los cuales unos pocos miles han sido efectivamente utilizados y la diferencia está siendo vendida con grandes rebajas a otros países. Algo parecido sucede en España. Donde más se vacunó la gente fue en Estados Unidos, pero allí no había restricciones burocráticas de ningún tipo y uno podía vacunarse en la farmacia más cercana. Y sin embargo sobraron muchas vacunas.
Nadie me ha demostrado que Donald Rumsfeld, el de la guerra de Iraq, esté detrás de este gigantesco negociado, pero es creíble. Al parecer, también el Tamiflú proviene de este salvador de la patria.
Que el dinero, rápido, fácil y no necesariamente inocente, mueva chollos como una vacuna universal a priori innecesaria, podría asustar. Pero en una sociedad que pasa varias horas viendo películas innecesarias y francamente abominables no hay negociado que asuste a nadie. Que la realidad recuerde tal o cual película vomitiva (y no al revés) cierra el círculo macabro, pues el periodista que no cuenta cosas terribles no es muy querido por sus jefes.
Una sociedad en las garras del pánico no sólo es manejable sino muy rentable.

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