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Ciencia infantil

VENTANA DE OTROS OJOS // MIGUEL DELIBES DE CASTRO

* Profesor de investigación del CSIC

Como un regalo más, un par de días antes de navidad la revista Biology Letters, de la Royal Society británica, ha publicado un artículo que comienza como los viejos cuentos ("Había una vez..."; doi: 10.1098/rsbl.2010.1056) y con el que he disfrutado mucho. Por otro lado, sospecho que aún más emocionados por ver su trabajo impreso estarán los autores: 25 colegiales de entre ocho y 10 años de la escuela de educación primaria de Blackawton, un par de profesores, y la neurobióloga Beau Lotto, del Instituto de Oftalmología del University College de Londres.
Frente a quienes postulan que el pensamiento científico es antinatural, Lotto piensa que no es muy diferente del proceso infantil del juego, guiado por la curiosidad y carente de prejuicios. Jugando, sostiene, los humanos y otros mamíferos descubrimos y generamos relaciones y patrones. Si añadimos unas reglas adecuadas, nos acercaremos mucho al proceso científico de analizar y descubrir la naturaleza y a nosotros mismos. Ella lo ha demostrado dirigiendo y supervisando mínimamente el trabajo de los escolares que investigaron cómo los abejorros se apañan para distinguir las "flores" (en el experimento, círculos coloreados en determinadas posiciones) que ocultan agua azucarada de las que contienen agua salada.
Como artículo científico es bastante atípico. No contiene antecedentes ni bibliografía, porque los niños fueron guiados por su curiosidad y no conocían la literatura previa. Incluye las tablas escritas a mano y los dibujos infantiles coloreados a lápiz. Los planteamientos son ingenuos: "Si los abejorros podían resolver sudokus, significaría que eran inteligentes (...) y tal vez entenderlos  ayudaría a entendernos a nosotros mismos". Carece de análisis estadísticos, y el comienzo del apartado de Discusión asegura que "este experimento es importante pues, por lo que conocemos, nadie (incluyendo adultos) lo había hecho antes".
El artículo pasó por un par de revisores, que estimaron que no era muy ambicioso pero sí correcto, independientemente de la edad de los autores. El editor de la revista considera que representa "un verdadero avance " en el conocimiento y, sobre todo, permite probar que la ciencia no es un coto cerrado de profesionales incomprensibles. Beau Lotto ha subrayado la novedad que supone en la escuela: "El trabajo científico está lleno de incertidumbre, por eso es emocionante y divertido; la educación reglada, en cambio, suele presentarse como una serie de aburridas certezas". Seguramente mi compañero Carlo Frabetti, brillante científico autor de libros infantiles, estaba hace mucho al tanto de todo esto.

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