Todo es posible

Testigos de la censura

Imaginen lo que hubiera sucedido en Irán de no haber testigos de la revuelta que han protagonizado estos días los adversarios de Ahmadineyad. Ya es un atropello que las autoridades iraníes impidieran la presencia de observadores internacionales durante el proceso electoral. Más lamentable aún es que los basiyis, milicianos islámicos, hayan disparado contra la multitud causando varios muertos y heridos en las calles de Teherán. Los hemos visto gracias a las imágenes de los corresponsales que arriesgan sus vidas para contarnos que tres millones de personas, clérigos, mujeres con chador, familias con niños, jóvenes y viejos, han desafiado la prohibición de manifestarse. No me excedo al afirmar que ponen en riesgo su vida.

Aunque la prensa no sea la noticia, conviene señalar la importancia de su testimonio en acontecimientos que tienen al mundo en vilo. Hemos visto a los enviados especiales cómo transmiten sus crónicas vigilados por la Policía. Los guardianes de la ley islámica exigen a las periodistas que vayan cubiertas con el velo y tapadas hasta los tobillos. Están soportando, entre otras cosas, 40 grados a la sombra. Algunos han encontrado el modo de burlar la

prohibición de sacar fotos y grabar las manifestaciones, aunque luego los detengan y les cueste la expulsión del país. Es lo mínimo que se juegan.

Gracias, sin duda, a los manifestantes, el Comité de Guardianes iraní se ha visto forzado a recontar los votos. No es probable que admitan el fraude electoral y menos aún que anulen las elecciones, pero sea cual sea la posibilidad, siempre quedará algún periodista en libertad para contarlo.

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