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Antonio González Pacheco: la impunidad de la tortura

Horacio Sainz,
miembro de La Comuna

Quiero hablaros de un torturador compulsivo.  Antonio Gonzalez Pacheco se llama el sujeto. Vive en Madrid. Una de sus aficiones ahora, hace años jubilado, parece ser correr pruebas de larga distancia.  Desconozco si tiene o tuvo familia. Si alguna vez se casó o sostuvo en sus brazos a un hijo o nieto.  Realmente lo desconozco casi todo de él, porque durante años ha vivido protegido, aislado , alejado de los focos.

En su salón posiblemente exhibirá, junto a los trofeos ganados en las competiciones deportivas en las que participa, otros trofeos bien distintos.  Los gobiernos de la transición y la democracia tuvieron a bien otorgarle las más elevadas condecoraciones a las que un funcionario de policía puede aspirar.  Seguro que las exhibirá orgulloso. Presumirá de ser un honrado agente de la ley, que trabajó al servicio de la dictadura de Franco, asignado a la Brigada Político Social y luego al servicio de la recién nacida democracia.

Ahora dejadme que os presente a mi amigo Chato Galante. Lo de Chato tiene un motivo tan obvio que bastará que veáis la entrevista que acompaña esta entrada.  Cuando le conocí ambos éramos muy jóvenes.  Coincidimos en Zaragoza, en la prisión de Torrero, y compartimos unos meses de luchas contra un régimen carcelario que nos negaba nuestros derechos. Luego ambos compartimos uno de aquellos horrendos traslados entre prisiones y fuimos a dar en la cárcel de Segovia. Pero eso es otra historia...

Chato es un tipo honesto, comprometido con las causas justas, generoso, que tuvo la desgracia de conocer a Billy el Niño, el torturador compulsivo, en  uno de sus pasos por los sótanos de la Puerta del Sol de Madrid.  Esa experiencia, de la que habla en el video que hemos grabado, nunca se irá de la cabeza de mi amigo.

Y ahora dejadme terminar con un deseo.  Quiero que el señor Gonzalez Pacheco, ese hombre que vive en Madrid y que fue hace poco descubierto y seguido por las cámaras de La Sexta,  sea juzgado con todas las garantías de un proceso justo.

Yo nunca tuve un proceso justo en el tribunal de Orden Público. Chato Galante, y otros miles más, tampoco lo tuvieron en tribunales militares o civiles. Pero yo quiero que el torturador Billy el Niño tenga un buen abogado, que se siente en el banquillo ante un tribunal que le deje hablar, que presente todas las pruebas que necesite y que, al final, sea sentenciado por las torturas y vejaciones  que tanto le gustaba practicar sobre nosotros, los detenidos indefensos.

Solo entonces, cuando él y los que le mandaban, sus jefes directos, los directores generales, los ministros, los políticos de entonces,  hayan sido juzgados y condenados,  podremos de verdad iniciar un tiempo nuevo.

Mirad las imágenes.  Conoceréis a un ser humano interesante. Mi amigo Chato Galante.

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