Versión Libre

¿Hemos aprendido algo de la crisis?

Hay que admitirlo: la especie humana es un desastre. Alardeamos de que nuestra capacidad de raciocinio nos hace superiores a las bestias, pero cómo nos cuesta aprender de los errores para no tropezar en las mismas piedras. Estamos aún metidos hasta el pescuezo en la peor crisis económica de los últimos 70 años, y ya comienza a resucitar con vigor y sin complejos el discurso liberal que desencadenó el colapso. Los líderes de los países más ricos anuncian "brotes verdes" y manifiestan su confianza en que pronto se recuperará la "senda del crecimiento". Las mismas tres agencias estadounidenses de calificación que loaban a Lehman Brothers en vísperas de su derrumbe han vuelto a dictar, como si nada, sentencias sobre la salud económica de países y compañías, y lo peor es que sus dictámenes son atendidos: España perdió recientemente diez millones de dólares en una emisión de deuda porque Standard & Poor’s le rebajó su calificación. Aquella "refundación del capitalismo" de la que habló Nicolas Sarkozy, nada sospechoso de antisistema, ha quedado en poco más que medidas cosméticas.

Esta tendencia se nota especialmente en las relaciones internacionales. Los países ricos continúan utilizando el concepto de "ayuda" a los pobres, cuando es hora de adoptar una nueva mirada. En la actualidad, los 23 países que integran el Comité de Asistencia al Desarrollo aportan al Tercer Mundo ayudas por un monto global de 72.000 millones de euros, por vías directas o multilaterales. La suma apenas supone el 0,35% del PIB de los ocho países más ricos del mundo y es diez veces menor que el plan de rescate a la banca en EEUU. Lo que el mundo reclama hoy no son limosnas, sino la creación de mecanismos serios de redistribución de la riqueza, que pasan por el establecimiento de un gravamen sustancioso a los movimientos internacionales de capital y la reconversión ideológica y estructural del FMI, al que el G-20 ha triplicado sus fondos.

Ahora, con la amenaza del cambio climático, los países ricos han acordado crear, en un plazo de diez años, un fondo anual de 100.000 millones de dólares (69.832 millones de euros) para "ayudar" a los pobres a impulsar medidas contra el calentamiento global. Una ridiculez. Mario Vargas Llosa, a quien no se podrá acusar de izquierdista, propuso ya hace tiempo la creación de un cuantioso impuesto mundial para proteger la Amazonía. De eso se trata, precisamente: de que los ricos no "ayuden", sino que empiecen a "pagar" para salvar el barco en el que ellos también viajan.

Más Noticias