Traducción inversa

Sobre la "extimidad"

  Lo llaman "extimidad" y buscan definir con ello ese impudor colectivo que recorre el mundo. Tengo entendido que el término lo acuñó Jacques Lacan pero ahora viene al pelo –convenientemente recauchutado- para dar cuenta de esos entrañables personajes que se abren en canal en cualquier reality ante el alborozo o la estupefacción del respetable.  Comenzamos hablando de "televisión basura" y ahora el desperdicio, como una metástasis agresiva, lo invade ya todo y es a lo que aspiran los héroes adolescentes del fracaso escolar y las masas irredentas del pan y circo. Pronto la intimidad será sólo una extravagancia inofensiva, un ornamento para la minoría alfabetizada, o un refugio literario.

  Antes, para acceder a las confesiones personales de interés, había que acudir al género del diario, aunque cuando Josep Pla escribió la cumbre hispánica del género, El quadern gris, ya reveló que la intimidad absoluta era inexpresable y la sinceridad literaria, un malentendido. "El hombre –exponía- podría ser sincero si fuera siempre igual a sí mismo".

  Ahora, sin embargo, cualquier hijo de vecino no tiene inconveniente en confesar ante una cámara que el coito anal le curó el estreñimiento (sic), o en divulgarse desnudo en internet. ¿Son iguales a sí mismos estos campeones del descaro y el mal gusto?

  Dicen los expertos que estamos en un momento de transición, y que la noción de intimidad de los dos últimos siglos está transformándose en otra cosa. La cuestión es si no va a resolverse todo de nuevo según mi aforismo favorito de Stanislaw Jercy Lec: "El hombre es individualmente inteligente y colectivamente estúpido". Veremos.

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