Cartas de los lectores

13 de octubre

Premio precipitado
Considerado hasta ahora como una de las más altas distinciones del mundo, el Premio Nobel de la Paz debería ser la recompensa a una acción palpable para mejorar el mundo.
En mi opinión, al otorgar en esta ocasión el Premio Nobel de la Paz al presidente de EEUU Barack Obama se han invocado las intenciones del galardonado más que sus hipotéticos méritos, que todavía están por venir.
Pienso que lo justo no es valorar las promesas de los políticos, sino si son capaces o no de cumplirlas.
Jesús D Mez Madrid / Girona

Por la convivencia
Quiero agradecer las dos páginas de Público del pasado domingo dedicadas al burka y al velo islámicos. Habéis hecho un esfuerzo para que los lectores puedan reflexionar sobre este tema y es una ayuda para las personas que estamos colaborando en lo referente a la inmigración.
En Aranjuez viven más de mil marroquíes, hay dos centros religiosos islámicos y las dificultades que hemos tenido han sido mínimas. Muchos representantes de esta comunidad participan activamente en la convivencia en la ciudad y mantienen una fraternal relación con asociaciones de vecinos y con la asociación de inmigrantes Hombro con Hombro, en la que participan personas de los más diversos países y también nativos "de pura cepa".
Héctor Anabitarte Rivas / Aranjuez (Madrid)

Falso progresismo
Como lectora del periódico quiero constatar que es el único que me proporciona un respiro con respecto a las críticas al funcionamiento del país, pero veo demasiada benevolencia hacia el Gobierno.
Para que este Gobierno fuera realmente progresista, tendría que incluir la consulta del dentista en la Seguridad Social, legalizar la prostitución para evitar las mafias, reducir los costes de notarios y solucionar el colapso en los juzgados, en los hospitales, etc. Pero, lejos de tomar estas medidas, lo que están haciendo los socialistas es esgrimir un falso progresismo que sólo logran vender a unos cuantos.

Ana Dobaño Pané / Barcelona

Patético espectáculo
Por cuestión del azar, el domingo por la tarde fui invitado, junto a muchos otros ciudadanos, a presenciar un patético espectáculo callejero protagonizado por cientos de personas que, rodeadas y pastoreadas por decenas de policías antidisturbios y conducidas bajo el control de la Policía local, caminaban inmersas en una atmósfera de intensa excitación vociferando al unísono reflexivos eslóganes de inequívoca cordialidad; se dirigían al estadio de fútbol para asistir a un partido.
¿Cuánto dinero cuesta escoltar y contener a los grupos de exaltados aficionados de un lucrativo negocio de entidades privadas? Si se admiten con normalidad e, incluso, con ciertas dosis de comprensión y simpatía alteraciones del orden público de esta naturaleza, ¿por qué después causan tanta inquietud otros comportamientos como, por ejemplo, los de las fiestas de Pozuelo de Alarcón?
¿No son necesarios el ejemplo y la coherencia en los mensajes cuando se trata de educación?
Alejandro Prieto / Gijón (Asturias)

¿Por qué de pie?
He observado que las dependientas de comercios tienen que permanecer en pie toda la jornada no sólo porque no hay asiento disponible, sino porque, según me dicen, así lo ha dispuesto la propiedad.
Les he recordado que, hace ya casi cien años, una ley de 27 de febrero de 1912, llamada Ley de la Silla, disponía: "En los almacenes, tiendas, oficinas, escritorios (...) donde se vendan o expendan artículos u objetos al público o se preste algún servicio relacionado con él por mujeres empleadas y en los locales anejos, será obligatorio, para el dueño o su representante particular o compañía, tener dispuesto un asiento para cada una de aquellas".
Enrique de Aguinaga

Vestir sin pieles
Vuelve el invierno y con él la moda cruel de los abrigos de pieles de animales.
Los peleteros tratan de vender la etiqueta de "piel de origen controlado" para indicar que estas se han elaborado con animales procedentes de granjas, pero esta practica es tan cruel como la cría intensiva. Vestirse con las pieles de cualquier animal significa perpetuar el maltrato de los animales. La moda no está por encima del sufrimiento absurdo de los millones de animales que viven una continua tortura hasta su muerte.
María Pilar García Maza / Zaragoza

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