Al sur a la izquierda

¿De qué diablos hablaron Griñán y Rajoy?

La canción del verano duró 24 horas. Se llamaba Lealtad sin ira y la habían escrito a cuatro manos los presidentes Rajoy y Griñán en su reunión de La Moncloa el pasado lunes. A la vista de las declaraciones del presidente andaluz al término de esa reunión que se había prolongado durante casi una hora y media, había estallado la paz entre Madrid y Sevilla. A la salida del encuentro, Griñán hizo ante los periodistas un sentido canto a la lealtad: había discrepancias con el Gobierno central, sí, pero no hasta el punto de que no pudieran acordarse los aspectos básicos de las políticas de contracción presupuestaria que nos exigen nuestros socios europeos. La hora y media había estado bien invertida. Ambos habían acordado ser leales el uno con el otro, se acabó la confrontación que a nadie beneficia en estos momentos. El tono y las propias palabras del líder andaluz no dejaban lugar a dudas. Unas horas después el número dos del PSOE regional, Mario Jiménez, lo recalcaba: la reunión de Rajoy y Griñán había permitido dar "un paso muy importante para la solución de los problemas de España". Estupendo, pues. Te quiero. Yo también te quiero. Pero yo más. No, yo más. Todos felices. Lealtad, lealtad, sin ira lealtad, y si no la hay sin duda la habrá.

Sin embargo, sólo un día después, no todo un verano, ni un mes, ni una semana siquiera, qué va, sólo un día después la consejera andaluza Carmen Martínez Aguayo daba el portazo en la reunión del Consejo de Política Fiscal y Financiera porque el Gobierno había modificado, a traición y sin avisar, sus propias previsiones de endeudamiento aprobadas en mayo rebajando en casi dos puntos la capacidad de endeudamiento de Andalucía en 2013, lo que viene a equivaler a un recorte en su capacidad de gasto de 2.735 millones de euros. El Gobierno andaluz cree que el Gobierno central lo discrimina. Su porcentaje de endeudamiento en el entorno del 10% venía estando, en efecto, por debajo de la media autonómica y entiende que ese buen comportamiento de sus cuentas públicas no puede ser castigado con una nueva restricción presupuestaria que obligaría a la comunidad "a despedir a 60.000 empleados públicos o a cerrar la mitad de los colegios o 19 hospitales públicos".

En esos términos lo contabilizó ayer en rueda de prensa de urgencia el propio Griñán. Sí, sí, el mismo Griñán que 24 horas antes había tarareado en su rueda de prensa de La Moncloa el nuevo tema del verano titulado Lealtad sin ira que acababa de componer conjuntamente con Rajoy. ¿Qué diablos había pasado en el transcurso de esas 24 horas? ¿Para qué había servido la reunión de los dos presidentes? ¿En qué ocuparon la hora y media de reunión? ¿De qué hablaron? ¿A qué se comprometieron? ¿Se comprometieron a algo concreto, cuantificable y fiscalizable o todo fueron abstracciones, generalidades, besos y abrazos?

Es obvio que Rajoy no le dio a Griñán ninguna pista sobre el rejonazo presupuestario que a otro día Cristóbal Montoro iba a infligir a Andalucía en la reunión del Consejo de Política Fiscal y Financiera. Lo que no sabemos es por qué no le dio esas pistas: si por no enturbiar el tono distendido del bello encuentro mantenido por ambos o, como es más probable, porque ni él mismo sabía esos detalles de la reunión del día siguiente. Rajoy no parece un hombre que se interese a fondo por conocer los detalles de las cosas, y menos los detalles de las cosas económicas, que debe ser un engorro aprenderse.

Pero es obvio también que Griñán tampoco tuvo en su rueda de prensa de ayer en San Telmo ni una palabra de reproche para Rajoy. El presidente andaluz anunció todos los recursos habidos y por haber contra lo que considera una discriminación para Andalucía, pero eludió cualquier crítica a su anfitrión de dos días antes en Madrid. ¿Por qué? ¿No será porque lo que ocurrió en Madrid no fue sólo que Rajoy no le dio detalles, sino que el propio Griñán tampoco se los pidió? Y si no se los pidió, ¿puede decirse con propiedad que había preparado bien su reunión con el presidente del Gobierno? El sentido común dice que si lo hubiera hecho, habría salido de ella sabiendo lo que había que saber: que Andalucía no iba a poder gastar el año que viene 2.735 millones de euros que tenía previsto gastar y que si no puede gastarlos la sanidad, la educación y el empleo público se resentirán gravemente porque son las únicas partidas lo bastantes abultadas como para poder recortar de ellas. Si Griñán salió de su cita con Rajoy sin saber nada de eso, que alguien, por el amor de Dios, nos responda a esta pregunta: ¿para qué diablos sirvió la maldita reunión y de qué hablaron durante toda esa hora y media, cohone?

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