Todo es posible

¿Hasta cuándo las cuentas opacas?

Rudolf Elmer, antiguo empleado de una banca privada suiza, comparece hoy ante un juez de Zúrich. Se le acusa de filtrar documentos sobre depositarios que eludían el fisco, es decir, de violar el secreto bancario. Mejor manera de enfocar el caso Elmer es que, lejos de cometer un delito, ha hecho un gran servicio a la sociedad denunciando los abusos de unos cuantos delincuentes de altos vuelos. Porque los potentados, multinacionales y políticos corruptos, que depositan sus fortunas en cuentas opacas, son unos estafadores que perjudican al resto de los sufridos contribuyentes. ¿No decían que es imprescindible acabar con los paraísos fiscales para regular con eficacia el sistema financiero?

En sus tiempos de gloria, Elmer fue un alto ejecutivo que trabajó durante ocho años en la filial que el banco suizo Julius Baer tenía en las Islas Caimán y, desde allí, ayudó a sus clientes a evadir miles de millones. Se confiesa culpable, pero arrepentido. Sus múltiples y poderosos enemigos dicen que fue despedido y, como no logró del banco la indemnización astronómica que reclamaba, sólo actúa por venganza. Está claro que no es oro todo lo que reluce, pero teniendo en cuenta que Elmer acaba de entregar dos discos informáticos a Julian
Assange, responsable de Wikileaks, con los datos de 2.000 cuentas secretas que pertenecen a estos pájaros de cuidado, cuya integridad patrimonial corre peligro, es probable que le condenen a tres años de prisión. Por eso Reporteros sin Fronteras, que considera a Elmer una valiosa fuente de información, ha emprendido una campaña para exigir que no se le juzgue. Añado mi firma.

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