Una china en el zapato

Maneras de echar una mano

Con permiso de la ONG de confesión católica Manos Unidas, que recogió el premio a la Concordia, a mí las manos que me emocionaron en la entrega de los últimos Premios Príncipe de Asturias fueron las de los sociólogos Zygmunt Bauman y  Alain Touraine, que compartieron el de Comunicación y Humanidades. En la ceremonia, los dos colegas (ambos nacieron en 1925) después de recoger sus "diplomas", y antes de comenzar el paseíllo hacia el público, se tantean en un momento de incertidumbre, como buscándose uno a otro, hasta que al fin se agarran de la mano y echan a andar.

     La obra de estos dos sociólogos habla, entre otras cosas, de la inseguridad laboral en el mundo en que vivimos y de la ansiedad que provoca. Ansiedad que puede disfrazarse de miedo al tabaco, al colesterol, al terrorismo... y por supuesto al vecino, al otro, a la competencia. 

     Hace unos días el nuevo presidente del Instituto de la Empresa Familiar de nuestro país propuso, entre otras cosas, revisar el régimen laboral de los funcionarios, argumentando que si uno no puede perder el trabajo, no tiene ningún aliciente para llevarlo a cabo. Al parecer el dueño de Mango interpreta la inseguridad laboral como algo estimulante.

      Frente a la perspectiva humanista, en la que prima la seguridad  y el apoyo mutuo, nunca faltará esa otra visión competitiva, basada en la incertidumbre y el individualismo. En esa escena del principio, otro tipo de personas se hubieran echado la mano al cuello, estimulados por el aliciente de recoger el premio sin la molesta presencia de un competidor. (A no ser que éste fuera de la familia, claro).

Maneras de echar una mano

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