Una china en el zapato

Malos tiempos para la ciencia

Desde mi punto de vista la semana pasada fue, por utilizar un adjetivo muy borgiano, bastante desafortunada: el fútbol, la boda real y la beatificación de Karol Wojtyla. Patria, realeza y religión; no ha faltado de nada. Las broncas de los jugadores, los invitados mafiosos al convite, el beso del papa a una ampolla que contiene la sangre de un señor. Todo excesivo y desproporcionado.

    El concepto de elegancia se utiliza muy a menudo en matemáticas o en física. Una ecuación o una teoría pueden ser elegantes. Dicen los que entienden que, realmente, hacer ciencia es elegir con elegancia, porque se trata de escoger la opción con mejor proporción, la más sencilla, sin excesos, deformaciones ni partes innecesarias. Así es como el diccionario de la Real Academia Española define lo elegante: algo bien proporcionado, dotado de gracia, nobleza y sencillez.

     Habría que traer esa elegancia de la ciencia a las cosas de la vida, donde a menudo se pierde el sentido de la proporción. En los tres acontecimientos pródigamente difundidos de la semana pasada  sobra el espectáculo y la exageración. El excesivo "¿por qué?" mourinhiano ante una tarjeta roja, los retorcidos tocados sobre las cabezas ceremoniosas o la monja milagrosamente curada de parkinson. Dicen de la lírica, pero tampoco vivimos buenos tiempos para la ciencia. Lo caótico y artificial, lo disparatado, lo fatigoso y poco elegante que resulta todo esto.

Más Noticias