Monstruos Perfectos

Glamour OUT, Chic IN

Las etiquetas del glamour están caducadas después de años de gloria y posterior saturación. Nadie que diga glamour hoy en día lo posee. Quien lo escriba, se quedó en el peor siglo XX (que es el más reciente) y no merece billete de vuelta  desde allí. Ya no se muere de glamour –con tu permiso, Boris– porque su carga viral es nula.
Ahora lo chic es el nuevo glamour –como el floral fue el nuevo negro, el gris fue el nuevo negro o el negro fue el nuevo negro. Lo chic como adjetivo que bautiza y bendice, como sufijo inseparable que dignifica lo que toca.

El glamour –con perdón– poseía misterio, a veces un punto de exceso y, en muchas ocasiones, suponía un maravilloso catálogo de errores y excelsas atrocidades estéticas. El glamour era incorrecto, incluso hortera, neorriquense y hasta paródico. Eran Alexis Colby, Liz Taylor, Joan Crawford, Jackie O. o Bette Davis en 'Eva al desnudo'.

Lo chic es otra cosa. Más seria, más estricta, menos permisiva e inflexible. No tiene humor, no admite excepciones, exige etiqueta y castiga la fantasía. Es Coco Chanel de negro y varias vueltas de perlas, el enésimo retorno de las Hepburn (Audrey y Kate) o Anne Baxter en 'Eva al desnudo'.

Llega lo chic y salimos perdiendo. Eva Harrington le gana la batalla a Margo Channing. Se imponen las mosquitas muertas y el culto a la contención. Fracasa el gusto por la diversión y vence el miedo a equivocarse. Y el tedio, que es muy chic.

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