Trabajar cansa

¿Se pondrá Clinton un burka para negociar?

"Estados Unidos no participará en esas conversaciones porque es algo que tienen que hacer los afganos, no es algo que tenga que ver con nosotros." -Robert Gibbs, portavoz de la Casa Blanca-

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Este año ya no daba tiempo, pero para el próximo no sería raro que el Nobel de la Paz se lo llevasen dos afganos: el presidente Karzai y el mulá Omar. Cosas más raras se han visto en estos premios, así que no se sorprendan tanto, que sobran ejemplos de terroristas reciclados en hombres de paz, y de enemigos irreconciliables que acaban caminando juntos por el pasillo alfombrado a recoger el premio.

Para asombro general, supimos hace unos días que el gobierno afgano –es decir, Estados Unidos- mantiene conversaciones con los insurgentes, entre ellos los más duros: el clan de Haqqani, y los talibanes del mulá Omar. No sé si se acuerdan de éste último, que en 2001 fue presentado como un demonio, con parche en el ojo, y que escapó en una moto antes de que lo atrapasen. Pues ese mismo mulá se sienta hoy en la mesa de paz para buscar una salida negociada al callejón sin salida afgano.

Aunque no es descartable que todo sea una treta para intentar dividir a los insurgentes, parece evidente que a Estados Unidos le vendría bien un acuerdo: sería la única forma de acabar con una guerra que va a peor, y salvar la cara sin que parezca una derrota. Muy mal tienen que ir las cosas para que acepten negociar con el diablo.

Lo malo es que las conversaciones llegan un poco tarde: con nueve años de retraso, los que han pasado desde que los talibanes, antes de ser bombardeados, pidieron negociar con Estados Unidos para evitar la guerra. En aquel momento se consideró que su oferta –que incluía juzgar a Bin Laden en un tribunal islámico- era una maniobra para ganar tiempo, y fueron ignorados. No sé por qué ahora deberían merecer más credibilidad, estando como están en una posición más fuerte que entonces, pues ahora se sienten invencibles, y tienen menos que perder que entonces.

Algo al menos facilitará el entendimiento: el hecho de que Estados Unidos y los talibanes son viejos amigos, pues fueron uña y carne cuando Washington los financiaba contra la URSS. La duda es si, llegado el caso de firmar un acuerdo, Hillary Clinton se pondrá el burka. Yo ya me creo cualquier cosa.

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