Traducción inversa

Las tribulaciones de Patxi López

Todavía no cumple el año de gobierno y Patxi López no parece generar precisamente un gran entusiasmo entre los ciudadanos vascos. Según el último Euskobarómetro (un prestigioso estudio de opinión auspiciado por la Universidad del País Vasco), el 71% de los consultados asegura tener poca o ninguna confianza en su labor. Supongo que en el ánimo de muchos de ellos pesa como una losa el apoyo que presta el PP local al PSE-EE. El producto de ese apoyo se ha ido viendo: comenzó con la imposición de una integrista religiosa (muy guapa, eso sí) para presidir el parlamento y ha acabado, de momento, con el envalentonamiento de Rouco Varela y su Conferencia Episcopal, que no han dudado en nombrar para obispo de Guipúzcoa al ultraconservador José Ignacio Munilla (recibido, ya se ve, con muy grandes halagos).

  No me gustaría estar en la piel del lehendakari. Es obvio que necesitaba los votos del PP para ser investido, y supongo que le seguirán viniendo bien en determinadas votaciones. Si no consigue desmarcarse de ese abrazo úrsido, sin embargo, sus tribulaciones van a ir a más.

  Qué duda cabe que la existencia de ETA es la responsable de la actual distorsión de la política vasca. Sin el terrorismo, el PSE-EE podría ser una fuerza semejante al PSC en Catalunya, totalmente alejado del  nacionalismo españolista del PP. Pero las cosas están como están. De cara al futuro, López debería ensayar esa geometría variable que tan buen resultado le ha dado al PSOE en el Congreso. Y acentuar su política vasquista para disipar los temores que aún pueda albergar la ciudadanía. O eso o suicidarse (es decir, darle la razón al PP).

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