Trabajar cansa

Tanques contra el déficit

 

Déficit malo. Déficit inconstitucional. Déficit delito. Déficit caca. ¿Cuál será la próxima propuesta en la guerra contra el déficit público? ¿Mandar tanques a las comunidades que gasten más de la cuenta? No tardaremos en oírlo, a poco que le dé otro calentón al ministro de Hacienda.

En la calle, unanimidad: que los políticos paguen el déficit de su bolsillo, que los metan en la cárcel, que les corten un dedo por cada punto porcentual desviado. Al hablar del asunto todos tenemos en mente el consabido aeropuerto de Castellón o la imagen de Camps y Barberá paseando en Ferrari mientras ahora los estudiantes se llevan el edredón al instituto sin calefacción.

Sí, muy bien: pero estamos hablando de despilfarro, corrupción incluso. Sin embargo, el gobierno habla de déficit, sin matices. Y no es lo mismo, no todo el déficit público tiene por qué ser fruto de despilfarros faraónicos o trincones que se lo llevan crudo. Si por ejemplo uno pretende acabar con otro déficit que nadie castiga, el déficit social (y ahí seguimos a la cola de Europa), o acometer grandes inversiones de interés social, debe hacer un esfuerzo de gasto que seguramente le haga aumentar el déficit público.

De hecho, aunque ahora el déficit nos parezca una monstruosidad a la altura de la pederastia, todos hemos sido delincuentes del déficit público hasta hoy. Toda Europa ha vivido décadas con niveles de déficit muy por encima del que hoy se considera sagrado.

Así que lo que nos están colando es ortodoxia neoliberal: no hablan del despilfarro o la corrupción que tanto nos cabrea; hablan de déficit sin distinción, y no todos son iguales. Sin ir tan lejos, cada vez más economistas piensan que un poco de déficit ayudaría hoy a recuperar el crecimiento, asfixiado por la obsesión de austeridad, ya que el déficit siempre ha sido un instrumento de la política económica ante ciclos depresivos.

Pues eso: contra el déficit, cárcel, ostracismo, y si hace falta mandamos tropas. Ya podían poner la misma contundencia contra los gobernantes que dejan que aumente el paro, la desigualdad o la pobreza. Pero no.

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