Versión Libre

A nadie se le obliga a abortar

La derecha política, la jerarquía eclesiástica, las asociones autodenominadas provida y los medios de comunicación conservadores se encuentran en pie de guerra contra la reforma de la Ley del Aborto. Exigen respeto a sus posiciones, pero, al mismo tiempo –y como suelen hacer en los debates públicos–, insultan sin misericordia al adversario, tachándolo de criminal si es menester. Es lo que acaba de hacer el flamante obispo de San Sebastián, Ignacio Munilla, con su acusación incendiaria de que “la izquierda defiende la matanza de inocentes”.

Por más que monseñor Munilla intente vendarse los ojos, el aborto es una realidad tozuda: en España se producen cerca de 100.000 cada año. La responsabilidad del gobernante es afrontar el fenómeno, no ignorarlo: ello explica que todos los países modernos dispongan de legislaciones que consagran el aborto como derecho (como pretende hacer Zapatero) o lo despenalizan en determinados supuestos (como establece la vigente ley de 1985).

El debate ha alcanzado tal grado de exaltación que obliga a recordar una obviedad: ni la ley actual ni su reforma obligan a nadie a abortar, sino que lo dejan como una opción para la mujer. En ese contexto, nadie impide que la Iglesia traslade a la sociedad sus argumentos en contra del aborto. Incluso está en su derecho de retirar la comunión a los parlamentarios que voten en favor de la reforma legal –pese a que el Papa no vaciló en darla a los dictadores más sanguinarios de América Latina, esos sí asesinos de inocentes–. Allá la Iglesia y sus contradicciones; allá la jerarquía eclesiástica y su relación con los fieles.

En este momento del debate es preciso, sin embargo, dejar algunas cosas claras. Primero: los partidarios de la reforma de la ley no son unos siniestros amigos de la muerte, sino defensores de un derecho –siempre difícil, a veces traumático– de decisión. Segundo: la ley no riñe con políticas de apoyo a la natalidad, como lo demuestran las ayudas promovidas por el Gobierno. Tercero: tal como lo ha subrayado el eminente biólogo Scott F. Gilbert, la ciencia carece de una posición unánime sobre el comienzo de la vida humana; en los extremos están quienes lo sitúan en el instante de la fecundación (visión genética) y quienes lo remiten al momento en que el ser adquiere su propio sistema circulatorio, respiratorio y alimentario, esto es, cuando se corta el cordón umbilical (visión fisiológica integrada). Cuarto: la democracia es un sistema que otorga a la mayoría el poder de decisión y, a la minoría, el derecho de protección. Una Ley del Aborto no vulnera bajo ningún aspecto este último derecho.

Más Noticias